Lo que no es en absoluto sostenible son las llamadas mega-granjas. Ayer mismo había un reportaje, creo que el origen del estudio era Reino Unido aunque no estoy seguro, que decía que las 20 grandes empresas multinacionales de ganadería industrial emiten gases de efecto invernadero que son las tres cuartas partes del CO2 que emite España. Pero, claro, encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y meten 4.000, 5.000 o 10.000 cabezas de ganado allí: contaminan los suelos, contaminan el agua y después normalmente se exporta. Es una carne de peor calidad, es un maltrato animal lo que se produce y es un impacto ecológico descomunal y desproporcional.
Vamos a ser magnánimos. Será porque es la semana de Reyes, pero vamos a comprarle a Alberto Garzón la explicación sobre sus declaraciones en The Guardian. Dice el ministro y líder de Izquierda Unida que él quería hablar de las macrogranjas, de su impacto en el medioambiente o de los diferentes modelos de negocio que hay en el sector ganadero. Y para demostrarlo publicó un tuit que reproducía el párrafo en cuestión, con sus declaraciones completas al diario inglés.
El problema es que su explicación le deja casi peor que antes. Porque antes de escuchar sus argumentos podíamos intuir que simplemente había un trasfondo ideológico, el de un ministro de Consumo de extrema izquierda que quiere acabar con las grandes empresas. Ahora ya sabemos que es pura y dura incompetencia.
Miren estas dos frases e imaginen a un ministro del Interior de cualquier país diciendo una y otra:
- "La ciberdelincuencia es un problema que ha ido creciendo en los últimos años y en la UE debemos idear nuevas medidas para enfrentarla"
- "La ciberdelincuencia en mi país es un problema que ha ido creciendo en los últimos años y debemos idear nuevas medidas para enfrentarla"
Cualquiera sabe que lo que pensaríamos en uno y otro caso no tiene nada que ver. En la primera, todos nos centramos en el sujeto ("la ciberdelincuencia") y asociamos las declaraciones a una reflexión general sobre un fenómeno global. En el segundo, lo que acapara nuestra mirada es el complemento de lugar ("en mi país") y todos pensamos que lo que quiere decir es que ellos tienen un problema especialmente grave, así que mejor no ir o no hacer muchos negocios online con empresas de esa nacionalidad, porque no es nada seguro.
Si, además, al ministro de Consumo se le ocurre ligar sus palabras a "la exportación", la jugada es completa. Es obvio que un consumidor de Stuttgart, Birminghan o Nantes no tiene ni idea de si la carne que compra en el supermercado viene de una macrogranja de 10.000 cabezas de ganado (que parece ser que no existen en España, por cierto) o de un granjero ecológico de los que salen en los anuncios de la tele, con sombrero de paja y dando de comer a las vacas con sus propias manos (intuimos que tampoco esta imagen es demasiado realista). Imaginen la reacción del lector del diario británico, que se encuentra una entrevista a un ministro español en la que dice que hay parte de sus exportaciones que son de muy mala calidad: ese tipo no vuelve a coger una bandeja de chorizo o solomillo español en su vida. Por dos razones: (1) porque piensa que si un ministro reconoce algo así en una entrevista... cuál será la realidad; (2) porque si no tiene posibilidad de discriminar entre el exportador español bueno y el exportador español malo, mejor no arriesgarse.
Los que lo han entendido perfectamente son los ganaderos, que saben que sus ventas dependen de su imagen pública y de lo que piensen sus clientes. A un tipo al que le cancelan un pedido para exportar no le sirve de consuelo saber que tiene todos sus papeles en regla o que cumple cada una de las normas de bienestar animal. Porque incluso el más concienciado y ecológico de esos pequeños ganaderos sabe que el director de compras de la empresa británica que adquiere su carne desde hace años no se va a leer el comunicado del Ministerio, ni las explicaciones tuiteras del ministro, ni va a escuchar las tertulias en las que los periodistas de izquierdas le exculpan... lo que ese director de compras puede leer es The Guardian. Y lo que se encuentra allí es un párrafo en el que Garzón mezcla "carne de peor calidad" con "España" y con "exportaciones". Porque, además, no es el clásico error en el que un periodista reproduce mal (o traduce mal) unas palabras. Tanto en la versión que se publicó como en la más larga del Ministerio, las palabras clave son las mismas.
Cualquiera que viva del campo en España sabe que la entrevista fue una torpeza sideral. Tanto si estás a favor de las macrogranjas como si estás en contra, es evidente que estas palabras hacen daño al sector ganadero.
Lo llamo "torpeza" porque he decidido creer sus explicaciones. Y eso es mucho creer, porque también podemos pensar que es un nuevo ataque del Gobierno y de un ministro miembro del Partido Comunista de España a los empresarios de un sector con el que no simpatiza. Un ataque que le ha salido mal y le ha obligado a recular. Pero hoy no voy a entrar ahí; haré como que interiorizo la versión oficial.
Los periodistas de Garzón
La segunda derivada de la polémica tiene que ver con el periodismo español, entregado al Gobierno hasta extremos que rozan la caricatura. También ése es su trabajo.
En realidad, es increíble que estemos discutiendo este tema a estas alturas, pero parece que hay que hacerlo: parte del trabajo de un ministro consiste en explicarse bien en las entrevistas. Y en pedir perdón cuando mete la pata. O en dimitir si la metedura es muy gorda. Si Garzón hubiera reaccionado como debía y hubiera pedido perdón, yo no creo que hubiera tenido que dimitir, aunque es un error bastante grave (lo bueno es que no mucha gente lee en un periódico británico las entrevistas con un ministro español desconocido de Consumo). Ahora no lo tengo tan claro: empecinarse sí es motivo para que se ensañen contigo.
Sin embargo, los periodistas de guardia de la izquierda española están empeñados en mover la portería otra vez. De hecho, han salido en tromba a defender a Garzón, con una intensidad que no habría sido tal si realmente se hubiera tratado de un error de traducción del periodista inglés. Aquí El País, aquí Évole, aquí Francino: todos con el mismo discurso, repitiendo que esto es una manipulación (otra vez, las fake news que sólo ellos definen y persiguen).
Ayer, por ejemplo, me encontré con algunos tuits en los que se recogían manifiestos de organizaciones de agricultores contra las macrogranjas. Organizaciones que esta semana han criticado a Garzón. El argumento central estos días es que estos ganaderos son incoherentes por atacar al Gobierno con este tema, contra el que también ellos han protestado en el pasado. Pero lo que ha molestado a los ganaderos macrogranjistas y microgranjistas es la torpeza de las declaraciones; y les ha molestado porque saben que pueden hacerles mucho daño.
Esta manipulación de la izquierda es tan burda que uno esperaría que se les volviera en contra. Pero no lo tengo claro. Tienen tal dominio de los medios, sobre todo de las teles, que son las que marcan el discurso, que uno ya intuye que dentro de unos meses seguiremos hablando de cuando la extrema derecha se inventó un ataque de Garzón a los ganaderos españoles. ¿"España"? Tiene guasa, pero a veces parece que estos ministros sólo usan el nombre de su país para lo que no deben. Ya podía haber dicho "en el Estado" o "en este país" o "en la confederación de naciones históricas" o algo así. La torpeza sería parecida, pero al menos los buscadores de Google, cuando alguien ponga las palabras "carne de mala calidad" no la asociarían a nuestros ganaderos.