Las cartas de Thatcher, Hayek y Friedman (V)
En anteriores entregas hemos conocido la relación de amistad y admiración mutua que mantuvieron Margaret Thatcher y Friedrich Hayek durante los años 70, así como el trato entre ambos durante los primeros años de gobierno de la Dama de Hierro. Además, se detalló la influencia de los think tank liberales en el gobierno de Thatcher, así como el recelo de Hayek sobre ciertas teorías de su amigo Milton Friedman. Llega el momento de valorar el rol de Hayek en el Gabinete Thatcher durante el resto de los años 80.
Conforme la salud del economista austriaco se fue deteriorando, sus visitas a Gran Bretaña fueron más esporádicas. Sin embargo, cada vez que el Nobel de Economía visitaba las islas, Hayek estaba incluido en los círculos intelectuales más influyentes del conservadurismo liberal británico.
Los intercambios epistolares entre Thatcher y Hayek eran tan frecuentes que nos sirven para reconstruir esos encuentros. En misivas de 1982, por ejemplo, podemos leer que ambos se vieron en una cena en la que el principal tema de conversación fue la difícil situación que atravesaba por aquel entonces Chile. Recordando lo comentado en la cena, Thatcher escribía lo siguiente al austriaco:
“La progresión del socialismo de Allende a la economía de libre mercado de los 80 es un excelente ejemplo de reforma económica del que podemos extraer muchas lecciones”
No obstante, Thatcher advertía igualmente que la naturaleza autoritaria del régimen imposibilitaba un aplauso al gobierno militar. Tal y como explicaba la Dama de Hierro, en una democracia como Gran Bretaña no cabía pensar más que en “conseguir las reformas a nuestra manera y en nuestro tiempo”.
“VON” HAYEK Y LOS LABORISTAS
Por aquel entonces, los laboristas se habían percatado ya de la influencia de Hayek en el gobierno y no dudaban en atacar al economista austriaco siempre que tenían oportunidad. Por lo visto, sus críticos estaban tan faltos de argumentos que llamar “von Hayek” a Hayek les parecía una forma de desprestigiar al economista austriaco.
Según relataba en la prensa de la época el cronista parlamentario Frank Johnson, los adversarios de Thatcher daban un gran énfasis a la pronunciación del dichoso “von”, como si esto ridiculizase al maestro. La respuesta de Hayek no se hizo esperar.
Como respuesta, envió una carta escrita a mano al editor del diario The Times en la que explicó que el “von” que tanto obsesionaba a los laboristas no venía de ninguna oscura tradición germana, sino de la Corona Británica. En concreto, el tatarabuelo del austriaco recibió tal reconocimiento durante el siglo XIX, si bien el gobierno de su país eliminó todos los títulos nobiliarios en 1918, fecha en la que Hayek dejó de referirse a sí mismo de esta forma.
Pero en la carta a The Times, el Premio Nobel de Economía no solamente aclaró los orígenes del apellido: también aprovechó para dejarle un recadito a la izquierda británica.
“Menciono todo esto con la esperanza de que, quizá incluso los diputados laboristas podrán avergonzarse un día de ofrecer argumentos basados en referencias a la ascendencia familiar”
HAYEK Y LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA ÉPOCA
También durante aquellos años, Hayek se colocó al lado de Thatcher para defender al gobierno de aquellos los “intelectuales” que, en Gran Bretaña y medio mundo, pedían impulsar nuevas iniciativas de “ayuda al desarrollo”.
Esta era la opinión de Hayek al respecto:
“No cuestiono que grandes cantidades de capital deban viajar del mundo rico al mundo más pobre. En el pasado, así es como se ha conseguido el progreso económico. Lo que cuestiono es que ese capital tenga que ir a los gobernantes de estos países para así permitir que continúen con sus experimentos socialistas. Estoy convencido de que, con este tipo de medios, ofrecemos la oportunidad de que se perpetúe un daño en vez de conseguir beneficiar a la gente pobre de esos países”
Hayek ilustraba la forma adecuada de salir de la pobreza citando el auge de Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, México, Chile… y recordaba que la evolución países como Argentina, Checoslovaquia o la misma Gran Bretaña muestra que oponerse al sendero capitalista puede convertir la riqueza de ayer en la decadencia de hoy.
