Seis meses antes de que a José Manuel Campa le nombraran Secretario de Estado de Economía me lo crucé por los pasillos del IESE. “¿Qué tal te va?”, me preguntó. “Pues ya ves, sufriendo la crisis”. Ya ha llovido desde aquel día y seguimos igual, sufriendo la crisis.
Ayer lo vi en persona por vez primera desde entonces. Acudió de nuevo al IESE, esta vez como invitado de excepción para clausurar la jornada dedicada al “Futuro de las Cajas de Ahorro” que relaté ayer. Llegó un poquito tarde, escoltado por un pequeño ejército de fotógrafos, cameramen y entrevistadores. Algunos de los profesores más destacados del IESE le hicieron pasillo tanto a la entrada como a la salida, lo que le ayudó a evitar el contacto directo y visual con la legión de antiguos alumnos que allí nos congregamos.
Las clases de Campa eran divertidas, instructivas y siempre tenían un punto de provocación. No se puede decir que fuera el mayor defensor del liberalismo en España pero sí un absoluto convencido del libre mercado como el mejor medio para regular las relaciones económicas entre los hombres. Recuerdo cuando en una de las clases afirmó que “el ecologismo es un lujo de los ricos”. ¿Cómo? Explícate, por favor. “En Occidente nos quejamos de que los chinos queman demasiado carbón y de que los brasileños talan demasiados árboles… Es muy fácil: si no nos gusta, paguémosles para que no lo hagan”. “En Europa hemos quemado todo el carbón del mundo y hemos talado todos los árboles que nos ha apetecido desde que empezó la Revolución Industrial hasta hace relativamente poco; ahora que somos ricos podemos permitirnos el lujo de no hacerlo, pero no nos basta: también queremos que los pobres (India, Brasil, China, etc.) se abstengan. ¿Y cómo queremos entonces que alcancen nuestro nivel de vida? Está claro que si no nos interesa que quemen sus bosques, lo único que podemos hacer es pagarles hasta que les compense no hacerlo”. Este es Campa en su salsa. Así que no es de extrañar que diga, más en un ejercicio teórico y casi académico que en su condición de Secretario de Estado, que los españoles haríamos bien en concentrar nuestros en ahorros en otra cosa que no fuera ladrillo.
¿Y por qué dijo esto? Alguien en la sala le reprochó que en unas recientes declaraciones había afirmado que los españoles eran muy ricos porque tenían pisos: “¿Y qué van a hacer con esos pisos? ¿Comérselos? Lo cierto es que lo único que tienen es una fuerte deuda”. A lo que él respondió: “¿Lo ves? A eso me refería: los españoles tienen mucho ahorro concentrado en la vivienda que ahora mismo es un bien ilíquido…” y acto seguido colocó la frase que ha acaparado titulares y tertulias durante los últimos días.
Pero, ¿es cierto que la vivienda es ilíquida o no será más bien que ha resultado una mala inversión? Un ejemplo que todos entenderemos: si yo compré hace tres años acciones del Santander a 14 euros, y ahora pretendo venderlas a 14 euros, ¿qué es, una inversión ilíquida o una mala inversión? Teniendo en cuenta que en bolsa cotiza a unos 8 euros, estaremos de acuerdo que es una mala inversión ¿no? Mercado para la vivienda sigue habiendo, pero con descuento. Transformar un piso en cash sigue siendo posible, sólo faltaba, pero por menos cash del que generarías hace cuatro años.
Campa también insistió en otro aspecto que atañe al sector inmobiliario. Dijo que el sector de la construcción, en el último ejercicio, aportó al PIB 4,5 puntos, frente a los 9 del año 2007. Y explicó que lo que intentaba hacer el Gobierno era impulsar otros sectores de la actividad que suplieran esos 4,5 puntos perdidos.
Dicho así, en términos de PIB, no parece tan grave el problema (¿qué son 4,5 puntos de PIB -unos 45.000 millones- en un país acostumbrado a manejar todos los días cifras de decenas de miles de millones de euros cada vez que hablamos de banca, de cajas, de comunidades autónomas, etc.?). Lo que suena más dramático y menos macroeconómico es cuando te das cuenta de que esos 4,5 puntos de PIB vienen a ser entre un millón y medio y dos millones de trabajadores en el dique seco. ¡Qué ironía! El día en que Zapatero se reunió con el G-34, los medios de comunicación, para darle empaque al evento, recordaban que en ese cónclave el Gobierno había congregado a las empresas que facturaban cerca del 40% del PIB y empleaban nada más y nada menos que a un millón de personas. ¡Qué ingenuos somos! ¿Es esto el libre mercado o el capitalismo de amiguetes o “crony” –que dicen los americanos-, profe?