Todas las instituciones, nacionales e internacionales, que realizan predicción económica coinciden en que España será el país desarrollado que más tardará en recuperar los niveles previos a la pandemia. Eso no es fruto de la casualidad, sino a la equivocada política económica -en ocasiones, incluso sin rumbo fijo- del Gobierno del presidente Sánchez, cuya responsabilidad directa es de la vicepresidenta Calviño, que además preside la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, con lo que las líneas principales de la política económica las marca ella, ya sea por acción o por omisión cuando no impide muchas cuestiones de las planteadas por Podemos.
Así, desde que fue investido Sánchez como presidente del Gobierno, tras la moción de censura de mayo de 2018, Nadia Calviño ha aplicado una política económica que se ha alejado de los parámetros establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, relativo a las condiciones para mantener una convergencia económica que hiciese posible la convivencia armónica de los países que integran el euro en materia económica, elemento imprescindible al haber entregado todos ellos la política monetaria y mantener la política fiscal.
Esos criterios nunca fueron un capricho, sino la forma de asegurar que las medidas de política monetaria que tomase el Banco Central Europeo, que lo hace en función de lo que más conviene a la media de la eurozona, afectasen a todos los países por igual, y la única manera de garantizarlo era que todos los países se comportasen de manera muy similar.
Sin embargo, desde que Sánchez fue elegido, la política económica que Calviño impulsó en España sufrió un cambio completo: modificó los objetivos presupuestarios para 2018 y 2019 y elevó el gasto. Eso hizo, por ejemplo, que el objetivo de déficit para 2019 negociado por Rajoy con Bruselas, que era del 1,3%, pasase a ser del 2% al llegar Sánchez. No obstante, el incremento que la política económica de Calviño le imprimió al gasto fue tal, que la UE siempre consideró que el déficit sería todavía mayor, cerca del 2,2%. El propio Banco de España llegó a estimar un 2,5%.
Entre esos gastos, se incluyen todas las rigideces que fue introduciendo Sánchez, la mayoría en los consejos de ministros de los viernes, que él llamó sociales y la oposición tildó como electorales. Todas esas medidas incrementaban el gasto en 9.025 millones de euros
Adicionalmente, la subida artificial del salario mínimo un 22,3% en 2019, más el incremento de 2020, destruyó empleo (casi 205.000 afiliados a la Seguridad Social en enero de 2020), que sólo por estabilizadores automáticos incrementó el gasto (más prestaciones por desempleo) y disminuyó los ingresos (caída de recaudación por menor actividad), que agrandó el déficit. Las posteriores subidas del salario mínimo interprofesional, hasta los 965 euros actuales, ha frenado también el empleo.
Así, del 1,3% pactado con Rajoy y el 2% anunciado por Sánchez, España comunicó un déficit del 2,64%. Sin embargo, pocos días después Eurostat se lo corregía a 2,82%, en un hecho poco común, que debilitó aún más la credibilidad del Gobierno. Por su parte, Bruselas le pedía reformas estructurales y Sánchez les mostró una involución en las reformas existentes. Mal camino para ejecutar la ayuda europea, que cada día que pasa vemos que va a estar sometida, lógicamente, a un mayor control para que se emplee en reformas estructurales, y no en las ideas "buenistas" en las que parece querer aplicarlas el Ejecutivo.
La economía en la actualidad
Con todo ello, ¿con qué nos encontramos? Con que todos los organismos certifican que la evolución de España es peor que la del resto de países avanzados. Así, España, es el único país de las economías avanzadas que ve retrasar su recuperación a niveles prepandemia hasta bien entrado 2023.
Pese a ello, Nadia Calviño se empeña en mantener unas previsiones económicas irreales, que han quedado desfasadas, y que han enmendado la práctica totalidad de las instituciones que realizan previsiones económicas. Sólo en la mente de la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, se mantiene la idea de que España va a crecer un 6,5% este año y un 7% en 2022, cuando el crecimiento económico ha ido perdiendo fuerza, con una rebaja muy importante del propio INE en sus datos de avance del primer y segundo trimestre, especialmente de este último. El Banco de España se ha unido a la Comisión Europea y a la OCDE, entre otras instituciones que han rebajado de manera muy importante las previsiones de la economía española. Y el último ha sido el FMI, que acaba de rebajar al 4,6% la previsión de crecimiento de España para 2021, casi dos puntos por debajo de lo esperado por el Gobierno.
Para que España creciese este año un 6,5%, el crecimiento del PIB en el último trimestre tendría que ser de alrededor del 9%-10% interanual, con un intertrimestral del 11%-12%, salvo que toquen mucho hacia atrás la serie, pero eso no dejaría de ser una componenda estética que no haría mejorar el nivel del PIB real hacia lo estimado por el Gobierno. Puede que el PIB nominal mantenga cierto impulso, derivado del efecto de los precios, vía deflactor del PIB, pero nada más que eso.
Por tanto, lo sensato sería que Calviño hubiese modificado el cuadro macro -que hace, por desfasado, que no sirva de soporte a los presupuestos-, para que las estimaciones fuesen lo más realistas posibles.
