La concesión de crédito ha sufrido un fuerte descalabro desde que comenzó el año. Los préstamos a familias han caído, de diciembre a enero, un 63%. El descenso interanual tampoco se queda manco: 43%. En el caso de las empresas, la caída es algo menor: el 30% en un mes, y el 16% en el interanual.
Por otro lado, el interés medio (es decir, el coste) de contratación de una hipoteca ha pasado, en un solo mes, del 2,66% al 2,92%. Casi un diez por ciento de encarecimiento. Es más, según se exhibe en este artículo, los diferenciales que se aplican sobre el índice de referencia –el Euribor a un año- se empiezan a situar en niveles más propios de tipos fijos: desde el 1% hasta el 3%; muy por encima del “cero coma” al que nos tenían acostumbrados. Salvo, claro está, para sus propios activos, donde las facilidades de financiación recuerdan otros tiempos, como vimos en el post de ayer. ¿Qué está pasando?
Echemos un vistazo por el lado de la Demanda. Sin duda se ha contraído. Llevamos meses diciendo que la eliminación de la desgravación fiscal iba a incidir en el mercado de la manera que al final lo ha hecho; es decir, adelantando la decisión de compra antes del final de 2010. Enero ha sufrido la gran resaca de la eliminación de este incentivo.
Pero esto no es suficiente para justificar tanto el descenso en la constitución de hipotecas como, por supuesto, su encarecimiento. Y es fácil deducirlo puesto que el descenso del crédito a empresas –absolutamente ajeno a los incentivos fiscales en la compra de vivienda- indica que hay un cambio de tendencia generalizado.
Algunos caerán en la tentación de argumentar tanto la cantidad como el coste por la fuerte subida del Euribor. Sin embargo, este índice no tiene nada que ver con lo sucedido en enero, mes en que se situó alrededor del 1,5%, en línea con diciembre.
Además, los precios de la vivienda, según todos los índices, siguieron bajando durante el mes de enero lo que implica, con un Euribor similar y condiciones similares, que las cuotas para nuevas hipotecas deberían haber sido más reducidas: un incentivo que debería animar las compras.
Así que tendremos que volver los ojos a la Oferta –bancos y cajas- para entender el cambio. ¿Se acuerdan que hace apenas unas semanas Elena Salgado decía que la recapitalización de las cajas iba a suponer un incremento notable de la financiación? ¿Y de Mafo diciendo que así se evitaría el credit crunch? ¿Y recuerdan también como, casi al unísono, los economistas del país apuntaban a que iba suceder justo lo contrario? Pues ya tienen la respuesta.
En efecto, el propio Banco Central Europeo advirtió el pasado 9 de marzo que adelantar las exigencias de capital de Basilea III supondría incrementar el riesgo de efectos negativos en los flujos de crédito a la economía real. Exigir unos recursos propios superiores en el balance de las entidades financieras incentiva la reducción del crédito, pues es la manera más fácil de conseguirlo –al reducir las necesidades de ampliar el capital-. (Recomiendo al respecto la lectura del artículo de Rubén Manso titulado “Reformas Amarillas” en El Economista).
Al final, lo que se pone de manifiesto es que el país carece de rumbo económico. Vamos dando bandazos desde el comienzo de la crisis y los que nos dirigen todavía no han acertado con el rumbo adecuado. De lo que no cabe duda, por lo acontecido hasta ahora, es que serán las clases medias las que paguen los platos rotos. Prepárense para una buena dosis de sufrimiento y expolio antes de que esto se enderece.