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Adiós, ladrillo, adiós

Los mansos se están hartando de esperar… un banco islandés

Lo peor de esta crisis son, de lejos, los desahuciados. Acostumbrados como estamos a fijarnos en números gruesos y en datos macro, nos olvidamos de que detrás de cada ejecución hipotecaria hay una familia, unos ciudadanos con nombres y apellidos. El lunes por la noche estuve viendo el reportaje “Hipotecados” de Equipo de Investigación (Antena 3) –en el que aparezco fugazmente como experto entrevistado-. El relato más impactante es el del desalojo en una vivienda de un barrio humilde de Barcelona de una familia compuesta por un hombre de unos treinta y cinco años y su madre. Un grupo de vecinos coordinados por alguna plataforma –probablemente la Plataforma de Afectados por la Hipoteca- configuran una barrera humana inexpugnable para la procuradora y el secretario judicial que, al cabo de un rato, les hace desistir. El hijo y la madre, una señora mayor y aparentemente de salud delicada, reciben la noticia con alborozo, pero saben que esto es sólo una batalla y que la guerra, antes o después, la perderán.

Le dice el hijo a la redactora de Antena 3: “Si se quedaran con la casa y ya está, pues bueno, lo podríamos asumir, pero ¿de dónde voy a sacar yo otros 140.000 euros para saldar la deuda?”.

Me viene a la memoria una frase de la película “Encontrarás dragones” -que vi en Semana Santa- en el contexto de las revueltas previas a la Guerra Civil: “los obispos, desde sus palacios, decían que los mansos heredarían el Reino de los Cielos, pero los mansos se cansaron de esperar”.

Los mansos no entendemos cómo es posible que la banca siga anunciando enormes beneficios trimestre tras trimestre; ni por qué las eléctricas exigen nuevas subidas de la luz con resultados record. Tampoco entendemos el mantenimiento de los privilegios de la casta política; ni la facilidad con que se concede crédito a las grandes corporaciones mientras a los pequeños empresarios se les niega. Hay noticias que nos sobrecogen, como que a Fernando Martín se le pueda condonar el 60% de su deuda a título personal, o que a cualquier promotora se le facilite la dación en pago que para los particulares ni se contempla, o que se les refinancie bajo planes de negocio que no se tragaría ni … Imágenes que pretenden “dar un mensaje de confianza”, como la reunión de Zapatero con las treinta y pico grandes empresas del país –bajo la tutela de Botín- son una patada en la boca del estómago de los menesterosos.

Mientras tanto, ayer el Banco de España se congratulaba porque “las tasas de descenso interanual de empleo son más contenidas” –o sea, que se sigue destruyendo empleo aunque a menor ritmo ¡sólo faltaba!-; y Europa Press difundía la mala noticia de que el cierre del Euribor de mayo supondría un encarecimiento anual medio de 800 euros por hipoteca. La sangría, lejos de frenarse, continúa y se agrava.

No pretendo hacer demagogia ni populismo, ni siquiera justificar algún tipo de comportamiento: sé que para muchos casos hay una buena explicación. Soy de formación abogado y entiendo lo de la seguridad jurídica y lo de pacta sunt servanda, pero no me negarán que los costes de la crisis no se están repartiendo de manera justa, que la economía real está subyugada por la financiero-virtual, y que el auto navarro que abrió el melón de la dación en pago no estaba exento de razón cuando afirmaba, basándose en el Código Civil, que “la equidad habrá de ponderarse en la aplicación de las normas” y que “las normas se interpretarán en relación con el contexto y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas”.

El sistema financiero, tal y como a mí me enseñaron, no es un fin en sí mismo, sino un medio: el intermediario que canaliza los flujos excedentarios de los ahorradores hacia aquellos otros con déficit, los prestatarios. En algún momento de la película lo hemos olvidado. Que la economía real soporte las malas decisiones –los riesgos mal ponderados- del sistema financiero hasta el punto de morir en el intento… a lo mejor estoy equivocado, pero me parece mucho más sistémica la economía real que la financiera.

Ayer idealista news se hizo eco de una noticia recogida en este blog que contaba que uno de los bancos islandeses nacionalizados hace ya casi tres años, el Landsbankinn, ha decidido reducir la deuda hipotecaria de sus clientes hasta adecuarla al verdadero valor de mercado de la vivienda o a la capacidad de pago de la familia. ¿La razón? Devolver al pueblo el coste que supuso para las arcas del Estado su nacionalización. ¿Se imaginan aquí algo parecido por parte de aquellas entidades que están recibiendo ayuda directa –FROB- o indirecta –provisiones de pérdidas a la carta, acceso a barra libre del BCE, etc.-?

PD: Este viernes día 3 estaré en la Feria del Libro a partir de las 19:00 en la caseta de Ciudadela/LibrosLibres, que es la número 229. Estaré encantado de saludaros.


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