Para esto es para lo que Zapatero decidió no adelantar las elecciones a Octubre. Para un Consejo de Ministros que, en pleno ferragosto, iba a tomar las medidas que salvarían a España del Apocalipsis financiero.
Y mientras en las calles de la capital miles de energúmenos poseídos por el odio juegan al Apocalipsis –este sí, el de verdad- con ingenuos chicos llegados de todo el planeta que pensaban que acudían a una fiesta, Zapatero ha confirmado lo que la mayoría aventurábamos: la fecha escogida para desaparecer –por fin- del mapa es un mero cálculo político.
El “último mensaje” de ZP a la nación es un compendio de populismo de la peor calaña que no resuelve ninguno de los problemas económicos del país: lo del Impuesto de Sociedades, un auténtico atraco injustificado salvo para cobrarse favores de este nuestro querido capitalismo crony. Lo de las farmacias algún día me gustaría contarlo, aunque me salga de mi tema. Y por último, la rebaja del IVA en la venta de viviendas: si me lo llegan a contar off-the-record hubiera pensado que me estaban engañando o, como mucho, lanzando un globo-sonda.
Beatriz Corredor ha encabezado desde hace unos meses una campaña que, por lo inusual, sorprendió a propios y extraños; una campaña que, de tan ultraliberal, me cuesta pensar que haya pasado inadvertida para esos medios que hacen del dogma keynesiano y de la adoración del Papa Krugman algo más que una profesión de fe. Pero vayamos al principio:
En 1992 explotó nuestra anterior burbuja inmobiliaria. El sector quedó tan tocado como ahora, si bien entonces el mercado era mucho más pequeño que hoy y, además, no coincidió con una crisis financiera mundial. Tal era la atonía del mercado inmobiliario que en aquel momento pareció una buena idea incentivar fiscalmente la compra de vivienda con medidas como la cuenta ahorro vivienda, o la desgravación fiscal para adquisición de primera vivienda. Hasta aquí, chapeau.
A partir de 2001, gracias al enorme impulso que supuso el dinero low-cost de Alan Greenspan y del BCE, los incentivos fiscales estaban de más. Desde ese año y hasta 2007 a ninguno de los ministros que pasó por la cartera de economía se les ocurrió eliminarlos. ¿Para qué tocar nada si todo iba viento en popa?
Y así, tras tres años de crisis, con el sector devastado y con la banca al borde de la quiebra, a nuestro gobierno le pareció que era el mejor momento para retirarlos. “Pero, hombre, ¿cómo se os ocurre?” “Pues porque esos incentivos fueron los que alimentaron la burbuja y no queremos que se repita”. “¿Pero cómo se va a repetir, si el precio está en caída libre y no se vende un piso?”. “Pues para que se ajuste el precio de una vez, ¡nada de intervencionismo!” Un gobierno socialista que rehúye de la intervención: increíble, ¿verdad?
Por eso, cuando el PP anunció que con carácter retroactivo pondría de nuevo en marcha la desgravación por compra de vivienda, el gobierno socialista y sus terminales mediáticas se lanzaron a degüello con la misma saña y argumentos que los economistas más liberales. “Irresponsables”, “electoralistas”, “la vuelta al ladrillo” es lo más suave que les dijeron.
Y ahora, con el partido acabado, en los “minutos de la basura”, el Gobierno recula y ofrece reducir el IVA al 4%, poco más de un año después de subirlo del 7 al 8%. ¿Cabe mayor incoherencia?
Pues no del todo. ¿Y eso? Si recuerdan, hace menos de un mes Rubalcaba dijo nada más y nada menos que esto: “No se puede pasar del atracón del ladrillo al ayuno”. Vamos, que ya iba poniendo sobre aviso. Lo raro es que Corredor no tomara buena nota, o que Elena Valenciano no le diera el soplo. Y así, la Secretaria de Estado se despachó con estas declaraciones hace sólo veinte días. Ver para creer.
¿Y por qué lo han hecho? La respuesta, el próximo lunes. Pero piensen mal y acertarán.