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Adiós, ladrillo, adiós

España, capital Berlín

Los que fuimos jóvenes en la segunda mitad de los ochenta y principios de los noventa tuvimos la ocasión de experimentar, como ninguna generación anterior lo había hecho, una auténtica explosión de libertad. Nuestros padres, los cuarentones de la época –ni qué decir los abuelos-, asistían atónitos a un período socialmente revolucionario y rebelde, al mayor choque generacional de nuestra historia. Pero no sólo ellos: nosotros mismos, adolescentes inseguros, que habíamos sido educados en los valores y principios que habían guiado a nuestros mayores, nos sentíamos perplejos ante el brutal cambio.

Todo valía. Y si algo fue representativo de la época –además de una auténtica edad de oro musicalmente hablando- fueron las drogas. No sé cómo andan ahora las leyes ni la tolerancia social, pero en aquel entonces se podía adquirir con toda tranquilidad hachís en un bar céntrico de una ciudad cualquiera, y sin necesidad de esconderse del resto de la clientela. Era posible incluso apostarse a la entrada de una comisaría y fumarse un porro delante del policía que frecuentemente hacía guardia a la entrada sin temor ni siquiera a una reprimenda paternalista.

Sin referencias asentadas, y con unos padres en general aturdidos por el devenir de los tiempos, los jóvenes de la época tuvimos que, autodidactas, redefinir principios y armar nuestra propia escala de valores, no sin tropiezos y errores que aprendimos mediante el consabido prueba-error. La libertad es maravillosa… si se sabe utilizar, claro. Libertad implica responsabilidad. Y muchos, entonces, no supieron, no pudieron, o no tuvieron la suerte de utilizarla con un mínimo de responsabilidad. Y algunos se quedaron por el camino. Drogas, dinero fácil e inmadurez llevaron a unos cuantos al cadalso y a otros tantos a centros de rehabilitación donde nada pudieron hacer por cerebros y voluntades terriblemente dañados. Chicos, algunos ciertamente brillantes, cuyas vidas han discurrido a la postre por un camino que nunca imaginaron y, siempre desde entonces, tutelados.

España, como colectivo, es hoy uno de esos chicos. Un país deslumbrante que lo tenía todo. El niño mimado de Occidente. El hijo de papá con un billete de más en la mesilla de noche.

Ayer, después de varios y continuados avisos, papá Europa le dijo ¡basta! y tomó las riendas de la situación. Ayer quedó en evidencia que España es incapaz de gobernarse a sí misma, que ha diseñado una estructura política que favorece que los torpes, los indolentes, los obtusos, los abúlicos y los más irresponsables sean los que dirijan los destinos colectivos. Un país esclavizado por la deuda, por el dinero fácil, por el estómago agradecido. Una juventud anestesiada, embrutecida y sin motivaciones. Una clase empresarial amoldada a las mordidas y las componendas. Una clase trabajadora que sólo quiere derechos y rehúye las obligaciones. Una economía subvencionada, un pueblo esclavo de sus debilidades. Inmaduro. Irresponsable.

El Memorando de Bruselas (MoU), triste es decirlo, es lo mejor que le ha pasado a España en –por lo menos- los últimos cuatro años. El rescate financiero que Zapatero se negó a hacer, el rescate financiero que Rajoy no se ha atrevido a hacer. Como decía ayer acertadamente el periodista Hermann Tertsch en twitter, ‘quien no ejerce su poder invita a otros a arrebatárselo’. En efecto, hemos pasado del “¡que inventen ellos!” al “¡que reformen ellos!”.

Los 32 mandamientos recién llegados de Europa son el mejor programa de gobierno que hemos tenido en mucho tiempo; esa dieta que sabes que tienes que hacer pero que siempre dejas para mañana. La receta adecuada para que el drogata se desenganche. Ni siquiera han olvidado la metadona: nos dejan seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades otro añito más –el cumplimiento del déficit se aplaza a 2014-.

El desglose del MoU lo tienen a su disposición hoy en todos los medios generalistas y económicos (por supuesto aquí, en LibreMercado), y a lo largo de la jornada se publicarán docenas de interpretaciones. Bajo mi punto de vista, y ya poniendo un ojo en el saneamiento bancario ergo inmobiliario, un par de objeciones:

-         Me gustaría que se revisara, en profundidad, el balance de todos los bancos. Incluidos aquellos que se supone que están bien.

-         18 meses me parecen una eternidad para proceder a la recapitalización de la banca. Debe ser un proceso mucho más rápido. De otra manera el mercado inmobiliario permanecerá muerto hasta el final del periodo y el precio seguirá en un proceso lento de descomposición, agravando la sensación de pobreza que cunde entre la población, abrumadoramente propietaria.

Lo más sorprendente del traspaso de poderes acaecido ayer –quizá lo más importante desde el 6 de diciembre de 1978- es que ha pasado sin pena ni gloria. Anoche, mientras escribía esto, el tema más caliente en twitter era “noche minera”-asunto que me produce tal sonrojo que, para no darle importancia, ni siquiera voy a comentar-. Y el resto, temas intrascendentes relacionados con programas televisivos.

¿Queda, pues, algo de dignidad en la España de 2012? Sí. Durante todo el día el nombre de Miguel Ángel Blanco, mártir de la libertad y de la nación, se mantuvo en el top ten de los asuntos más debatidos. El niño pijo yonki todavía manifiesta signos de lucidez. A lo mejor el protectorado alemán dura menos de lo que me temo. Ojalá.

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