El desastre de la universidad española
A vueltas con reformas universitarias y planes Bolonia, existe un aparente descontento entre los profesores. Pero, muchas críticas y voces, y muy poca resistencia real. ¿Por qué?
Esta pregunta se trata de responder en el siguiente artículo, sin pelos en la lengua, de un catedrático de Filosofía del Derecho.
Hay en la vida universitaria de ahora mismo un enigma que debemos desentrañar, si no queremos que se nos tenga a muchos por esquizofrénicos sin remedio. Podemos enunciarlo así: cómo es posible que, si tantos y tantos estamos profundamente disconformes con la mayor parte de las reformas universitarias de los últimos tiempos, tales reformas se impongan sin resistencia real ni oposición que se conozca.
Un párrafo de muestra:
Mi tesis es que el “sistema” se ha vuelto maquiavélico y sibilino, ha aprendido de sus propios errores y ha sabido, al fin, sujetarnos por donde más nos duele: el euro. ¿Que quién o qué es el sistema de marras? Dejemos para otro día su descripción detallada y limitémonos por esta vez a sostener que se trata de lo que podríamos llamar el complejo político-burocrático-pedagógico. Lo componen politicastros de medio pelo y de corto plazo que sólo quieren estadísticas resultonas y que se conforman, y hasta se entusiasman, con la falacia (casi se me escapa un término parecido y que aquí vendría igual de a cuento) del fracaso escolar. Si todos aprueban, esto marcha. Si ningún estudiante fracasa, la enseñanza triunfa. Ni comentario merece una estupidez de tal calibre, que supone o que todos los estudiantes que en una titulación se inscriben son inteligentísimos y laboriosos por designio divino, o que toda la enseñanza es una porquería e igual da cómo resulte el estudiantado. Los políticos le tienen más fe a esta segunda opción y para consumarla se esfuerzan cada día.
Al leerlo me ha venido a la memoria un artículo que escribí en Marzo 2010 en el IJM titulado El trecho entre el dicho y el hecho.