En el anterior post hablé de una visión bastante convencional sobre el patrón oro. Ésta está apoyada sobre teorías económicas, pero también sobre evidencias históricas (claro que, estas evidencias dependen de las teorías que uno tenga en la cabeza). Una de estas evidencias históricas tiene que ver con la no incorporación de España a finales de siglo XIX al patrón oro, patrón monetario que predominó sobre el mundo desarrollado en la época.
Según lo poco que he leído sobre el sistema monetario en la España de finales del XIX (me baso básicamente en “Peseta y protección: El debate historiográfico”, de Jordi Catalán, Carles Sudriá y Daniel Tirado), los historiadores económicos tras algunos debates parecen haber coincidido en que el hecho de que España no se incorporara al patrón oro no tuvo costes importantes sobre su economía, en materia de menor integración comercial-flujos de capital, disciplina monetaria, turbulencias financieras, etc. Más bien lo contrario, se sostiene que el mantenerse en un patrón fiduciario dio una flexibilidad a la economía española para enfrentarse mejor a shocks externos.
Podrían distinguirse tres rounds en el debate sobre esta materia.
En primer lugar está la tesis que estos autores llaman la “clásica en la historia económica de España” (por ejemplo, Fuentes Quintana se adscribiría a esta tesis, entre muchos otros), según la cual “el patrón oro hubiese exigido una disciplina de excesivo coste para una economía atrasada como España y, al limitar el margen de maniobra de la política monetaria, habría impedido su utilización como instrumento atemperador del ciclo internacional”. Un argumento muy típico y que personalmente no me convence demasiado, no por mi (casi nulo) conocimiento de estos periodos de la historia económica sino porque se repiten en la actualidad sin mucho fundamento.
Como respuesta a esta tesis vino el desafío de la Nueva Historia Económica, liderado por Pablo Martín Aceña en los 80s. Algunos de sus argumentos contra el sistema fiduciario que España impuso a partir de 1883 eran muy familiares a los que aducimos algunos en defensa del patrón oro. Éstos eran cinco básicamente (cojo casi literalmente de la referencia anterior):
El ataque de Martín Aceña llevó a una seria revisión por parte de los especialistas en la materia de la época, como Fuentes Quintana, Gabriel Tortella, Juan Velarde, etc.
En la citada fuente de Catalán, Sudria y Tirado, se lleva a cabo un análisis crítico de la tesis de Martín Aceña, concluyendo que la mayoría de sus puntos no estaban bien fundamentados en la evidencia empírica de la época. Por poner algunas citas:
Aunque la estabilización [monetaria y mejoría de cuentas públicas de principios de siglo XX] constituyó el precio a pagar por haber intentado mantener las colonias, un mayor rigor presupuestario y monetario durante 1899-1908 para restablecer la convertibilidad oro hubiese introducido excesiva deflación, sin que hubiese demasiado a ganar con entradas adicionales de capital exterior.
los costes a corto plazo de implantar el patrón oro superaron sus beneficios durante el conjunto del periodo 1883-1914 tanto en España como en otros estados de la periferia meridional de Europa.
La identificación de la no adopción del patrón oro con una vía de desarrollo semi-autárquica choca con las evidencias empíricas.
no puede mantenerse que la depreciación de la peseta actuase como barrera protectora insalvable, impidiendo a la economía española beneficiarse del dinamismo del comercio mundial… no parece que el tipo flotante ejerciese un papel protector de la producción española durante el mencionado episodio.
una vez examinadas las tendencias de largo plazo de las exportaciones de capital de los principales inversores, no parece que, con la hipotética vinculación al oro, el incremento de capital extranjero destinado a inversiones productivas captadas hubiese podido ser de magnitud suficiente para provocar un giro decisivo en el proceso de industrialización español durante 1883-1914.
Las evidencias empíricas sugieren que la economía española gozó de relativa estabilidad en el periodo que nos ocupa… España, gracias al tipo flotante, habría suavizado la inestabilidad generada en la periferia por el patrón áureo, moderando las crisis en el corto plazo.
Bueno, ahí queda eso sobre la mesa. Debo decir que desconozco si después del trabajo de revisión de la literatura que he referenciado ha habido más contribuciones al debate. Personalmente soy escéptico sobre algunos de estos argumentos, pero mi escepticismo no se basa en la evidencia histórica del periodo, por lo que no dejan de ser sesgos. No estaría mal un trabajo de investigación de la historia económica española para revisar algunas de estas tesis con otro enfoque teórico distinto al mainstream…