Sr. Rajoy,
A pesar del comienzo de mi artículo, no crea que le deseo un mandato fugaz. Sinceramente me gustaría que pudiera optar con garantías a una segunda legislatura y que la ganara. El socialismo ha hecho tanto daño a este país durante los últimos siete años que sería terrible volver a reeditar la experiencia.
Muchísimos españoles pensábamos que Ud. vendría para enderezar el rumbo de la Nación -no sólo el económico- pero según pasan los días cunden, justificadamente, la preocupación y la desesperanza.
Quizá nos hicimos demasiadas ilusiones, pues ya en la oposición titubeó en situaciones que merecidamente exigían decisión y autoridad -como en la trama “Gürtel” o en los múltiples casos de corrupción del levante gobernado por sus barones-. Pero, claro, también tenía en su haber el buen recuerdo de los años en que jugó un papel protagonista en los gobiernos de José María Aznar.
El caso es que la legislatura empezó del peor modo posible: convalidando y dando por buena la acción de gobierno de Zapatero. El mismo día que consumaba la traición a sus votantes elevando el impuesto sobre las rentas del trabajo y del capital, condecoraba a aquél que Ud. mismo calificó de ‘bobo solemne’ con el Collar de la Orden de Isabel la Católica. Sí, esa distinción que se concede a los que han realizado “comportamientos extraordinarios que redundan en beneficio de la Nación”.
Aunque el impuestazo ya debía habernos puesto sobre aviso, lo cierto es que lo interpreté como una concesión ineludible a Bruselas o, al menos, como un gesto de buena voluntad a los que nos estaban facilitando un bajo interés por la deuda. Sin embargo, ahora empiezo a entender que lo que realmente pasa es que –y Ud. me perdone si me equivoco- no tiene una verdadera política económica, no responde, al menos en este ámbito, a unos principios, a un plan, a una visión.
Para ser justos hay que reconocer que se ha dado prisa en poner en marcha reformas ineludibles, como son la financiera y la laboral. Lamentablemente, ambas se han quedado a medio camino y pronto –sobre todo la financiera- las tendrá que “re-reformar”. Más adelante le explicaré por qué creo que ha obrado a medias.
Ud., que siempre alardea de ser predecible y sensato, no lo está siendo en estos tiempos. No es sensato someter las urgencias económicas de la Nación a unas elecciones autonómicas. No es predecible una subida de impuestos cuando el rompeolas del PP -el Gobierno autonómico de Madrid- o su antiguo líder y presidente –Aznar- han basado su éxito en menos impuestos y más libertad económica. No es predecible ratificar los liberticidios socialistas en casos como la ley antifumadores o la Educación para la Ciudadanía. No es sensata ni predecible una amnistía fiscal al tiempo que (¡quién te ha visto y quién te ve!) se pretende cercenar el libre derecho de pago en efectivo, estableciendo la presunción de delincuencia del ciudadano –presunción que ya cuenta con el funesto precedente de la ley Sinde-Wert-.
En el debate que mantuvo con Rubalcaba antes de las elecciones Ud. afirmó que no tenía hipotecas, que no debía nada a nadie. Pues, francamente, no es esa la sensación que está transmitiendo. Si no, no se explica el gabinete de cuotas que ha compuesto –con la bicefalia económica como máximo exponente-; ni las veleidades en Cataluña y en el País Vasco; ni la tibieza con que enfrenta la reforma financiera. Y me estoy refiriendo fundamentalmente a Bankia. Sé que es un marrón: las antiguas cajas de sus dos feudos más señeros y, encima, coronadas por el que fuera su compañero y superministro de Aznar. Pero se equivoca si cree que Bankia, Andalucía o las familias de Génova son sus acreedores. Sus acreedores somos nosotros, los españoles. Los de ahora, los de antes, y los que vendrán.