Como sensato sería que Calviño mantuviese el mismo discurso en Bruselas que en España cuando se presenta, por ejemplo, el plan de recuperación, acerca de las medidas que se tomarán en el mismo, como la anulación de la tributación conjunta.
Y como también sería sensato que Calviño dijese lo mismo en Bruselas que en España acerca de algo tan importante como es la reforma laboral, cuya derogación tanto daño puede hacer a nuestra economía.
Eso sería lo sensato, lo que se esperaría de la imagen de Calviño que han ido fabricando, como garante de la ortodoxia económica, desde su bagaje como Técnico Comercial y Economista del Estado y alta funcionaria de la UE. Es, de hecho, lo que se esperaría de una persona como ella, que cuenta con una gran formación, y que, por tanto, sabe perfectamente qué está pasando en la economía española.
Sin embargo, Calviño ha optado por abandonar su perfil técnico y servir de coartada a las políticas económicas contraproducentes de Sánchez. No es cierto que ella impida las equivocadas medidas económicas: la derogación de la reforma laboral sigue estando en marcha, y puede que prospere; el salario mínimo se ha seguido subiendo, cuando limita la creación de empleo; la política energética no se ha modificado, cuando no apostar por la nuclear y carecer de una estrategia eficiente de transición encarece los costes, principalmente de la industria; se alinea con la limitación de las bajadas de impuestos, cuando lo que menos necesita ahora la economía es una política fiscal contractiva por el lado tributario; y mantiene, como he dicho antes, negativa a reconocer que la economía está creciendo -y crecerá- mucho más despacio de lo previsto en su cuadro macro. Y, como colofón, llega a proponer cosas en Bruselas que luego matiza en España.
¿Y qué ha originado esa política económica errónea? Lo siguiente:
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El PIB cayó un 10,8% en el último año completo (2020), frente al 3,7% del último año completo anterior a la llegada de Calviño al Gobierno (2017).
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El PIB per cápita, que mide la riqueza de una economía, es de 23.690 euros, que es 1.280 euros menor que el que había (24.970 euros) el último año completo anterior a la llegada de Calviño al Gobierno (2017).
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La creación de empresas es 16,8 puntos menor que el ritmo al que se creaban en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
- La disolución de empresas es 15,5 puntos mayor que el ritmo al que se disolvían en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
- El Índice de Producción Industrial es 7,8 puntos menor al crecimiento que experimentaba en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
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El número de viajeros es 4.669.994 viajeros menos que el dato que había en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
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El número de pernoctaciones es 17.061.926 pernoctaciones menor al dato que había en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
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El número de turistas extranjeros es 2.954.881 viajeros menos que el dato que había en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
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La inversión extranjera recibida es 14.024,6 millones de euros inferior a la recibida en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
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El IPC no deja de subir, al situarse en el 5,5% interanual, y es 5,9 puntos superior al dato que había al llegar Calviño al Gobierno.
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La inflación subyacente sube al 1,7% interanual y es 3,3 puntos superior al dato que había al llegar Calviño al Gobierno.
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El precio del MWh máximo alcanzado -hasta estos momentos- es de 383,67 euros (y los futuros para enero cotizan por encima de los 400 euros), frente a los 83,55 euros del año en el que Calviño llegó al Gobierno.
- El déficit público fue en el último año (2020) el 10,95% del PIB, frente al 3,04% del último año completo (2017) antes de llegar Calviño al Gobierno.
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La deuda pública cerrará 2021, según el Banco de España, en el 120,4% del PIB, tras estar en el 120% en 2020, que son 20,8 puntos más que la deuda sobre el PIB que había en el momento de llegar Calviño al Gobierno.
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La tasa de paro juvenil se encuentra en el 38,38% de la población activa, es decir, 5,24 puntos más que la que había al llegar Calviño al Gobierno.
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Y, por último, el desequilibrio generalizado del cuadro macroeconómico, que se ha vuelto completamente irreal, sobre el que se levantan unos presupuestos que se desequilibrarán por estos cálculos desfasados, en los que la vicepresidenta se enroca, al no querer cambiarlos, pese a que todas las instituciones digan claramente que las previsiones reales están muy por debajo. El último en hacerlo ha sido el Banco de España, que señala un desequilibrio más, que debería preocupar a Calviño: el PIB español crecerá en 2021 dos puntos menos de lo estimado por el Gobierno y en 2022 medio punto menos de lo que afirma el Ejecutivo.
En definitiva, la situación es muy preocupante, cada vez más. No sólo el Gobierno quiere aplicar políticas de gasto desmedido e impuestos altos, sino que, con su gestión de la crisis, nos ha llevado a la aplicación de políticas medievales que han arruinado nuestra estructura económica, haciendo mucho más difícil y lenta la recuperación de nuestra economía. Es una política económica equivocada, cuyo responsable final es Sánchez, pero cuya directora es la vicepresidenta Calviño, que va camino de interpretar plenamente el papel de Solbes, cuando afirma que la economía crece robustamente y mantiene, de manera poco ortodoxa, el cuadro macro desfasado, al igual que el otrora vicepresidente económico le decía a Pizarro que exageraba al hablar de crisis. Después, se llegó a sobrepasar los seis millones de parados. De continuar así, Calviño irá en esa misma dirección.