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José María Rotellar

Causas de la inflación: una terrible política monetaria

La baja inflación se ha acabado, cosa que, antes o después, con esta política monetaria, tenía que terminar sucediendo.

La baja inflación se ha acabado, cosa que, antes o después, con esta política monetaria, tenía que terminar sucediendo.
La baja inflación se ha acabado | Alamy

Llevábamos varios años sin una inflación elevada pese a haber contado con ejercicios de importante crecimiento económico y una política monetaria extremadamente laxa, heterodoxa incluso, podríamos decir, con el precio oficial del dinero en el 0% y los interbancarios, las facilidades marginales de depósito y los tipos de financiación de gran parte del endeudamiento soberano, en negativo.

Todo ello, respondía a una situación anómala, que se correspondía con una política monetaria terriblemente expansiva iniciada en uno de los momentos más graves de la anterior crisis. La gran mayoría de bancos centrales asumieron esa expansión monetaria. Recordemos, aquí, en la eurozona, la famosa frase de Draghi "whatever it takes", con la que aseguraba una inundación de liquidez temporal, pero con la advertencia de que por sí sola no podría hacer nada si los gobiernos no realizaban reformas estructurales profundas, cosa que no sucedió en una gran mayoría de países.

Pues bien, todavía hoy seguimos con dicha política monetaria expansiva. Hubo un conato de vuelta a la ortodoxia, pero la pandemia llegó y el mercado se inundó de más liquidez. Ahora, el BCE ha vuelto a aplazar las subidas de tipos en 2022, aunque la FED parece más decidida a empezar con la retirada de liquidez, al anunciar tres subidas de tipos en este ejercicio que acaba de comenzar, al tiempo que el Banco de Inglaterra ya ha subido tipos en veinticinco puntos básicos.

En este punto, hay que recordar que el objetivo único del BCE es mantener la estabilidad de precios y sólo subsidiariamente se encuentra el contribuir al crecimiento económico. Si la Fed, que sí que tiene entre sus objetivos velar por el crecimiento económico, y el Banco de Inglaterra, que tiene dicho objetivo de manera secundaria, han dado pasos más firmes en el retorno a una política monetaria menos laxa, resulta sorprendente que el BCE, que, insistimos, tiene como único objetivo controlar la inflación, no lo haga. No se trata de pasar de una laxitud extrema a una política monetaria tremendamente contractiva, porque la economía colapsaría, pero sí que sería deseable ver al BCE orientado hacia su objetivo de control de precios de manera más decidida.

Toda esa política monetaria extremadamente expansiva, ha generado una financiación que anestesia a la economía, haciéndola vivir muy por encima de sus posibilidades, con la banca, por un lado, con respiración asistida en cuanto a la abundante financiación y, por otro, con sus márgenes constreñidos por los nulos tipos, que le impiden contar con un buen margen de financiación -que, no lo olvidemos, es la base de su negocio., que unido a la sobrerregulación que se le impone ahora está acabando con dicho sector, al menos, tal y como lo hemos conocido.

La baja inflación se ha acabado, cosa que, antes o después, con esta política monetaria, tenía que terminar sucediendo, por mucho que el comercio electrónico haya disminuido costes. Esa liquidez casi ilimitada está financiando los distintos cuellos de botella que se están produciendo. Ahora que estamos teniendo un problema de abastecimiento, con la disminución de la oferta, que nos lleva a subida de precios, que el coste energético se dispara por la disparatada política energética en la que se ha metido el mundo, retirando fuentes de energía y no apostando por la nuclear sin un sistema alternativo, y con el aumento de costes de transporte, esa liquidez ilimitada está financiando dichos cuellos de botella, que hace que los precios no bajen, por no permitir que los mercados se vacíen y disminuya el precio en unos de ellos al subir en otros, pues el dinero es finito. Como se imprime dinero abundante que lo financia, no se produce dicho ajuste, sino que la demanda sigue presionando al alza y los precios crecen.

Ahora, se señala que mientras el indicador adelantado de la inflación se sitúa en el 6,7% interanual, los salarios apenas suben y que los trabajadores perderán, así, poder adquisitivo. Sería un grave error que se produjese un movimiento de intensas subidas salariales generalizadas, pues mantendrían artificialmente la demanda, subirían más los precios que las subidas salariales, perderían, por tanto, más poder adquisitivo que ahora los trabajadores, y entraríamos en una espiral precios-salarios que terminaría por llevarnos a una estanflación. En este sentido, es especialmente peligrosa la contrarreforma laboral del Gobierno, pues recupera la prevalencia de los convenios sectoriales frente a los de empresa en lo relativo a materia salarial, con lo que puede arruinar a muchas pymes.

La solución no es subir salarios, sino aplicar una política monetaria que permita volver a la ortodoxia y acabar con la financiación de esos cuellos de botella que están generando el crecimiento de los precios, empobreciendo a los ciudadanos y lastrando a la economía. Una cosa es que, de manera extraordinaria se haya intensificado la liquidez en el mercado -ya inundado en exceso desde 2012- y otra que no haya que ir pensando en retirarlo de manera completa en algún momento, obviamente, con prudencia, porque retirar tanta liquidez no es una cosa sencilla y hay que medir bien cómo hacerlo para no provocar un colapso económico -es el problema que tiene inundar el mercado de liquidez-, pero a la ortodoxia hay que volver en algún momento, porque si se siguen financiando los cuellos de botella, entonces no se producirá el ajuste de precios entre los distintos mercados y la inflación, al impulsarse artificialmente, permanecerá.

En definitiva, el BCE no puede olvidar su único objetivo, su mandato, que no es otro que la estabilidad de precios. La inflación, en los primeros momentos, se dijo que iba a ser pasajera; después, el BCE reconoció que será transitoria, pero que ese período temporal durará más. Ahora, corremos el riesgo de que dure mucho más tiempo todavía, expandiéndose por toda la actividad productiva. El BCE, desde la prudencia, debe no olvidar su mandato y luchar claramente contra la inflación, en lugar de alimentarla con una inundación de liquidez como la que vivimos desde hace diez años.

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