Las reglas de la aviación europeas coordinan los tiempos de aterrizaje y despegue a base de asignar determinadas franjas o slots a las aerolíneas que surcan los cielos del Viejo Continente. Este sistema vincula la operativa de las aerolíneas a sus niveles de actividad, de modo que, si la compañía aérea quiere mantener sus franjas de aterrizaje y despegue intactas, tiene que cumplir al menos con el 80% de los vuelos previstos.
A raíz del estallido de la pandemia del coronavirus, estas normas fueron revisadas a la baja, pero con un recorte insuficiente de apenas treinta puntos. Por tanto, tanto en el durísimo confinamiento en el que apenas se produjeron desplazamientos como en el lento proceso de reactivación en el que los niveles de actividad siguen muy por debajo de lo normal, las aerolíneas han tenido que realizar decenas de miles de vuelos vacíos, para garantizar que al menos cumplían con el 50% de desplazamientos asociados a sus franjas o slots.
Los datos que maneja Lufthansa son demoledores y apuntan que, solamente en el caso de la aerolínea teutona y sus filiales, los vuelos "fantasma" realizados durante este invierno han supuesto la friolera de 18.000 trayectos. Otras aerolíneas han ofrecido cifras similares. Estamos, pues, ante un sinsentido regulatorio que no solo genera contaminación de forma innecesaria y antieconómica, sino que además contribuye a complicar más aún la operativa de las aerolíneas.
La patronal del sector de las aerolíneas, IATA, ya advirtió en marzo de 2020 que el estallido de la pandemia debía motivar una suspensión del sistema tradicional de franjas o slots. No hay que olvidar que el 43% de los pasajeros transportados en un año normal parten de aeropuertos con un sistema de este tipo, de modo que, incluso en ausencia de cualquier tipo de actividad, las compañías aéreas deberían seguir operando vuelos equivalentes al 22% de la demanda de un año normal.
Desde el Consejo Internacional de Aeropuertos rechazan estas quejas de la industria de la aviación civil y señalan que las aerolíneas "ya están bien protegidas ante la incertidumbre de la pandemia" y no deberían estar lamentando esta cuestión. Sin embargo, el malestar de la industria es evidente, máxime ahora que la propagación de la variante ómicron ha hecho que la expectativa de tráfico para 2022 se sitúe apenas en un 44% de los niveles previos a la pandemia.