La alternativa austriaca frente a Keynes, columna en LD.
Buen artículo de David Gordon reseñando un libro titulado ‘The Keynes Solution’, de Paul Davidson, un seguidor de Keynes de los de verdad, sin síntesis neoclásicas ni barnices krugmanianos o samuelsonianos.
Sobre el doble rasero de Keynes acerca de la incertidumbre según sean inversores privados o el estado:
the uncertainty of the future hardly suffices to establish the validity of the Keynesian system. For one thing, Austrian economics also emphasizes the uncertainty of the future. It is constantly stressed by Mises, who goes so far as to claim that the uncertainty of the future is a praxeological law, deduced from the action axiom. Davidson never so much as mentions the Austrian School in this book. For him, only the efficient-market economists, with their false ergodic assumption, and their Keynesian rivals count.
What is the solution? Government must come to the rescue through an increase in spending. Once businesses respond to the increased demand created by the government’s spending, the economy will revive.
Against his enemies, the proponents of efficient markets, Davidson is anxious to assure us that the future is uncertain. But he nevertheless has a mechanical view of what will happen if government spending in a recession takes place as massively as he wishes. Then, he assures us, the economic doldrums will end and all will be well. How does he know that business and consumer confidence will respond so readily to the injection of government money? Evidently, the future is uncertain, but somehow this state of affairs alters when government enters the scene.
Why should we believe this? Why assume that business confidence is so rigidly determined? Is it not rather the result of many causes that, if indeed the future is uncertain, cannot be readily specified?
Sobre esto, también escribió Berti en el IJM: “El individuo keynesiano”
¿Qué hay del Estado? Como si se tratara de un grupúsculo de superhombres inmunes a todas las pegas epistemológicas que Keynes les ha puesto a los razonamientos microeconómicos de consumidores y empresarios, el Estado resulta poder conocer la eficiencia marginal del capital. Dice Vara Crespo: “Aunque no explica por qué, posee la capacidad de calcular adecuadamente la eficiencia marginal del capital en base al interés social, lo que implica que puede formar expectativas ciertas (cuya finalidad no coincide con las expectativas de la iniciativa privada).”
En otras palabras: hay una grave arbitrariedad en toda esta cadena de razonamientos, que la lastran. El panorama keynesiano es muy negativo, casi apocalíptico, por lo que es necesario (necesario para que la teoría no se hunda) que exista un agente económico que se salve de todas esas condiciones económicas negativas del mundo que antes se han enunciado (conocimiento probabilístico insuficiente, expectativas largoplacistas que cohíben e insuficiencia crónica de inversión). Como el lector puede suponer, estos presupuestos microeconómicos están muy lejos de resultar realistas y rigurosos.