Al principio de los tiempos, los seres humanos vagaban de un sitio a otro en busca de alimento. Pero hace 12.000 años, descubrimos la agricultura y la ganadería aquello cambió nuestra historia. Pudimos construir ciudades, nos expandimos, se inventó la escritura, empezamos a fabricar herramientas... Cambiamos nuestro destino gracias a una auténtica revolución que se conoce como Neolítico. Y todo ello fue posible gracias a que aprendimos a producir nuestros propios alimentos.
Y es bueno recordar esto porque ahora mismo Europa está a un paso de depender de terceros países para llenar la nevera. Los agricultores y los ganaderos se han cansado de repetirnos que los alimentos no salen del supermercado, España ya importa de Marruecos más de la mitad del calabacín que consumimos y en breve podría pasar lo mismo con los tomates. Además, el precio de los alimentos se ha disparado. Basta con fijarse en el aceite de oliva. Y esta es La venganza del campo, que también es el título del libro que acaba de publicar Manuel Pimentel, exministro de Trabajo y Asuntos Sociales en el Gobierno de José María Aznar, creador y editor del grupo Almuzara y ganadero de vacuno.
LD: ¿Cómo va a ser la venganza del campo?
MP: El concepto es alegórico, es verdad que tiene connotaciones bíblicas, pero en el fondo no deja de ser una realidad. Vivimos en una sociedad eminentemente urbana que entre los años 2000 y 2020 disfrutó de una alimentación buena, bonita y muy barata. A nadie le preocupaba este tema y, en consecuencia, también dejaron de preocuparle los agricultores. Al mismo tiempo comenzaron a instaurarse unos nuevos valores urbanos como el medio ambiente y la sostenibilidad, que están muy bien y que compartimos. Se fueron tomando una serie de normas políticas que siempre han caminado a limitar y encarecer la producción agrarias. Al final, el resultado es obvio. Si alguien no produce los alimentos, o la despensa se queda vacía o los productos se vuelven mucho más caros. Y la venganza del campo es precisamente esa subida de precio que ya estamos empezando a experimentar y que, si las cosas no cambian, incluso se va a acelerar a partir de ahora.
LD: Vamos a hablar de ese rodillo normativo europeo. Hace nada los agricultores se libraron por los pelos de tener que reducir a la mitad el uso de fitosanitarios, pero ya tenemos aquí la ley de Restauración de la Naturaleza, que va a reducir la superficie del cultivo y los caladeros. O la normativa en bienestar animal en las granjas, que provocará la subida del precio del pollo… ¿Este es el resultado de las leyes agrarias que se hacen desde los despachos?
MP: Hemos decidido externalizar la producción agraria. No lo decimos pero lo vamos haciendo. Queremos el campo para pasear y que la verdura y el pollo lo produzcan por ahí otros países, porque no queremos saber muy bien ni cómo se produce, ni de dónde viene mientras nos lo traigan al supermercado. Esto es una irresponsabilidad porque no se puede dejar la despensa de la población a manos de un tercero porque el mundo está en guerra. Esas dos leyes que apuntabas van en esa línea y a esto, súmale la PAC. Cada una de esas normas penaliza, castiga y encarece la producción agraria. Hay que decirle a la gente que si está de acuerdo con esas nuevas leyes, lo que va a pasar es que los huevos y el pollo, que ya han subido, volverán a subir otro 30 o 40%. ¿Es lo que quieres? ¿Puedes pagarlo?
LD: No creo que la gente esté muy contenta con eso...
MP: Muchas familias protestan. El carro que antes me costaba llenar unos 150 euros, ahora me cuesta 300. Y atención, porque si todas estas normas se aplican tal y como están, el carro va a pasar a 600 euros, y hay que ir dos veces al mes... Estamos hablando ya de una de unos niveles muy altos. Pero la sociedad europea no es consciente y vive en una perplejidad y en una paradoja enorme. Quiere cerrar la actividad agraria pero al mismo tiempo protestan porque los precios suben y como se dice no se puede soplar y sorber al mismo tiempo. Si queremos productos a precio razonable tiene que haber actividad agraria y, a día de hoy, las normas europeas siguen castigándola.
LD: ¿Por qué los agricultores y los ganaderos se han convertido en los villanos de esta historia? Se les acusa de contaminar con fitosanitarios, maltratar a los animales de granja, vaciar acuíferos o de vivir a costa de la PAC.
