El corresponsal parisino de El País, Antonio Jiménez Barca, publica en la edición de ayer domingo “El Cheque y la Hormiga”, un breve e interesante artículo sobre la forma de hacer banca (y su relación con el inmobiliario) de nuestros vecinos del Norte. Probablemente estuvo tentado de titular “La Cigarra y La Hormiga” –lo que hubiera sido, a mi entender, más justo- pero, probablemente pensó que la línea editorial para la que trabaja no se hubiera sentido cómoda albergando una metáfora en la que nuestro país –y el Gobierno que lo dirige- hubiera quedado claramente mal parado.
Dice Jiménez que lo que más le llamó la atención al abrir una cuenta en una entidad financiera francesa es “la escrupulosidad con que (…) conceden un crédito hipotecario”: no más de un 66% del precio del piso, tanto ahora como en el boom.
La segunda, -lo que está estrechamente relacionado con lo anterior- es la obsesión de la entidad por fomentar el ahorro entre los clientes: “Debería tener un plan de ahorro, como la mayoría de los clientes”.
Jiménez no entra en detalle, aunque ya sabemos, porque lo hemos tratado en otros posts, que en Francia, además de ser prudentes en la cantidad prestada, lo hacen a tipo fijo. Es decir, no condenan a la ciudadanía a la tiranía de vivir pegados a la evolución del euribor. Con estas condiciones, no resulta extraño que en los tiempos del boom un piso en Cuenca o en Soria fuera más caro que en Burdeos, Marsella e, incluso, que en la mayoría de los barrios de París. Lamentablemente, aún hoy es así.
En las últimas fechas se ha cargado las tintas contra nuestro sistema de Cajas de Ahorro. Además de por su exposición inmobiliaria –muy elevada-, la crítica se ha centrado en su condición de brazo financiero del poder político autonómico. Siendo esto verdad, no lo es menos que la totalidad de nuestro sistema financiero fomenta justo lo contrario que el sistema galo. Es decir, gastar más de lo que se tiene, valorar los inmuebles por encima de lo prudente, someter al cliente a la esclavitud de la deuda variable.
Podrán enseñarnos todos los rankings, stress tests e informes que quieran pero, de lo que no cabe duda, es de que la banca francesa es mucho más solvente, fiable y confiable que la banca española. Cajas, sí; pero bancos también. (Lo que pasa es que las Cajas “no son de nadie”, no cotizan en bolsa, y los políticos de todo signo –por la cuenta que les trae- se han puesto de acuerdo en que sean éstas las que paguen el pato).
Podrán hacer como que recapitalizan, podrán recibir palmaditas en la espalda desde la UE pero, mientras no cambie la forma de hacer banca en España, seguiremos viviendo en el filo.