Cuando los datos de crecimiento de EEUU para 2010 marcaron un 2,4%, la Administración Obama se apresuró a trasladar la idea de que la recuperación ya estaba aquí. No obstante, dos años después parece evidente que aquellos “brotes verdes” no se han mantenido con el tiempo. Las siguientes gráficas, elaboradas por el Mercatus Center de la George Mason University a partir de las estadísticas gubernamentales, confirman la debilidad de la recuperación económica estadounidense.
1. En términos de crecimiento del PIB, tras dos años en números negativos (-3,3% en 2008 y -0,1% en 2009), el 2,4% de 2010 fue apenas una ilusión que se ha venido desinflando desde entonces. En 2011, el crecimiento se quedó en el 2%, mientras que en 2012 apenas alcanzó el 1,5%.
Más ejemplos de la precaria recuperación estadounidense los tenemos en las últimas cifras de empleo que ha presentado el gobierno de Obama para el primer mes de 2013:
La cosa se pone aún peor si tenemos en cuenta el “maquillaje estadístico” de los datos del paro. Este asunto ha sido abordado recientemente por el American Enterprise Institute, y los resultados de la investigación son reveladores: lejos de estar en niveles del 8%, la tasa de paro real supera el 15%. El cálculo de John Williams, experto en analizar estas cuestiones, es aún más pesimista, ya que cifra el desempleo en niveles del 23%.
En su día, Barack Obama justificó sus millonarios “planes de estímulo” argumentando que, en 2013, el desempleo ya estaría en el 5%. La quinta y última gráfica compara las predicciones del Ejecutivo (línea azul) con los verdaderos datos de paro (puntos rojos):
La situación descrita por las gráficas y párrafos anteriores dibujan un sombrío panorama económico que no debería resultarnos del todo sorprendente. Al fin y al cabo, la economía estadounidense sigue sin resolver sus problemas de fondo. Desde comienzos del siglo XXI, el país norteamericano vive adicto al crédito barato.
Tras años de continua expansión crediticia, la apuesta por el dinero barato ha generado una montaña de deuda que alimenta todo tipo de “burbujas” y distorsiones en el sector privado. Al mismo tiempo, estas disposiciones monetarias financian la expansión de un sector público insostenible que, a su vez, vive de la “burbuja” de la deuda pública.
Los estímulos fiscales y monetarios han sido mayúsculos, pero solamente han conseguido retrasar el ajuste. Como ha señalado recientemente Peter Schiff, las recetas keynesianas están agotando ya su recorrido, y el resultado es preocupante, ya que años después del comienzo de la crisis, Estados Unidos sigue sin encontrar el camino de la verdadera recuperación.