MP: La gente quiere salir al campo a pasear y le molestan los regadíos, los trasvases, las granjas, los invernaderos... ven la actividad de la agricultor profesional como una invasión a ese medio ambiente idealizado. Pero esta sociedad urbana sí aceptaría un tipo de agricultura: una agricultura idílica, bucólica... donde ven a la agricultor como una rareza etnográfica, un elemento folclórico con su traje regional, con una casita en el campo, dos cabritas, dos manzanitos, las cuatro gallinitas sueltas... Y ese modelo es muy respetable para quien quiera vivir así, pero la gente de las ciudades tiene que saber que cada manzana que produzca ese arbolito en el huerto costará mil euros. ¿Es lo que queremos? Si queremos comida sana, abundante, sostenible, variada y a precio razonable, tiene que haber campos de frutales regados, abonados... Y efectivamente ha sido insufrible porque no sólo se está arruinando a los agricultores, sino que encima son señalados como enemigos del medio ambiente. La consecuencia es que se siguen cerrando explotaciones. ¿Qué joven va a querer meterse en este sector? Con lo cual, la superficie dedicada a la agricultura en España sigue cayendo de forma muy acusada. Hemos perdido millones de hectáreas de tierras de cultivo en los últimos 20 años. Y a menor producción, mayor precio.
LD: ¿Acabaremos dependiendo de terceros países para llenar nuestra nevera?
MP: Una de las razones que de la bajada de precios entre el año 2000 y 2020 es la globalización, que nade a principios de los 90. Yo soy partidario de las fronteras abiertas con las mismas reglas de juego porque si traes la producción de zonas especializadas más competitivas puedes disfrutar de alimentación barata. La desglobalización que estamos viviendo ahora está contribuyendo a que suban los precios. Sobre todo Estados Unidos ha querido cambiar las reglas de juego y la globalización no funciona como antes porque empieza a haber aduanas. Si a eso le sumas la guerra, hay un desajuste en la producción. Viendo lo que viene, seguro que va a haber una globalización más ineficiente. ¿Es prudente dejar nuestra despensa en manos de un tercero? ¿No debería haber por ahí alguien sensato que organice para producir aquí al menos lo que necesitamos a un precio razonable? Ese debate no se está produciendo y las normas siguen castigando nuestra producción de forma suicida, dejando a otros que produzcan la comida que necesitamos.
LD: Su libro es como una profecía que comienza en 2009 y se va cumpliendo al llegar a 2023. ¿Cómo podemos evitar esa venganza del campo?
MP: Lo que me llevó a escribir el primer artículo del libro fue el cambio de nombre del tradicional Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en el año 2008. Los gobernantes del momento lo vieron anticuado y cateto. Quisieron ser molones y le pusieron un nombre guay: Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino. Ahí comprendí que no solo es que no importe la agricultura, sino que es algo que avergüenza. Y pensé: "Seguid castigando al campo, que el campo se vengará". A día de hoy, no advierto cambios. La venganza del campo ya está aquí y sólo está empezando. Si esto sigue así, los alimentos van a subir muchísimo más y empieza a haber cierta inquietud.
LD: ¿Hay esperanza?
MP: Por supuesto que se podría revertir esta situación. España es una potencia agrícola. Y podemos incluir en las políticas agrarias los criterios de sostenibilidad y medio ambiente, pero también los criterios de producción de alimentos. Necesitamos producir para garantizar alimentos variados, abundantes, sanos, sostenibles y a precio razonable. Podemos conseguirlo si cambian las normas. Si seguimos como vamos, hay que ser muy pesimista, sobre todo si seguimos cerrando granjas, invernaderos y el grifo. Puede que sea cruel, pero no deja de ser paradójico y divertido escuchar a un portavoz por la radio diciendo que hay que cerrar el trasvase al levante español, que es donde se producen las hortalizas para acto seguido decir que es una barbaridad que las verduras estén subiendo tanto. Si cierras el grifo, la verdura sube. Si abres el grifo, hay más verdura. Lo que no se puede es estar en los dos lados. A día de hoy, no veo síntomas de un cambio. Creo que la venganza del campo nos va a tener que apretar todavía más para que seamos conscientes y tomemos medidas.
LD: Y ya por último, como exministro y ganadero, ¿qué consejo le daría usted al ministro de agricultura, al señor Planas?
MP: Al señor Planas, en lo personal lo aprecio mucho. Le diría que luche más internamente tanto en España como en Europa, ya no en el Ministerio de Agricultura. Que lo vean como el responsable de que llenemos la despensa de cada familia todos los días. Si simplemente lo ven como quien gestiona la PAC, no va a tener mayor peso que hasta ahora. Yo creo que es un gestor aseado, pero no ha tenido demasiado peso. Es el momento de que reivindique el deber sagrado y bíblico, y vuelvo a esa connotación bíblica de La venganza del campo, de llenar la despensa, que, como indicabas, desde el Neolítico, es el primer deber de todos los gobernantes.
Se abrieron los cielos y aparecieron los cuatro caballos de los jinetes del Apocalipsis: Peste, Guerra, Hambre y Muerte: "He aquí un caballo blanco, y el que lo montaba tenía un arco. (...) Y salió otro caballo, bermejo, y al que lo montaba le fue dado el poder de quitar de la tierra la paz y que se matasen unos a otros (...) Y miré, he aquí un caballo negro y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. (...) Y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra". (Apocalipsis, 6).