Qué mala debe ser la austeridad que ha conseguido que llevemos tres trimestres con crecimiento negativo o cero ¡sin haber sido aplicada! No se pierdan este editorial de Cinco Días titulado “El insoportable nivel del gasto público”. Explica el diario económico del grupo Prisa que, mientras los ingresos se han desplomado, el gasto público total ha pasado de 413.000 millones en 2007 a 468.000 en 2011. ¿Y en 2012? Pues ayer mismo nos informaba Juan Carlos Barba en este artículo de que el gasto no financiero de la administración central ha crecido un 13,1% hasta marzo.
Terrible, la austeridad.
Y sin embargo, este es el mensaje que ha calado en la sociedad. No cabe duda de que la izquierda es eficacísima en el manejo de los mensajes y de las redes sociales. Da igual que se corresponda o no con la realidad. He ahí Hollande, nuevo paladín del “crecimiento”. Otra palabra expropiada, como “progreso”. Como si el progreso o el crecimiento pertenecieran en exclusiva a una ideología.
Otro ejemplo: si recuerdan, el año pasado por estas fechas tuvo gran éxito el video Españistán. Responsabilizaba de la burbuja a Aznar y, en especial, a la ley del suelo que aprobó en 1998. Como me pareció injusta esa interpretación, dediqué dos posts en este blog al asunto. Hace unas semanas el autor del cómic, el brillante Aleix Saló, ha editado un nuevo vídeo para promocionar su nueva obra: Simiocracia. Sin duda ha gozado de amplio reconocimiento, pero muy lejos del primero. ¿Tendrá que ver con el poco favorecedor retrato que hace de la segunda legislatura socialista? ¿O quizá con que haya descartado, como muñidora de la situación actual, a una hipotética conspiración de capitalistas sin escrúpulos que supuestamente manejan los hilos del mundo?
Vayamos ahora al sector inmobiliario. Aunque ha costado, parece que ya se va admitiendo que la burbuja no fue inmobiliaria, sino crediticia. Y que lo que realmente ocurrió es que se vehiculizó hacia las inversiones inmobiliarias. Pero no sólo hacia éstas. De hecho, el IBEX se está encargando últimamente de mostrar, con toda crudeza, que el exceso de deuda aquejó a todo el tejido empresarial del país. Pero, en fin, el mantra que sigue dominando el panorama, tan falso como el de “la vivienda nunca baja”, es el de “la crisis es consecuencia de la burbuja inmobiliaria”.
Otra interpretación equivocada es la que dice que el precio de los inmuebles tiene que bajar muchísimo, tanto como para alcanzar el ratio de 3 –o como mucho 4- años de salario de la unidad familiar (frente a los 6,1 de la actualidad). Este es sin duda un dato importante, un índice a tener en cuenta. Pero no es suficiente. En el año 1995 –que ahora nos resultaría idílico desde un punto de vista inmobiliario- el número de años de renta bruta familiar necesarios para adquirir una casa era de apenas 3,7. Sin embargo, la tasa de esfuerzo financiero suponía el 48,2% de los ingresos familiares. Mientras tanto, en el burbujeante 2005, cuando el precio de la vivienda representaba 7,3 años de renta bruta del hogar, el esfuerzo era de tan sólo el 39,5%. ¿Qué quiere decir esto? Que la financiación importa, y mucho, a la hora de establecer los precios de este mercado. Que la misma familia, con los mismos ingresos, pudiendo dedicar el mismo dinero al mes a pagar la cuota hipotecaria, podrá adquirir un piso de 150.000 euros o de 300.000 euros según sean las facilidades financieras del momento. Y ¿cuáles son las del momento actual? Nadie a fecha de hoy es capaz de responder en dos o tres líneas. ¿Por qué? Porque el sistema financiero sigue sin funcionar. (Por cierto, que la tasa de esfuerzo actual está en el 36,1%; que si bien no es la más baja de la serie histórica, sí que se encuentra muy lejos del techo del 52% de 2008)
En efecto, nuestro sistema financiero no funciona desde 2007. Un sistema en el que la ocultación de la realidad se ha convertido en un arte. Y si no fíjense en la tasa de mora hipotecaria. A mediados de 2007 comenzó una escalada brutal que la llevó desde el 0,5% hasta el 3% en apenas dos años. A partir de ese momento comenzó a bajar hasta el 2,4% y, desde entonces, apenas ha remontado unas décimas hasta el entorno del 2,8%. ¿Cómo se pueden justificar estos datos si el paro no deja de crecer y la economía se deteriora día a día? En Irlanda, con una tasa de desempleo diez puntos inferior a la nuestra, está por encima del 8%. ¿Se sorprenden ahora de que S&P o JP Morgan alerten de esta irregularidad? Yo no.
