En el trabajo sobre la crisis en los países bálticos traté un poco por encima la cuestión del régimen de tipos de cambio en el contexto de economías pequeñas, muy abiertas y dependientes del exterior, como son Estonia, Letonia y Lituania. Estos países tienen el tipo de cambio fijado con el euro, y aspiran a la entrada en la Unión Monetaria Europea. Estonia lo ha conseguido: la Comisión Europea recientemente aprobó su entrada en enero 2011, ya que cumple con creces los criterios macroeconómicos exigidos, con un déficit público envidiable, a pesar de una caída del 15% de su PIB y un repunte muy elevado del desempleo. Aquí los estabilizadores automáticos no parecen haber jugado una mala pasada tan mala como en España (claro que el sistema fiscal y de subsidios al desempleo creo que es muy diferente). Veremos qué tal le sienta a Estonia la entrada en la Unión Monetaria.
Todo esto me ha surgido al leer aquí dos interesantes citas de dos economistas monetarios de renombre, Robert Mundell (el de la teoría de las áreas monetarias óptimas, Nobel en 1999) y Paul Volcker (antiguo chairman de la FED, el que disparó los tipos de interés en los 80; y ahora asesor de Obama).
De Mundell:
I believe that exchange rate volatility is a major threat to prosperity in the world today.
De Volcker:
There’s a sensible realization that small open economies, heavily dependent on trade and foreign capital, simply cannot live with the volatility that is inherent in freely floating exchange rates.
En la actual crisis, el haber tenido moneda propia en lugar de estar en el euro, los países bálticos han podido sufrir algunos costes derivados de contar con monedas muy poco importantes y de escasa influencia. Y es que, ante turbulencias financieras o aumentos en la percepción del riesgo, los inversores pueden deshacer posiciones en estas monedas, de forma más fácil y rápida, dada la mayor impredecibilidad en su desempeño. Además, los costes de transacción e información también pueden ser mayores para realizar inversiones en estas monedas.
Por ello, la pertenencia al euro podría suponer algunos beneficios importantes a estos países. Veremos si también costes apreciables.