De cómo las políticas de los bancos centrales pueden incrementar las desigualdades de rentas.
Uno de los argumentos actuales de mayor peso para justificar la intervención del gobierno en la economía es la cuestión de la desigualdad. Se dice que una economía de mercado por sí sola generaría niveles de desigualdad en renta indeseables según las preferencias de la sociedad. Para evitar esto, el sector público arbitra un conjunto de medidas, tanto a través de impuestos progresivos como de “gasto social”, destinadas a reducir esa desigualdad, redistribuyendo deliberadamente la renta de aquellos más pudientes a aquellos con menos recursos.
Sin embargo, este argumento da por sentado que es el mercado el que genera la desigualdad extrema, y que tiene que venir el estado a resolver estos problemas. Pero, ¿qué pasa si las políticas gubernamentales e intervencionistas generan una mayor desigualdad de rentas, y lo que puede ser peor, crean privilegiados a expensas del resto?
Pensemos en la inflación y sus efectos más sutiles, que van más allá de las consecuencias económicas que acarrea la subida sostenida en los índices de precios, y que muchas veces son olvidados por los medios.