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Adiós, ladrillo, adiós

El "Monstruo de la Deuda Incierta" sigue creciendo

Prácticamente todos los que informamos y opinamos de esto -incluido yo mismo- estamos, en estos momentos, enfocados en el problema urgente (e importante) de conocer la exposición real de la banca al sector inmobiliario, entendiendo por tal no tanto el número y valor inicial de los activos, sino la calidad y valor actual de los mismos en relación con el de los deudores que los poseen.

Tan es así que, tanto el Gobierno como las propias entidades, han dejado de poner el foco en el valor de los activos para centrarse, sobre todo, en los deudores. “¡Qué más da lo que valga ese piso! Lo que les importa es la capacidad de fulanito de seguir pagando la cuota”. Y esa capacidad es muy alta (los fallidos representan un % irrisorio) habida cuenta de la pena de “galeras y excomunión” que supone para el infractor.

Y siendo este un problema de máxima gravedad, estamos dando de lado a otro que es el que verdaderamente subyace: la condena a toda una generación de españoles a la incertidumbre del tipo variable por toda su vida laboral. Imaginemos por un momento que la crisis se hubiera superado. ¿Supondría el fin de las amenazas para las familias? Antes al contrario, implicaría su profundización. En el marco de una economía boyante, tendríamos que apechugar con un escenario de tipos de interés elevados o, como mínimo, con el de unos tipos de interés inciertos, que se moverían, ora arriba, ora abajo. Las familias, que en un momento histórico de tipos bajos ya destinan cantidades del entorno del 40% de sus ingresos al pago de la cuota hipotecaria, permanecerán durante décadas al borde del infarto, pendientes de un euribor que condicionará todas sus decisiones de consumo importantes (compra de coche, vacaciones de verano, etc.).

Por eso me preocupa, más que ninguna otra cosa, la actual facilidad crediticia que la banca está poniendo a disposición de los compradores de sus viviendas: financiación que cubre el total del precio e incluso los gastos, a tipo de interés variable de euribor más un diferencial mínimo, plazos de amortización infinitos, e incluso periodos iniciales de carencia.

Nadie ha denunciado esta situación, nadie ha levantado la voz. Tengo claras las prioridades de la banca en este sentido, pero ¿es este el modelo que desea el Gobierno, la oposición, el Banco de España, los consumidores y los medios de comunicación? O no hemos entendido todavía la naturaleza de esta crisis, o no la queremos reconocer. Lejos de invertir esta tendencia que ya supone un drama para los centenares de miles de compradores de los años del boom, estamos alimentando al monstruo de la deuda incierta para los noveles.

Las bondades del reconocimiento del valor real de los activos –como la introducción de la “dación en pago”, que no haría sino acelerar este proceso- no sólo son relevantes por cuanto inyectarían dinamismo a un mercado intervenido y cuasidesaparecido, sino que residirían en la posibilidad de reinstaurar un modelo hipotecario de cuotas fijas y plazos de amortización razonables. Sólo con una bajada de precios importante sería posible aplicar este modelo sin pérdida de la capacidad adquisitiva de las familias. Sólo así podremos reconducir las economías familiares hacia una senda de optimismo hacia el futuro.

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