La teoría no es nueva: en el siglo I, Lucio Junio Moderato, más conocido como Columela, ya intuía algo similar en su tratado sobre la economía agrícola (Res rustica). Mucho después, a mediados del siglo XIV, sería el filósofo andalusí Abenjaldún (Ibn Khaldún) quien anticiparía que “los bereberes tunecinos abandonarán el comercio en las ciudades cuando los recaudadores impongan alcábalas abusivas. Se darán la media vuelta y regresarán al desierto a comerciar entre ellos y con quienes les busquen, fuera del alcance de los alguaciles y cadíes que administran las bien muradas ciudades protegidas por los jerifes”. Como explicaría Fabián Estapé en sus trabajos sobre Abenjaldún, “los ingresos tributarios suelen ser mayores cuando los tipos son bajos y las bases muy amplias”.
Durante los años de gobierno de José María Aznar (1996-2004), España vivió diferentes rebajas tributarias que se tradujeron en un aumento de la recaudación gracias al impulso económico derivado de estas medidas liberalizadoras:
- La recaudación por IVA casi se duplicó, a pesar de que no se subió ningún tramo de esta figura fiscal.
- La carga fiscal sobre las rentas (peso del IRPF) se redujo en un 33%, mientras que la recaudación creció un 50%. Cabe señalar que se simplificó la tarifa del Impuesto sobre la Renta, que pasó de 18 a cinco tramos. El tipo máximo bajó del 56% al 45%, mientras que el mínimo cayó del 20% al 15%.
- La recaudación por el Impuesto de Sociedades se triplicó, pese a que se introdujeron diferentes rebajas de los tipos efectivos de esta figura tributaria, principalmente a través de rebajas y deducciones.
Las reformas fiscales de 1999 y 2003 aumentaron la renta neta de las familias españolas en más de un 5,3%. Entre 1996 y 2004, el PIB per cápita aumentó un 64% y la convergencia con Europa se aceleró en más de diez puntos. La deuda pública española también se redujo (del 64% al 51% del PIB) y la riqueza total neta de las familias se multiplicó por dos. El desempleo cayó del 24% al 12%.
Por suerte, el Ejecutivo de Aznar no aprovechó los efectos positivos de estas reformas para consolidar un gasto público más alto. Todo lo contrario: el peso del Estado sobre el resto de la economía española se redujo de forma constante, pasando del 45% al 38%, mientras se alcanzó el primer superávit presupuestario de la democracia, al hilo de una Ley de Estabilidad Presupuestaria que posteriormente fue derogada con nefastas consecuencias.
El ejemplo “lafferiano” del gobierno de Aznar fue continuado por Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid. Como ha explicado su sucesor en la Presidencia regional, Ignacio González, “con 5 puntos menos en el IRPF y con 1 millón menos de habitantes que Cataluña, la recaudación de Madrid por IRPF es 700 millones más alta. Y en relación a Andalucía, que tiene 1,5 millones de habitantes más y un tipo también más elevado, la recaudación es 4.000 millones superior…”.
El problema de la “curva de Laffer” es que la eficiencia recaudatoria de las rebajas de impuestos puede llevarnos a asumir que este tipo de políticas está conducida a fomentar un aumento del gasto público. Nada más lejos de la realidad: lo que Laffer pretende demostrar es que rebajando impuestos de forma sostenida y significativa, el Estado reduce obstáculos al sector privado y alimenta una expansión recaudatoria ligada a un “boom” económico. Por el contrario, cuando el aumento de la recaudación está solamente ligado a las subidas de impuestos, la economía se deprime y la efectividad recaudatoria cae.
Así, las recomendaciones del economista estadounidense deberían traducirse en medidas como las aplicadas en España por los gobiernos de José María Aznar. Hablamos de eliminación de impuestos, rebajas de la presión fiscal, simplificación del código tributario y reducción general del gasto público. En este sentido, los modelos del “flat tax” ofrecen la aplicación más pura de estas propuestas tan positivas para el desarrollo socioeconómico.
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