Empecemos con un poco de contexto y datos de nuestra particular situación en lo que respecta al mercado de trabajo:
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Quizás el mejor resumen en pocas palabras lo haya proporcionado Juan R. Rallo, quien la define como una “reforma con claroscuros”, quizá la única salvable de las que ha acometido el gobierno del PP:
A falta de conocer la letra pequeña del decreto y del ulterior reglamento, lo único que tenemos es una 1) suma de medidas gravosas, 2) de provisiones que podrían tornarse en irrelevantes y de 3) algún parche importante bien encaminado.
La reforma poco ha hecho en la dirección de simplificar las cosas y reducir la maraña administrativa y legislativa que existe en torno a los muchísimos tipos de contratos, disposiciones, cláusulas, etcétera; la letra pequeña, en definitiva, que es muchas veces determinante, y es algo gravoso de conocer al dedillo. Esto es especialmente perjudicial para las PYMES, que no pueden permitirse contratar a un asesor experto en legislación laboral. Comentaba un pequeño empresario que ”Todo lo que suponga requisitos administrativos, a una pequeña empresa la deja de lado”.
En este sentido se han dado algunos pasos hacia atrás, en lo que se refiere a subvencionar la contratación del tipo X de trabajador (p.ej. jóvenes menores de 30), frente al tipo “normal”; o en según qué tipo de circunstancias (p.ej. empresa con menos de 50 trabajadores). Son medidas que tratan de poner soluciones a problemas puntuales y concretos (aunque no por ello poco importantes) como el desempleo juvenil. Pero de alguna manera, estas medidas esconden los problemas de la legislación laboral en su conjunto. En lugar de generar un marco laboral adecuado en términos generales, se ponen parches para realidades concretas, generando así de forma inevitable distorsiones en los incentivos y/o hechos de desigualdad ante la ley. ¿Por qué se subvenciona la contratación a un joven de 29 y no a un igualmente joven de 31? ¿Por qué se subvenciona la contratación a empresas con 49 trabajadores, y no a empresas con 52? En este caso, la empresa de 49 tiene un desincentivo a crecer en plantilla por encima de los 50 trabajadores.
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Luis Garicano en el blog Nada es Gratis ha hecho un fantástico trabajo de seguimiento de la reforma, con un post muy interesante: No es nuestra reforma, pero es una buena reforma (con un riesgo importante). Se lamenta de varias cosas, especialmente de que no se haya adoptado el contrato único que se viene pidiendo desde hace mucho tiempo desde FEDEA, y de la falta de pedagogía a la hora de explicar la reforma. Sobre lo primero, poco parece haberse hecho para cortar el problema de la dualidad de nuestro mercado laboral. Da la bienvenida a la mayor flexibilidad interna en relación a la negociación colectiva y a otros puntos. Y por el otro lado, destaca el gran riesgo que ve:
El riesgo, claro, es que estos elementos de flexibilidad interna sean completamente ignorados y, en su lugar, lo que tengamos sea unos meses de destrucción masiva de empleo a 20 días por la vía objetiva [...] ¿Qué pasa si se usa el despido en vez de las posibilidades, algo retorcidas legalmente, de flexibilidad interna?
En este sentido se manifestaba Benito Arruñada en su Twitter: “El efecto a corto plazo de la reforma laboral depende de si domina el menor coste del despido o la mayor, pero incierta, flexibilidad.”
Samuel Bentolila, gran experto en temas de mercado laboral, la valora como “una reforma bien orientada pero demasiada corta para la gravedad de nuestro problema laboral. A falta de los detalles, parece otra oportunidad perdida, en un momento en que no nos lo podemos permitir”.
(A modo anecdótico y de paréntesis, resulta gracioso que Toxo haya “asegurado que la reforma laboral aprobada por el Gobierno está escrita “por la pluma” de la CEOE y la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), de corte liberal”. Un argumento de peso, sí señor, aunque hubiera sido más potente decir que la reforma venía escrita por Goldman Sachs).
Florentino Felgueroso, también de FEDEA, es más pesimista respecto a la reforma, que piensa da completamente la espalda a los outsiders y no ofrece casi nada de novedoso y positivo a los parados.
¿dónde han ido a parar medidas anunciadas a bombo y platillo, hace aún unos pocos días, como los contratos especiales para jóvenes (a la basura), la simplificación de contratos (también a la basura), o el propio cheque para la formación (este a la disposición adicional tercera, es decir al limbo)?
A este pesimismo también se une el emprendedor Martin Varsavsky: Mejor que abaratar el despido es abaratar el empleo. Merece la pena leer lo que dice:
Los emprendedores que tenemos empresas que están creciendo esperábamos un plan que hiciera más barato contratar gente no despedirla. Para nosotros los despidos son cosa rara y relacionada con empleados que no trabajan como los demás. La mitad de lo que las compañías gastan en salarios para el empleado medio en España se lo lleva la Administración en una mezcla de impuestos que son pagados tanto por el empleador como por el empleado, incluyendo impuestos al consumo. Lo que yo esperaba es que por unos años, hasta que la tasa de desempleo bajara drasticamente, la Administración se “quitara de en medio” en la relación entre compañías que están creciendo y empleados, permitiéndoles a éstas contratar sin pagar los impuestos asociados a esta contratación como la seguridad social.
Tampoco podía faltar el excelente y detallado análisis que hace Xavier Sala i Martín a los diferentes aspectos de la reforma, aportando numerosos puntos de reflexión, como éste: “la obsesión por el fomento, subsidio y cuidado de las PYMES es desmedido y puede ser contraproducente.” En este punto también incide Egócrata en su post. En términos generales, XSiM ve la reforma con buenos ojos:
quizá esta no sea la ley perfecta (y, de hecho, hay bastantes aspectos que dejan mucho que desear, como he apuntado en esta nota), pero es una ley que seguro que mejorará la insostenible situación actual. Por lo tanto, bienvenida sea.
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Es realmente interesante el detallado cuadro comparativo que se publica en RTVE: Las normas laborales, por países. Para dedicarle un buen rato.
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Opinión pública:
Pregunta Metroscopia a los encuestados si están o no de acuerdo en que se permita “que los trabajadores puedan llegar directamente a acuerdos con sus empresarios al margen de los convenios colectivos”.
Pregunta a la que nada menos que un 73% contesta afirmativamente. Es decir, que tres de cada cuatro encuestados se muestra favorable a que las condiciones laborales se fijen en una negociación entre los trabajadores y la empresa, prescindiendo de los famosos convenios colectivos.
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The devil is in the details. Lo que tenemos ahora no es 100% definitivo, se pueden incorporar novedades en el trámite parlamentario, así como en el reglamento final. Se puede tanto empeorar como mejorar lo que nos han contado y está en el BOE. Veremos.