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Adiós, ladrillo, adiós

¿Se acuerdan de la estanflación?

Esta palabreja, que no es sino la contracción de estancamiento e inflación, no había vuelto a oírse desde 2008, cuando parecía amenazar al conjunto de las economías mundiales y en particular a la de Estados Unidos. En términos globales, la amenaza ha quedado disipada. De hecho, aunque la inflación está aumentando de manera dramática en los últimos meses –subidas del petróleo, de los alimentos y de los metales- el mundo dista mucho de estar estancado. De hecho, el crecimiento global estimado en 2010 se sitúa en el 4%. La progresión es mayor en los países emergentes (China al 10%, la India al 9%, Argentina al 8%, Brasil al 7,5%, Turquía al 7%, etc.) que en las economías desarrolladas que, en términos generales, crecen a buen ritmo: Alemania al 3,6%, Canadá más del 3%, EEUU al 2,6%, Gran Bretaña al 1,7%, Japón cerca del 3%, Francia al 1,8%, y la media de la eurozona al 1,6%.

¿Todos? Bueno, todos no. Como al comienzo de las historietas del “irreductible pueblo galo”, ampliando la lupa observamos que hay media docena de economías en el mundo que decrecen o están estancadas: Venezuela, Haití (por razones obvias), Grecia, Irlanda, Portugal,… y España.

La estanflación se considera uno de los peores escenarios macroeconómicos porque, sobre todo, es muy difícil de combatir. Impulsar el crecimiento con los resortes tradicionales –política monetaria agresiva- genera más inflación; y luchar contra la inflación –mediante la elevación de los tipos de interés- implica reducción de la actividad y, por tanto, más paro.

¿Y por qué está aumentando la inflación? Básicamente por tres causas. La primera es, precisamente, por el buen ritmo de crecimiento mundial que impulsa la demanda de todo tipo de materias primas. La segunda, y referida en particular a los alimentos, por las malas cosechas del pasado ejercicio: menos cantidad disponible para una demanda incluso superior. La tercera, las fuertes inyecciones de dinero de los bancos centrales (en particular de la Reserva Federal) que, en parte, se desvían hacia la especulación.

¿Y qué supone esto para España? Pues un nuevo problema a la vista. Veámoslo:

España no sólo no está creciendo sino que se halla inmersa en un proceso de reformas y de consolidación fiscal que puede que incluso llegue a ser más profundo en la medida en que bien la Unión Europea, bien el FMI, garanticen la estabilidad de nuestra deuda dándonos su cobertura. Lo que nos toca ahora, por tanto, es reducir deficit, reducir deuda, reducir el tamaño de la administración, reformar el mercado laboral y de las pensiones, y sanear el sistema financiero (problema inmobiliario). Así, las perspectivas para 2011 son de crecimiento cero en una previsión incluso optimista.

Como decíamos, la inflación ya es una realidad. Los datos adelantados de diciembre colocan la tasa interanual española en el 2,9%. El año que comienza va, de entrada, a empeorar la situación: subidas de electricidad, transportes, gas, tabaco, alcohol, y traslación de la subida del petróleo a los productos finales. Como sabemos, la política monetaria hace tiempo que la cedimos al Banco Central Europeo. Y la misión estatutaria del BCE es, por encima de todo, el control de la inflación. Debe evitar a toda costa que el Índice Armonizado de Precios al Consumo de la zona euro no supere el 2%. En diciembre ha alcanzado el 2,2%. ¿Es previsible, por tanto, que a lo largo del año el BCE eleve los tipos de interés? Lo es.

¿Y eso que repercusiones tendría para España? Pues un encarecimiento del crédito en general –cercenando la posibilidad de inversión de las empresas- y un nuevo bofetón a las familias en la cara de las cuotas hipotecarias. Concluyendo: valor de los activos a la baja, pérdida de poder adquisitivo, menos porcentaje del salario disponible para bienes superfluos y sensación de mayor pobreza.

¿Y cómo es posible que seamos la única gran economía desacoplada del resto? Sencillamente, hemos tirado por la borda tres años preciosos sin hacer lo que debíamos (poner en orden el sistema financiero-inmobiliario) y haciendo lo que no debíamos hacer (emitiendo deuda con destino en inversiones ruinosas –planes E- y en gasto corriente).

Buen fin de semana.

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