Hace unas semanas, Bruselas acogió un intenso debate en torno a la capacidad de la Comisión Europea de desarrollar la llamada "taxonomía de inversiones" que otorga a las autoridades comunitarias el poder de determinar qué inversiones son consideradas buenas (es decir, "verdes" y "sostenibles") y cuáles no.
Las clasificaciones emitidas por Bruselas tendrán el efecto de orientar el dinero de los inversores en la dirección que políticamente se considera correcta. La manzana de la discordia fue el etiquetado de la energía nuclear y del gas natural. ¿Deberían considerarse "sostenibles"? Los franceses y los países de Europa del Este estaban a favor, mientras que los alemanes se pronunciaron en contra.
Pues bien, la Comisión de la UE dirigida por Ursula von der Leyen ha ido más allá del debate medioambiental y ha propuesto la posibilidad de ampliar este debate para incluir el criterio de "sostenibilidad social" al debate sobre la clasificación de las inversiones. El etiquetado ya no dependerá solo de aspectos medioambientales, con todo lo que esto suponía, sino que irá aún más allá y entrará a decidir si una inversión es o no "social".
Específicamente, esto significa que, por ejemplo, si los políticos y los dirigentes públicos sienten que una empresa no paga a sus empleados un salario "adecuado", entonces pueden clasificar a este negocio como una actividad "mala" para la sociedad. De igual modo, por poner otro ejemplo, si los políticos de la UE sienten que los miembros de la junta directiva están "ganando demasiado dinero" en comparación con un empleado medio, esto se interpretaría como otra indicación perniciosa para la sociedad. Otro posible ejemplo lo tendríamos en el caso de las empresas de alquiler inmobiliario, puesto que los políticos podrían entrar a pronunciarse sobre los precios de los arriendos, haciendo que la compañía en cuestión quede clasificada como una firma que perjudica el bienestar social.
La UE quiere evaluar el beneficio general de una empresa para la sociedad, es decir, si la empresa sirve al "interés público" o no. En el caso de algunas empresas (por ejemplo, fabricantes de alcohol o cigarrillos), la respuesta será un "no" automático. Para otro tipo de empresas, la UE creará otros sistemas de clasificación. Ya no será el mercado el que defina el interés público en virtud de su demanda, sino la pelota quedará en el tejado de los comités políticos. Se abren las puertas al lobbysmo extremo: el cabildeo se centrará en convencer a los políticos de que la empresa que les contrató es "socialmente beneficiosa". De ese etiquetado también podrán salir muchas puertas giratorias.
Por supuesto, nada de esto debería ocurrir en una economía de mercado. En los sistemas económicos planificados por el Estado son los políticos sean los que deciden cómo se debe distribuir el dinero, cómo se debe escorar la producción... En cambio, bajo el capitalismo las empresas deciden y los consumidores determinan si la empresa es "beneficiosa" o no, determinando preferencias a través de las decisiones de compra. Por lo tanto, no hay nada más democrático que el capitalismo.
Friedrich Hayek, ganador del Premio Nobel de Economía, consideraba que la "presunción de conocimiento" era el error central de todos los socialistas. Las economías planificadas por el Estado han fracasado una y otra vez, porque se basan en la creencia de que los políticos y los funcionarios saben lo que es bueno para las personas, en lugar de dejar que la decisión la tomen las empresas y los consumidores.
La economía planificada celebra así su renacimiento en Bruselas. Los políticos, no el despreciado mercado, volverán a decidir qué es "socialmente beneficioso" y qué es "socialmente perjudicial". Ha habido al menos 24 experimentos socialistas en los últimos cien años, y todos ellos, sin excepción, han fracasado. Sin embargo, y de forma incomprensible a medida que pasan los años, las ideas que guiaron estos experimentos empiezan a vivir un renacimiento. Ya no se habla de "socialismo" pero, en última instancia, la "taxonomía" de la Comisión Europea nos lleva por un camino muy parecido.
Rainer Zitelmann es el autor de "El capitalismo no es el problema, es la solución" (Unión Editorial, 2021). Considerado uno de los liberales más influyentes de Alemania, es doctor en Sociología e Historia, empresario de éxito y columnista habitual en medios como City AM, Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Point o Forbes. En enero de 2022 se ha publicado su nuevo libro, "Los ricos ante la opinión pública" (Colección Centro Diego de Covarrubias, Unión Editorial, 2022).