“Los bancos insolventes no tienen cabida en una economía de mercado”, decía Mattias Lundback en una entrevista que publicamos en Libre Mercado.
Ahora carraspeen conmigo. ¿En qué país vivimos? Probablemente no merezca ser llamado de “economía de mercado”. Porque aquí parece que no tenemos (o no tienen) mucho problema con mantener en nuestro sistema bancario a entidades insolventes, esperando a que el tiempo amaine, los marcianos bajen a rescatarnos, o salga el Sol en medio de la noche.
Ya quedó para los anales de nuestra historia aquello de que el sistema financiero español era un ejemplo para todo el mundo; que la regulación bancaria española y el conservadurismo del Banco de España, habían conseguido un sistema bancario realmente robusto, a prueba de bombas subprime y otros inventos de la depravada desregulación financiera neoliberal.
Pero lo cierto es que el tiempo ha demostrado que el supervisor bancario español has no clothes. Estamos viendo ahora las vergüenzas de un sistema (banca, políticos, reguladores…) que, como en tantos otros campos, prefirió dar una patada hacia adelante, esperando que nunca llegara el precipicio en el que la patada adelante significa caer en lo más bajo.
Lean lo que escribía en Noviembre del pasado año en mi balance de la legislatura económica de ZP:
Otro capítulo digno de mención es el de la reforma de las cajas de ahorro y la reestructuración del sistema financiero español. Ésta ha sido otra área que requería acciones sensatas y urgentes para solucionar el problema de los activos tóxicos inmobiliarios y recapitalizar la banca. Sólo así podía esperarse que, una vez saneada, el sistema financiero reiniciara el flujo del crédito.
Sin embargo, tampoco aquí ha existido una línea coherente, decidida y transparente de actuación. Se comenzó negando que existiera agujero alguno en la banca española, diciendo que nuestro sistema era “el mejor del mundo”. Y a esta ocultación de la realidad le siguió la inacción hasta que, a mediados de 2010, comenzaron a plantearse hacer algo al respecto.
Hoy, pese a una reforma que se ha extendido durante más de un año, con cambios sustanciales en el sector, el problema de la banca no está ni mucho menos resuelto. De hecho, ante el recrudecimiento de la crisis de deuda europea, la cuestión clave en estos momentos es qué pasos tomará el nuevo Gobierno entrante para salvar a bancos y cajas.
El gobierno actual, aunque sí parece decidido (qué remedio) a hacer cosas, o las hace a medias o las hace mal. Primero, la “reformilla” de De Guindos. Tras la expectación que generó, los cambios fueron mínimos. Más recientemente, la intervención de Bankia.
Ahora, como saben, el precipicio ya está cerca: la fuga de capitales se acelera, las tensiones en los mercados de deuda reaparecen con fuerza, el desempleo sigue subiendo, y en éstas va, y el gobierno anuncia meter una millonada de dinero público en Bankia. Parece que nuestros gobernantes hacen todo lo posible para, de forma absolutamente torpe e ineficiente, enfadar a la gente y que se caliente la calle.
Pero, a todo esto: ¿cómo solucionó Suecia su crisis bancaria de comienzos de los 90? ¿Qué es lo que debería enseñarnos este episodio para lidiar con la crisis de la Eurozona?
Nuestra experiencia es que el estado debería ser duro con los propietarios de las instituciones financieras. Si un banco no puede sobrevivir por sus medios, no tiene cabida en una economía de mercado. Deberían reorganizarse y vender, lo que implica que los propietarios de bancos e instituciones financieras pierdan dinero.
De nuevo, carraspeo…