Si por algo se ha caracterizado el paso de Pedro Sánchez y su ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, así como sus titulares de Seguridad Social José Luis Escrivá primero y Elma Saiz ahora, en el mercado laboral ha sido por la adulteración de la estadística y la galopante precarización del empleo.
Durante el mandato de Sánchez, los españoles no sólo nos hemos empobrecido más y más rápido que cualquier colega europeo, sino que, además, hemos sido víctimas de un engaño estadístico sin precedentes.
El salario real de los españoles está hundido. El promedio es de cerca de 1.300 euros menos al año promedio por familia. Y a esta situación no ayuda un mercado laboral que tiene signos de agotamiento, sólo maquillados por la ingeniería estadísitica de Yolanda Díaz.
Cada mes, coincidiendo con la publicación de los datos de paro y afiliación que ofrecen simultáneamente Seguridad Social y Servicios Públicos de Empleo, el sindicato independiente USO denuncia en un informe periódico la adulteración de la estadística hasta un punto en el que es imposible conocer cuál es la radiografía real del mercado laboral español y, por lo tanto, como ellos también denuncian, es imposible poder diagnosticar los problemas.
Sin embargo, USO profundiza en el dato tanto como la estadística permite y es capaz de desenmascarar algunas de las magnitudes más lacerantes del informe. En la última cata de los datos del paro, USO denuncia la ocultación de las personas que realmente en España no trabajan y quieren hacerlo, y que lejos de estar en los 2,66 millones de los que presume el Ejecutivo, están más cerca de los 3,23 millones, a los que, dice USO, si eliminamos los efectos estacionales de la Semana Santa y la feria de Abril, el número de personas desempleadas más verosímil para el mes de abril serían los 3,8 millones de parados.
Pero quizá esta realidad no sea la más sangrante, sino aquella que deriva de los datos de los que presume el Gobierno respecto a la eliminación de la precariedad que siempre ha caracterizado a nuestro modelo laboral y que, en realidad, esconde una precarización en aumento.
Hay dos datos precisamente en este sentido que desenmascaran la euforia del Gobierno. Por un lado, la contratación. Al haber convertido la contratación temporal en fija discontinua, es mayoritaria la contratación llamada "indefinida", sin embargo, vemos que sólo 4 de cada 10 contratos indefinidos realizados son a tiempo completo, o lo dicho de otra manera, que 6 de cada 10 son a tiempo parcial.
Por otro lado, USO se pregunta, ¿cómo es posible que realizándose más de 1,2 millones de contratos en total entre indefinidos y temporales, no haya disminuido notablemente el número de parados? A lo que USO responde: "Se están produciendo en la práctica tantas rescisiones de contratos como altas. Se mantiene, por tanto, una alta rotación en el empleo". Por otro lado, se pregunta "¿Cuánto han durado estos más de medio millón de contratos indefinidos?" Su conclusión, poco esperanzadora: "Tenemos contratos cerilla que se consumen en muy poco tiempo".
Y esta realidad, lejos de la estadística, y más bien fruto de la observancia profunda de los datos, es la que permite dar respuesta a la otra gran pregunta de la estadística. ¿Cómo es posible que en el último año se hayan creado 486.500 puestos de trabajo si para conseguirlo han sido necesarios 15.4 millones de contratos? Pues porque de media, cada afiliado, cada puesto de trabajo ha tenido que firmar 2,6 contratos cada mes.