La última vez que se le vio alegre, Sr. Rajoy, fue celebrando la victoria electoral en el balcón de su sede. Desde entonces su cara rezuma preocupación. Y no es para menos. Sé que la economía no es su fuerte, y no se lo reprocho, pero sí lo es no estar bien asesorado. Si lo que cuenta el empresario Martin Varsavsky es cierto, su responsable de política económica antes de acceder al Gobierno, el Sr. Montoro, no conocía con profundidad la naturaleza de la crisis a la que nos enfrentamos. Si no, no se explica que afirmara sin titubeos que “las cosas estaban mucho peor en 1996 que ahora”. Estoy seguro de que también influyó en su errada percepción la facilidad con que Zapatero se zafó de las acometidas de Bruselas: no debíamos estar tan mal, pensaría Ud., cuando en Italia el presidente del gobierno fue sustituido en un abrir y cerrar de ojos por un cónsul del Imperio. Lo cierto es que el Imperio no tomó medidas porque presumía que el partido que Ud. representa, con su marchamo de tecnócrata y bien preparado, sabría hacer “lo que hay que hacer”. Por la expresión de su faz he de suponer que ahora ya conoce el problema en toda su magnitud. Sin embargo dudo de que se esté asesorando correctamente para salir del atolladero.
Le voy a decir lo que creo: Ud. pensaba, como el Sr. Montoro, que esto se solucionaba con unas cuantas privatizaciones, un par de reformas light, y un amago de austeridad. Un año –o dos- con malas caras y, al tercero, a recoger la cosecha. Ni por asomo se ha planteado Ud. reformar el Estado de las Autonomías, instaurar la separación de poderes, introducir la democracia interna en los partidos, o eliminar la partitocracia. Pensaba que, como en El Gatopardo, bastaría cambiar un par de cosas para que todo siguiera igual. Pues esto no ha hecho más que empezar. Los desafíos que tiene por delante son tremendos. Y la tibieza es la peor consejera.
Inspírese en otros líderes que han afrontado otras situaciones de dificultad: ahí están Churchill, Reagan, Thatcher y, más cerca, el propio Aznar. Mire a su alrededor: la pequeña Irlanda se empeñó en mantener su Impuesto de Sociedades al 12,5% y no ha habido Troika que pueda con ello. Y están saliendo del hoyo. Probablemente si no hubieran socializado las pérdidas de su banca ya estarían a velocidad de crucero. Recuerde la máxima de su antiguo jefe: “la mejor política social es crear empleo”. ¿Y cómo se crea el empleo? Eliminando trabas administrativas, reduciendo impuestos y… con un sistema financiero sano.
Lamento decirlo, pero la imagen que está dando las últimas semanas es la de pollo sin cabeza, la de cola de lagartija. Se nota que no tienen convicción en lo que están haciendo. Sus ministros anuncian las medidas pidiendo disculpas por adelantado, como dando pena. Y Ud. hace lo mismo: “Ya me gustaría poder gastar 20.000 millones más…”, dijo hace unos días en el Congreso. Ayer mismo se volvió a escenificar por dos veces la improvisación y el desenfoque. Primero, con la desautorización de De Guindos por Floriano. Después, con la escueta nota de prensa enmendando el ya remendado Presupuesto de este año. Desolador. Un gobierno a golpe de editorial de Financial Times, de advertencias de Goldman Sachs, de prima de riesgo. Patéticamente zapateril.
Sr. Rajoy, en los mentideros de la corte ya se baraja su posible sustitución como Consejero Delegado de España, S.A. para verano. ¿Y se imagina quién puede ser su sucesor? En efecto, Joaquín Almunia. Y, ¿quién mejor para “hacer lo que hay que hacer” que un socialista adiestrado en Bruselas? ¿Quién mejor para controlar a sindicatos y a los resistentes a los cambios que “uno de los nuestros”? ¿Quién mejor para hacer políticas socialdemócratas que un socialdemócrata? Se lo está poniendo demasiado fácil, Sr. Rajoy. Y encaja con el affaire de las filtraciones a Reuters.
Pero, ¿sabe una cosa? Todavía está a tiempo de cambiar este infausto destino. Seguro que tiene una visión de España. Pues bien, haga un plan para conducir al país hacia esa visión. Comuníquelo comme il faut – deshágase urgentemente del Caballo de Troya de RTVE- y dé la cara ante los españoles, y tome las medidas que conduzcan a él con coherencia. Y recuerde: la mejor política social es crear empleo.
Muchísimos españoles, yo el primero, estaremos ahí para apoyarle. Vale la pena intentarlo.