Uno de los detalles que ha trascendido sobre el banco malo en marcha es que los activos tóxicos de la banca le serán transferidos no a su valor de mercado, sino a lo que se ha dado en llamar un “valor razonable”.
¿Qué es esto? ¿Otro intento de camuflar la realidad? ¿O, por el contrario, tiene sentido? Pues ni sí, ni no, sino todo lo contrario.
Si un día D. Amancio Ortega decidiera vender de golpe su casi 60% de acciones en Inditex, sin duda el valor de las mismas se desplomaría. Igualmente sucedería si la baronesa Thyssen decidiera desprenderse en un solo día de su colección de cuadros: el mercado del arte sufriría un importante varapalo. Ahora bien, si en lugar de vender precipitadamente lo hacen poco a poco y en un horizonte temporal amplio, conseguirán un resultado mucho más favorable a sus intereses.
Por lo que se ha podido saber, el banco malo que se va a poner en marcha a la vuelta de verano va a disfrutar de 10 años para liquidar los activos. Esto es, se verá obligado a deshacerse de alrededor de un 10% anual. (Si les parece poco, piensen que hasta que la señora Merkel se hizo cargo de nuestro lío, el plazo que el ministerio estaba barajando era de exactamente el doble: 20 años, 5% anual).
Se trata, bajo mi punto de vista, de un plazo razonable para sacar a la venta los denominados activos tóxicos de las entidades que reciban ayudas de Europa. ¿He dicho “razonable”? Definir razonable no es fácil, aunque todos entendemos que es un lugar a caballo entre el valor contable del bien –el que figura originariamente en libros- y el valor actual de mercado. Valor, este último, francamente difícil de hallar para una buena parte de los activos afectados. Valor que, en muchos casos, habría que estimar aplicando métodos dinámicos y asumiendo escenarios socioeconómicos que hoy por hoy se antojan ciencia-ficción. Valor próximo a cero en muchísimos activos periféricos y/o en etapas iniciales de desarrollo urbanístico.
Llegados a este punto, ¿por qué debe el banco malo adjudicarse un activo por el valor razonable y no por el valor de mercado? Dicho de otro modo: ya puestos, ¿por qué no se reconoce definitivamente una mayor pérdida desde el principio y, si más adelante hay recorrido al alza, que se lo atribuya en su totalidad el banco malo en su cuenta de resultados?
Si me pongo en la piel del ministro de economía encuentro una buena razón para hacerlo. Como sabemos, las pérdidas (y las consiguientes necesidades de recapitalización) de la banca van a ser cubiertas por un préstamo que Europa va a conceder al FROB (el Estado, o sea, todos nosotros). Cuanto mayor sea el préstamo, mayores serán los intereses a pagar y el capital a devolver. Al mismo tiempo, y dado que el plazo de diez años permite razonablemente pensar que los activos se colocarán en el mercado por un precio medio superior al actual valor de mercado, ¿para qué hinchar la factura del préstamo?
El riesgo de tomar una decisión así radica en que los mercados puedan entender que la limpieza y saneamiento de los balances no sea completa. Sin embargo, también aquí el ministro se ha cubierto: para recuperar la confianza ha depositado en manos de reputadas firmas internacionales la valoración de los activos. Por un lado, Oliver Wyman y Roland Berger; por otro, las Big Four (Pwc, KPMG, Deloitte, Ernst & Young); por último, el FMI tutelando todo el proceso.
Otra cosa sería si no se hubiera optado por socializar/nacionalizar las pérdidas. Pero eso es otra batalla perdida.
Por último, me temo que esto del valor razonable va a tener también efecto en los precios de los inmuebles, como ya preví en este post. En una próxima cita escribiré de ello.