En el año 1961 Walter Michel publicó un artículo en ‘Journal of Abnormal and Social Psychology’ donde investigaba cómo niños de Trinidad y Tobago actuaban frente a una gratificación inmediata o una mayor, pero pospuesta en el tiempo. De ahí ha nacido probablemente uno de los estudios psicológicos más famosos del mundo: El test de la golosina. Esta prueba consiste en que se da a elegir a un niño entre una recompensa inmediata (por ejemplo, una golosina) y otra recompensa mayor (dos golosinas) si es capaz de esperar solo durante unos veinte minutos en una habitación. Si el niño es capaz de aguantar a que vuelva el adulto sin levantarse de la silla ni empezar a comerse la golosina, recibirá las dos recompensas.
Lo sorprendente de este estudio es que sirvió para hacer importantes predicciones acerca de la vida futura de los niños. Cuantos más segundos habían esperado a la edad de 4 o 5 años, mejores notas en sus estudios académicos obtuvieron y mejor fue su funcionamiento social y cognitivo en la adolescencia. También cuando alcanzaron en torno a los 30 años de edad tuvieron un índice de masa corporal más bajo, el sentimiento de su propia valía era mayor, alcanzaban sus metas con más eficacia y soportaban mejor las frustraciones y el estrés. Todo esto observando si eran capaces unos niños de esperar 20 minutos con sólo 4 o 5 años sabiendo que la recompensa sería el doble.
Walter Mischel ha demostrado empíricamente que la fuerza de voluntad tiene su recompensa y que, si algo queremos, algo nos cuesta. Sin embargo, en nuestra sociedad parece que se pueden lograr los objetivos de manera sencilla, como dicen los anuncios "aprende inglés sin esfuerzo".
Walter Mischel ha divulgado sus estudios en el libro "El test de la golosina" (Debate) donde también cuenta cómo él personalmente era una persona impaciente y sin fuerza de voluntad. La clave para progresar, según el autor, consiste en aprender técnicas de autocontrol. En el libro relata una experiencia personal que le ayudó. Estaba en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, donde vio la escena escalofriante de un hombre sujeto a una camilla con ojos muy abiertos, mirando fijamente al techo, mientras tenía los brazos extendidos a ambos lados. Tenía diferentes marcas de tinta sobre su pecho desnudo y su cabeza afeitada. Una enfermera le explicó que era un paciente con metástasis, y lo iban a someter a una nueva sesión de radiación. Las marcas verdes eran los sitios a los que había que dirigir la radiación.
Cuando Walter decidió abandonar el tabaco recordaba esta imagen cada vez que le entraban ganas. Pero como no era suficiente, también llevaba consigo una lata llena de colillas, que olisqueaba cada vez que no controlaba el impulso frente a un cigarrillo. Así conseguía que le disgustara el tabaco en ese mismo momento y no caía en la tentación. Pero, además, también se había comprometido con su hija de tres años a dejar de fumar. Tres técnicas que le permitieron abandonar aquel vicio.
De la misma manera cada uno debe buscar sus propias técnicas para alcanzar sus objetivos. Técnicas que obviamente necesitarán de autocontrol y fuerza de voluntad. Aunque para comenzar es necesario un compromiso sincero con uno mismo. Por ejemplo, de nada sirve decir que no vamos a tener pensiones si no hacemos nada al respecto. Debido a que el sistema actual de reparto es insostenible y las pensiones públicas no van a dejar de disminuir, debemos actuar si no queremos ver nuestros ingresos menguar de manera considerable.
Nuestra sociedad cortoplacista donde casi nadie defiende el ahorro, no ayuda a que las personas ahorren, inviertan y se creen un patrimonio para ser más libres y no depender del Estado ni por la pensión ni por las paguitas que nos pueda dar. Lo primero para cambiar es establecer un objetivo, que consiste en verse a uno mismo con un capital ahorrado y creciendo (tema que traté en un artículo anterior "El premio histórico por ahorrar es un 7% anual de rentabilidad"). Después de visualizarlo hay que ponerse manos a la obra, y todo parte por decidir no ser como aquellos niños que no saben contenerse y se comen la golosina sin esperar a recibir dos. Ahorrar e invertir es un proyecto a largo plazo y solo lo lograrán personas maduras que saben controlar sus emociones tanto para no consumir como para invertir a largo plazo a pesar de los vaivenes. Por último, las técnicas para ahorrar e invertir son clave y pasan porque cada uno personalmente estudie y se convenza de aquellas a las que va a recurrir.
Sin fuerza de voluntad estamos vendidos a nuestras emociones. Así cuando veamos un anuncio de un coche o de un crucero querremos comprarlo y estaremos dispuestos a endeudarnos, porque nos dejamos llevar por nuestro sistema emocional. Esto siempre impedirá que ahorremos. Asimismo, si uno invierte sus ahorros en Bolsa y mira las fluctuaciones diarias, se dejará llevar por el pánico y la euforia que le costará mucho dinero, ya que comprará caro y venderá barato. Todo plan para invertir debe incluir la diversificación, la periodificación y el largo plazo. Si no se cumplen estas tres premisas, no será inversión, será jugar a la lotería.
De la misma manera que Walter Mischel con su test de la golosina demostró que los niños con fuerza de voluntad consiguen mejor sus objetivos en la vida, una persona que quiere empezar a ahorrar y crear un patrimonio, primero debe ser capaz de controlarse para después poder empezar a invertir. Todos debemos ejercitar nuestra fuerza de voluntad si queremos alcanzar nuestros objetivos. Debemos controlarnos para no dejarnos llevar por un plato de lentejas o por una golosina. Aquello que verdaderamente tiene valor en este mundo, se logra con esfuerzo.