La siguiente gráfica toma el periodo 1790-2012 y compara el número de crisis financieras que han sufrido a lo largo de su historia Estados Unidos y Canadá:
Si quieren consultar sus hallazgos al detalle, pueden hacer click aquí. Si prefieren una síntesis del trabajo, quédense con mi resumen del reportaje que ha publicado el Wall Street Journal sobre esta cuestión.
Cuando Canadá se convirtió en una colonia británica, la mayoría de la población tenía orígenes franceses y recelaba de sus nuevos gobernantes. Para asegurarse el control del territorio, los británicos orientaron la estructura política de la colonia hacia un paradigma basado en la limitación de poderes.
El resultado fue un sistema de gobierno que reduce los aspectos de la economía que están abiertos a la regulación y la consideración política. Hablamos, por tanto, de un sistema anti-populista, algo característico de los grandes modelos de democracia liberal. Bajo semejante régimen, ni siquiera las mayorías lo tienen fácil para tomar el control de la política económica con ánimo de orientarla hacia sus preferencias.
Este escenario habría conseguido una separación mucho más efectiva de las decisiones financieras y los intereses políticos, algo que no ocurre en Estados Unidos, donde los intereses especiales conducen la regulación y el funcionamiento del ámbito bancario hacia consecuencias anti-económicas.
En Estados Unidos, Calomiris interpreta que las alianzas entre políticos y grupos de interés convierten a la banca en una herramienta de acción política. Esto permite responder a determinadas reivindicaciones sociales… pero con el coste de una mayor inestabilidad. Por otro lado, el economista subraya que los países que se acercan más al ideal canadiense son Australia y Nueva Zelanda.
¿Qué ha fallado en Estados Unidos? Según Calomiris, desde 1990, existe una coalición entre colectivos sociales, grandes bancos y políticos que viene cebando la burbuja inmobiliaria. Los cambios regulatorios destrozaron a las entidades financieras pequeñas y medianas, consolidando a la gran banca. Y esa banca que quedó no es libre, sino que tiene que actuar de acuerdo con esos intereses anti-económicos que crearon primero una burbuja y luego, como consecuencia, una crisis.
Cabría apuntar que esta tendencia viene de mucho antes. Ya en los años de Roosevelt se relajaron muchas de las normas que ahora han llevado a la crisis a Estados Unidos. No obstante, el argumento volvería a ser lo mismo para aquellos casos: el error vino de distorsionar el mercado financiero para ponerlo al servicio de la política.