El Papa Francisco se reunió esta semana en el Vaticano con una delegación de la Agencia italiana de Administración Tributaria. El encuentro, que se produjo este lunes 31 de enero, fue aprovechado por el pontífice para dirigir un discurso en el que defendió el papel de los recaudadores de impuestos: "Vuestro trabajo parece ingrato a los ojos de una sociedad que sitúa la propiedad privada como un absoluto y no la subordina al estilo de la comunión y el compartir por el bien de todos".
El papa afirmó que pagar impuestos se interpreta a veces como "meter la mano al bolsillo" pero que, en realidad, "es un signo de legalidad y justicia" y "de redistribución de la riqueza".
Por otro lado, defendió que pagar impuestos permite "proteger la dignidad de los pobres, que siempre corren el riesgo de ser aplastados por los poderosos". También afirmó que "los impuestos, cuando son justos, están en función del bien común" y abogó porque se "trabaje para que crezca la cultura del bien común y para que se tome en serio el destino universal de los bienes".
Asimismo, el papa criticó a quienes evaden impuestos, considerándoles como "una plaga que hay que contrarrestar con la simple rectitud de muchos contribuyentes", lo que ha considerado como "un modelo de justicia social".
Por último, subrayó que "el fisco apoya a los médicos" y pidió "por favor" que se continúe con "el sistema de salud gratuito". "Esto viene del fisco. Defiéndanlo, porque no debemos caer en un sistema de salud de pago donde los pobres no tienen derecho a nada. Una de las cosas bonitas que tiene Italia es esta. Por favor, manténganla", concluyó el pontífice, dirigiéndose a los funcionarios de la agencia tributaria italiana.
Francisco, cada día más alejado de sus antecesores
Estas declaraciones suponen solo un paso más en el ya conocido discurso que el sumo pontífice mantiene en relación al cobro de impuestos, la fuerte intervención del Estado y el cuestionamiento de la propiedad privada. Y aunque las palabras de Francisco no choquen frontalmente con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, que concibe que "los ingresos fiscales y el gasto público asumen una importancia crucial", estas lindan peligrosamente con un marcado populismo izquierdista. Y lo hacen, esencialmente, porque no toman en cuenta las restricciones que la propia Iglesia, y los predecesores inmediatos del actual papa, Benedicto XVI y Juan Pablo II, plantearon a la hora de defender cierto grado de intervención del Estado.
En su encíclica Deus Caritas Est, Joseph Ratzinger defendió que "el Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido —cualquier ser humano— necesita: una entrañable atención personal". El pontífice alemán aseguraba que "lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio".
Este principio, precisamente, junto con el de solidaridad, constituye uno de los pilares fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia: "La acción del Estado y de los demás poderes públicos debe conformarse al principio de subsidiaridad y crear situaciones favorables al libre ejercicio de la actividad económica [...] La solidaridad sin subsidiaridad puede degenerar fácilmente en asistencialismo". Por tanto, para lograr que tanto el principio de subsidiariedad como el de solidaridad sean respectados, la Doctrina estima que la intervención del estado debe ser "proporcionada a las exigencias reales de la sociedad".
La pregunta es, ¿cumple Italia, para cuyo fisco trabajan los recaudadores de impuestos que felicita Francisco, este principio de subsidiariedad? Que el estado italiano controle el 57% de la economía (gasto público sobre PIB en 2020), ¿es algo proporcionado a las necesidades de la población? ¿Es cierto que, con estos niveles de intervencionismo, la sociedad esté considerando "la propiedad privada como un absoluto", como alegaba el papa? A todas luces, parece que no. Ni en el caso italiano, ni en el de la mayoría de países desarrollados.
Por otro lado, resulta sorprendente que el pontífice, que siempre encuentra malas palabras para el libre mercado y capitalismo, nunca recuerde los fallos y abusos que se derivan de la intervención estatal.
En contraposición, el papa Juan Pablo II, en su encíclica Centesimus Annus, sí advertía de estos problemas, y afirmaba que la creciente intervención "ha llegado a constituir un Estado de índole nueva: el Estado del bienestar". El pontífice, aunque reconocía las buenas intenciones de este modelo, consideraba que "no han faltado excesos y abusos [...] que se derivan de una inadecuada comprensión de los deberes propios del Estado".
En esta línea, Wojtyła recalcaba también que "debe ser respetado el principio de subsidiariedad" y sentenciaba: "Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común".
"Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos", indicaba el papa polaco que, de igual manera, reconocía que "el que conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de modo más adecuado es quien está próximo a ellas o quien está cerca del necesitado".