Así pues, si los préstamos hipotecarios rondan los 600.000 millones de euros, 5 puntos más de mora representarían 30.000 millones. Ahí queda.
Pero aún hay más. Vayamos a la Reforma Financiera. De los 323.000 millones reconocidos de activos inmobiliarios ligados al crédito-promotor se han considerado problemáticos 175.000 (54%). Y ha sido sobre éstos sobre los que se han elevado las provisiones. Hasta aquí bien. Pero la pregunta que todos se hacen es ¿cuántos de los 148.000 millones considerados no problemáticos lo son realmente? ¿Cuántos responden a refinanciaciones -a “patadas p’alante”- esperando que escampe? Pues seguramente la mayoría. Promotores bien capitalizados haylos, pero son una excepción. Apliquen ahora un nivel similar de provisiones a los 148.000 millones que dicen que son buenos. Y acomódense antes de ver el resultado.
Esos vehículos, o sociedades instrumentales, o bancos malos, que parece que ahora se van a poner en marcha mucho me temo que no van a ser la solución al problema. Y no lo son porque el propio De Guindos ha manifestado que sólo se refieren a los 175.000 millones que son considerados problemáticos. Incluso dando por buenas las exigencias de cobertura de la Reforma Financiera –es decir, asumiendo que el valor de mercado de los activos es el que ha fijado el ministerio- estaríamos otorgando carta de naturaleza a los restantes 148.000 millones de crédito-promotor y a la mora hipotecaria del dos coma algo. ¿De verdad alguien se cree que se va a dar confianza a los mercados con este nuevo cambio de rumbo que sigue sin coger el toro por los cuernos?
O se acomete de una vez y en profundidad la limpieza de la Banca o nuestra economía colapsará, con y sin austeridad, con y sin despilfarro. Dará igual que se hagan reformas laborales, se redistribuyan competencias en el ámbito territorial, se cierren televisiones públicas o se fusionen ayuntamientos. Las buenas y las malas medidas palidecerán mientras la banca no se ajuste de una vez. España ha entrado en una dinámica autodestructiva, en un círculo vicioso que sólo se puede detener si se mete un hachazo definitivo al precio de los activos al tiempo que una Banca ya saneada se dedica a lo que se tiene que dedicar.
Y les dejo para terminar con un extracto del estupendo último artículo de Daniel Lacalle, que expresa de manera inmejorable lo último que quería transmitir hoy:
“Hablan en España de “negociar cómo sacar adelante el banco malo”. ¿Banco malo? No gracias, de esos ya tenemos muchos. Lo peor es que nos digan que se negocia el banco malo -malísimo- con fondos europeos “para que no suponga coste público”. ¿Pero de dónde se creen que sale el dinero del EFSF y de esos fondos europeos? De sus bolsillos, en impuestos. ¿Y sinceramente se creen que unos activos que no se han podido colocar en años van a recibir interés inversor a un valor en libros -muy descontado, me dicen- que no se cree ni Lady Gaga?
Eso de que las entidades bancarias no pueden –no quieren- ampliar capital es una filfa. Unicredito hizo una ampliación de 7.500 millones sin problema. Lo que fastidia es el descuento al que hay que hacerla y el precio que la demanda establece. Ya saben, vivimos en el país de “el precio es el precio”, la demanda no importa y esperar a que escampe. Eso de que una entidad bancaria no puede quebrar porque se crea riesgo sistémico es otra filfa. Se crea riesgo sistémico en los puestos de sus directivos. El propio Emilio Botín lo decia en 2006 “hay que dejar que las entidades insolventes quiebren”. Y nada de chorradas de peligro para los ahorros. Peligro para los ahorros son las cuotas participativas y las preferentes.
La solución es simple y la que se ha dado en todo el mundo. Que algunos bancos insolventes quiebren y se subasten sus activos, que bajen los pisos lo que tengan que bajar, que se limpie el sistema y no se posponga la solución agrandando el agujero. Llevamos desde 2008 con este mismo tema…si lo hubiésemos hecho entonces, ya estaríamos hablando de recuperación.”
Pues eso.