Cuando alguien como Francisco González, presidente del BBVA, dedica en su discurso un buen rato para hablar de lo negativo que sería para la economía española la revisión con efectos retroactivos de los sistemas de ejecución bajo los que se concedieron los créditos hipotecarios, es que tiene sospechas fundadas de que la Subcomisión de Vivienda para el estudio del sistema hipotecario va en serio.
La citada Subcomisión ha generado expectativas entre los afectados, y no admitirían una salida en falso. Aunque tengo la seguridad de que no va a introducir la dación en pago con efecto retroactivo, hay algunos aspectos que probablemente prosperarán habida cuenta de las declaraciones de los portavoces de los partidos más importantes. ¿Cuáles son? La adjudicación del inmueble cuando la subasta quede desierta por una cantidad superior al 50% -probablemente al 70%-; y una modificación de los intereses de demora, tanto en la forma de computarse como en el porcentaje –que raya la usura-. Además, es posible que se introduzcan o mejoren aspectos como la posibilidad de mantenerse en alquiler en la vivienda, o reducir el porcentaje detraído del salario del afectado una vez ha sido despojado de sus bienes para satisfacer la deuda pendiente al banco. Es incluso probable que, para según que casos, se posibilite la aplicación de algo parecido a Ley de la Segunda Oportunidad francesa –responsabilidad por la deuda con todos los bienes presentes, pero no con los futuros-.
No es extraño que la situación preocupe a los banqueros. El crédito hipotecario español supone nada más y nada menos que 1,1 billones de euros, tanto o más que nuestro PIB. El asunto es grave de por sí, pero lo es sobre todo porque más de medio billón de euros (la mitad del total) no está en el balance de los bancos españoles. ¿Se acuerdan de las subprime americanas?
En efecto, todos esos préstamos hipotecarios han sido titulizados y comercializados a inversores internacionales de todo origen y condición. Los famosos papelitos que las agencias de riesgo calificaban como triple A que don Leopoldo Abadía tan bien explicó en su primer libro.
A diferencia de los americanos, los papelitos españoles son de primera calidad. Compruébenlo si no con los datos de mora: apenas el 2,5%. Sorprendente, ¿verdad? Este es uno de los datos que más asombra a los observadores internacionales. Se preguntan, con razón, cómo es posible que en un país en el que todos están endeudados hasta las cejas, más del 20% de la población activa está en paro, y el PIB lleva tres años estancado, sin embargo la morosidad sea tan baja.
La razón es sencilla: la exclusión social, la caída en desgracia, el sambenito de por vida. Familia y amigos apoyan hasta el final a los amenazados, incluso los propios bancos intentan hacer encaje de bolillos por mantenerlos a flote. Pero, como ya relaté en un post hace un tiempo, por cada uno que entra en mora, hay por lo menos otros diez temblando.
Lógicamente, si los sistemas de ejecución hipotecaria se modificaran en beneficio de los deudores hasta el punto de que considerasen que la dación del inmueble al banco fuera la solución óptima, los papelitos prime bajarían rápidamente de calidad. Si los incentivos aprobados por el Congreso implicaran un aumento de la mora hasta, pongamos, el 10% -y no es ningún escenario improbable-, ¿qué sucedería?
PD: Mañana se celebra en Madrid el Día de la Caridad, es decir, la jornada anual que Cáritas dedica a la cuestación popular. Desde que empezó la crisis, decidí regalar un día al año a los que más lo necesitan, así que estaré haciendo labores de coordinación de las mesas de mi barrio. Os invito a que seáis generosos por un día y, si veis alguna hucha en vuestro camino, os detengáis y os rasquéis el bolsillo. Merece la pena. Y con la garantía absoluta de que el destino de las limosnas es el más indicado.