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Adiós, ladrillo, adiós

Sareb: demuele, que algo queda

A pesar de los incesantes ataques, que no pocas veces se transforman en batallas perdidas, los ciudadanos todavía gozamos de numerosos y relevantes derechos, entre los que se encuentra la libertad de adquirir las viviendas o inmuebles que nuestra economía y voluntad permitan. Ya sea como inversión, ya para disfrute. Es muy habitual que las familias destinen sus ahorros a la adquisición de inmuebles y, por eso, sin tener por ello consideración de ricos, muchas llegan a acaparar dos, tres o cuatro pisos, a lo largo de toda una vida laboral.

Si España ya fuera un país comunista, probablemente esta situación no se daría, pues el Estado forzaría el ajuste del número de viviendas al número de hogares (o viceversa, que en este tipo de regímenes de todo hay). Por eso, llegar a la conclusión de que es necesario demoler viviendas “porque sobran” se me antoja inequívocamente intervencionista o como mínimo propia de sistemas oligopolísticos.

Muchos habréis leído el reportaje de la agencia Bloomberg sobre la posibilidad de que la Sareb acometa demoliciones después del verano. Me llamaron para tomar mi opinión sobre el particular, que han recogido en parte, y que, para evitar equívocos, reproduzco y extiendo a continuación:

a)      Salvo casos muy excepcionales, no me parece una buena política la de demoler viviendas terminadas. La demolición siempre se puede evitar aplicando una política de precios ajustada a mercado. En general, todo activo tiene un precio. Lo que sucede es que a veces no estamos dispuestos a reconocer la caída.

b)      Por el contrario, sí me parece justificable la demolición de edificios en construcción cuyo coste de finalización sea superior a los ingresos que razonablemente se puedan esperar por la venta de las unidades terminadas. Es absurdo invertir en negocios ruinosos.

Y, más allá del punto de vista estrictamente económico, tres consideraciones sociopolíticas:

1.      Demoler viviendas terminadas en un país donde el desahucio es percibido como un problema importante generaría tensiones graves sin ninguna duda.

2.      Sin embargo, también tendría un efecto catártico positivo: muchos propietarios por fin interiorizarían que la caída de precios de sus activos ha llegado para quedarse, que la crisis no tiene forma de uve (V), sino de ele sostenida (L_____).

3.      Por último, la mera noticia de la demolición –acompañada del video de una detonación o de una grúa con bola de demolición en plena faena- sería un nuevo golpe para la dañadísima “marca España”.

Por todo ello, la respuesta de la Sareb al artículo de Bloomberg, a través de una nota aclaratoria ex profeso, me ha parecido impecable: no tiene pensado demoler ninguna de las 55.727 viviendas terminadas que atesora, pero no descarta echar abajo obras en curso con muy poco grado de avance que tengan riesgo para la seguridad de las personas, o en situación de infracción urbanística.

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