Así, oponiéndose a la dicotomía Norte-Sur y considerando estas tesis “una falacia”, Hayek argumentó que, como mucho, los gobiernos occidentales deberían limitar su ayuda a países capitalistas y, además, pidió cambiar el paradigma de donaciones al sector público por el de préstamos al sector privado.
Hayek no solamente hablaba de Relaciones Internacionales con Downing Street: también entabla contacto por carta con el nuevo Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. El austriaco no dudaba en aconsejar al sucesor de Carter que recurriese a la Corte Internacional de La Haya para conseguir la resolución de las disputas vigentes con Irán, y citaba una conversación privada con Karl Popper para justificar su amable recomendación.
AÑOS DE HOMENAJE
Desde mediados de los 80, la enfermedad impidió a Hayek mantener un nivel de actividad demasiado elevado. Es por eso que el austriaco fue pasando poco a poco a un rol “simbólico” entre los tories, que no obstante se encargaron de reconocer sus aportaciones a la revolución del thatcherismo con todo tipo de homenajes.
En 1983, por ejemplo, la Dama de Hierro felicitó públicamente la concesión del International Free Enterprise Award a Hayek, y se declaró una “pelucona de la vieja escuela” (old school whig), en referencia a la identificación histórica que el austriaco siempre mostró con los librecambistas del siglo XIX.
Un año después, en 1984, la Primera Ministra recibía un regalo muy especial de Hayek: el primer ejemplar de la edición especial de “Camino de servidumbre”, de cuya publicación se cumplían 40 años. Thatcher escribía las siguientes líneas de agradecimiento al economista:
“No puedo expresar mi alegría por recibir esta edición especial de Camino de servidumbre. Me emociona especialmente saber que me ha enviado la primera copia. Recuerdo bien la primera vez que leí el libro, por lo que esto significa mucho para mí”
También en 1984, la Primera Ministra promovió una condecoración especial para el austriaco. Es por eso que Hayek cuenta, entre sus muchos reconocimientos internacionales, con el título de Miembro de la Compañía de Honor de la Commonwealth. Según la biografía de Alan Ebenstein, el economista afirmaría algunos años después que aquel fue el día más feliz de su vida.
Eso sí: aunque Hayek ya estaba retirándose poco a poco de la vida pública, no dudó en publicar en The Times una encendida defensa de la política asumida por Margaret Thatcher frente a los sindicatos. Afirmaba, entre otras cosas, lo siguiente:
“Ofrecer concesiones a grupos de interés a cambio de evitar fricciones (…) lleva al declive industrial y el hundimiento de los salarios de los trabajadores (…). Un nivel de empleo sólido exige flexibilidad salarial. La fijación de salarios provoca drásticas fluctuaciones en términos de empleo”
“Quienes evitan que los desempleados tengan un trabajo son quienes no les permiten que trabajen por menos de los salarios que han fijado los sindicatos (…). Convertir artificialmente el trabajo en un bien escaso para así conseguir mayores salarios bien puede entenderse como una forma de explotación”
“No hay esperanza para la economía británica y sus desempleados si se rompe el monopolio de la fuerza que hoy ostentan los sindicatos. De hecho, quienes sufren este monopolio bien podrían organizar una asociación liberal contra aquellos que falsamente dicen representar los intereses de todos los trabajadores”
“Fue el deseo de evitar la “fricción social” lo que acabó paralizando gradualmente la economía británica. Por fin hay esperanzas de que esta tendencia sea revertida”
También en 1984, Hayek viajó hasta París para reunirse con los demás miembros de la Mont Pelerin Society. En su discurso, el austriaco pidió entonces que el mundo vuelva “no solamente a la razón, sino también a la moral, para poder gobernar mejor nuestras vidas”. Hayek reivindicó en aquel foro la tradición cristiana de Occidente como pilar de la civilización moderna. También en dicho encuentro habló de la decadencia intelectual francesa, anticipando la deriva estatista del país “por el dominio de una convicción filosófica que sobrevalora el poder de la razón humana. La filosofía cartesiana, tan dominante entre los pensadores franceses, conduce a pensar que la razón tiene fuerza suficiente para reorganizar la sociedad”.
