Entre buena parte de la ciudadanía e intelectuales en España, existe una gran admiración hacia el modelo económico y social escandinavo. Se dice que países como Suecia, Dinamarca, Noruega o Finlandia han llegado a encontrar el equilibrio perfecto entre la eficiencia (debida a la economía de mercado) y la equidad (debida a un Estado del bienestar muy grande, que se alimenta de impuestos muy elevados). Esta admiración lleva a muchos a pensar que en realidad tener impuestos altos no es nocivo para el crecimiento económico.
Algunos miran al modelo escandinavo de altos impuestos para buscar soluciones a la actual crisis presupuestaria en España y otros países de Europa. Su diagnóstico es que los problemas con la crisis de deuda y los déficit públicos –si es que hay algún problema con ellos, que hay quien piensa que no son demasiado problemáticos en la situación actual de estancamiento– se deben a la insuficiencia de ingresos públicos, y no a la insostenibilidad de la estructura de gastos. Y suelen poner como ejemplo los países nórdicos: ellos tienen altos impuestos y un Estado del Bienestar grande, y allí las cosas no van mal y no hay ninguna crisis presupuestaria –¡más bien al contrario, con una salud fiscal envidiable–.
Estos argumentos, sin embargo, sufren, en mi opinión, de varios problemas que ya destaqué en un artículo en Libertad Digital y fueron señalados en una entrevista que realicé a un economista sueco del Ratio Institute. No voy a añadir nada sustantivo respecto a lo escribí allí, tan solo referenciar un par de trabajos muy recientes sobre el caso de Suecia.
El primero, The Rise, Fall and Revival of a Capitalist Welfare State: What are the Policy Lessons from Sweden, está escrito por el economista sueco Andreas Bergh e intenta responder las siguientes cuestiones. Incorporo un resumen esquemático de las respuestas:
Debido a una economía muy libre durante el siglo XIX y primera parte del XX, a su ausencia de conflictos bélicos y a una gran apertura económica.
No solo se debe al Estado del Bienestar, también a cuestiones idiosincráticas de las sociedades nórdicas como es la elevada homogeneidad social.
Se puso de manifiesto la insostenibilidad de un elevadísimo intervencionismo económico, además de problemas financieros y bancarios.
Porque aun con todo, es una economía relativamente libre y muy competitiva, con alta calidad institucional -seguridad jurídica, baja corrupción…-
El segundo trabajo se titula The Swedish Model Reassessed: Affluence Despite the Welfare State, de Nima Sanandaji. Solo señalaré dos extractos del paper que me parecen relevantes:
It is important to realize that Sweden is not a socialist nation at heart. Taxes are high and the labor market is rigid, but policymakers have sought to compensate for this lack of economic freedom with economic liberalizations in other parts of the economy.
Sweden is a successful country in terms of low poverty rate and long life expectancy. However, these factors have much to do with Swedish culture that existed already when taxes were still relatively low.
La moraleja de todo esto: si tienes una economía abierta muy competitiva y relativamente libre, unas instituciones (formales e informales, donde se incluye cultura etc.) de alta calidad y un sector privado eficiente, te puedes permitir un Estado del Bienestar como el nórdico y elevado grado de redistribución de la renta sin que el crecimiento económico se vea demasiado perjudicado… al menos durante un tiempo.
Nuevo estudio en esta línea, esta vez realizado por el Legatum Institute: Economic Lessons from Scandinavia. Pueden leer un breve resumen de algunas de las principales conclusiones aquí.
Mi nuevo compañero de blog, Diego Sánchez de la Cruz, también ha comentado sobre el tema en un post muy interesante.