Seguimos con el debate metodológico sobre la predicción y economía neoclásica.
Estos días estoy echando vistazos intermitentes a un libro que pinta muy interesante: “El estado actual de la Macroeconomía: Conversaciones con destacados macroeconomistas”, elaborado por Carlos Usabiaga, y que como el mismo título indica, contiene numerosas entrevistas extensas con macroeconomistas de renombre, como Alesina, Lucas, Sargent, entre otros.
Leyendo la que hace a Costas Azariadis, me encuentro con el “viejo debate sobre el realismo de las hipótesis”. Le pregunta el entrevistador: “¿Cuál es su postura acerca del viejo debate sobre el realismo de las hipótesis? ¿Plausibilidad de las hipótesis o resultados finales?”
Quizás la respuesta intuitiva a esta pregunta sea decir que las hipótesis de partida deben ser realistas. ¿Cómo puede ser de otra manera? En cambio, la postura metodológica de Milton Friedman es casi contrapuesta: “El objetivo último de una ciencia positiva es el desarrollo de una ‘teoría’ o ‘hipótesis’ que genere predicciones válidas y significativas sobre fenómenos que todavía no se han observado”, decía, e incluso creo que añadía que cuanto menos realistas fueran las hipótesis, más “eficientes” eran las teorías o modelos. Friedman:
Una hipótesis es importante si “explica” mucho con poco, o sea, si abstrae los elementos comunes y cruciales de la masa de circunstancias complejas y detalladas que rodean al fenómeno que va a explicarse y permite unas predicciones válidas. Por lo tanto, una hipótesis para ser importante debe poseer supuestos descriptivamente falsos, ya que no toma en cuenta la mayor parte de las circunstancias reales, puesto que su auténtico éxito reside en mostrar su irrelevancia para explicar el fenómeno de que se trata.
Para decirlo menos paradójicamente, el problema esencial en torno a los “supuestos” de una teoría no es, si son descriptivamente “realistas”, porque nunca lo son, sino, si constituyen aproximaciones lo suficientemente buenas para resolver el problema de que se trate. Y esta cuestión puede contestarse sólo comprobando si la teoría funciona, lo que sucede si proporciona vaticinios bastante seguros. Así la doble prueba de la teoría, de la que antes ss habló, se reduce a una tan sola.
Decía, que le pregunta el entrevistador a Costas Azariadis, que antes de estudiar economía fue licenciado en Ingeniería: “¿Cuál es su postura acerca del viejo debate sobre el realismo de las hipótesis? ¿Plausibilidad de las hipótesis o resultados finales?”. Y contesta:
Yo provengo de las ciencias naturales. No apoyo la plausibilidad de las hipótesis, sino los resultados. Como sabe, la Física moderna, en especial, la Física Atómica, hace supuestos extraños acerca de las partículas, por ejemplo. La mayor parte de la Mecánica clásica se deriva de la hipótesis de que las partículas minimizan su integral de energía. Sin embargo, dudamos de que las partículas sean realmente capaces de minimizar algo. Pero este supuesto tan extraño funciona, nos proporciona una manera sólida de expresar lo que conocemos a partir de menos hipótesis. Entonces, está bien; la prueba para esas hipótesis debe ser si nos pueden ayudar a explicar la realidad que nos rodea o no. Si lo hacen, estupendo. Si no, debemos cambiarlas.
Dos preguntas:
1. ¿Es incompatible eso de partir de supuestos poco realistas para llegar a explicar la realidad? ¿No deberíamos partir de supuestos más realistas?
2. Si otras ciencias como la Física, partiendo de supuestos irreales, llegan a resultados satisfactorios, ¿por qué no la economía? (Ya me sé eso del dualismo metodológico, que los agentes económicos no son partículas está claro y nadie lo discute).