HAYEK EN EL THATCHERISMO: UN BALANCE
Si algo han demostrado los documentos publicados en los capítulos anteriores de esta serie es que Hayek tuvo una gran influencia en la primera mitad de los gobiernos de Thatcher. No obstante, el austriaco alcanzó más reconocimiento entre los tories como filósofo que como economista.
De algún modo, su amigo Friedman le ganó la partida a la hora de recetar políticas públicas concretas. Este posibilismo del neoyorquino se unió a la avanzada edad de Hayek, quien solamente publicó un libro en los años de gobierno de Thatcher (“La fatal arrogancia”) a la hora de determinar el rol que ambos tendrían en el círculo de influencia del Ejecutivo británico.
En cualquier caso, el propio Friedman ha reconocido siempre que “ningún intelectual tuvo tanta influencia como Hayek al otro lado del Telón de Acero. Sus libros se publicaron y tradujeron en el mercado negro, lo que permitió su amplia difusión e influenció indudablemente el clima de opinión que, en última instancia, trajo el colapso de la Unión Soviética”.
La penúltima entrega de la serie saldrá a la luz en breve y se centrará en el rol de Milton Friedman en la Administración Thatcher.
Leer esta serie de interesantísimos artículos sobre lo que acertadamente denomina Vd. el “conservadurismo liberal británico” de la década de los 80, me ha producido una sensación de desasosiego. Si realmente la admiración y comunión que existía por parte de Doña Margaret Thatcher hacia teóricos y filósofos del liberalismo de la talla de Hayek – y las cartas aquí comentadas dejan poco lugar a la duda- eran tan fuertes, no puedo menos que preguntarme ¿marcaron los gobiernos de Doña Margaret Thatcher el límite de lo que puede esperarse de un gobierno conservador en materia económica? Dada la dificultad de que en un mismo líder político se vuelvan a dar las dos circunstancias que en Doña Margaret confluyeron, a saber, férrea determinación y comprensión y admiración del ideario económico liberal, ¿marcaron sus políticas el límite de liberalismo aplicado o posibilista? Porque si es así, habría que poner - como aviso a los liberales - a la entrada de los partidos conservadores, y a semejanza de la entrada en el infierno de Dante: “Abandonad toda esperanza los que aquí entréis”. No quiero caer en la posición del nuevo liberal converso, al que todas las medidas le parecen poco, pero si tan amplia era su admiración y comprensión del liberalismo ¿es lo máximo que pudo o quiso hacer? Y que conste que esta serie de cartas no hacen si no aumentar la gran admiración que siempre sentí hacia una de las mayores personalidades del siglo XX: Doña Margaret Thatcher. Saludos y felicidades ,como siempre, por el blog.
A pesar de que la Sra. Thatcher es un personaje histórico de gran calado y con muchísima repercusión, hay un gran número de detalles de los que muchos éramos desconocedores por lo que está siendo muy interesante leer todos los datos que nos va facilitando. Muchas gracias y un saludo
Gracias por su interés, espero que le siga resultando novedosa esta serie. Un saludo.
Gracias por su interés y por su reflexión.
Una pequeña errata, rebutar no existe supongo que estaba pensando en inglés, sería refutar.
Me refiero a la entrega VI, mil disculpas
Muchas gracias por la advertencia!
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