Durante la segunda mitad del siglo XX los baños públicos japoneses, llamados "sento", se hicieron tremendamente populares en el país nipón. De hecho, en la década de los 60 se llegaron a registrar más de 18.000 "sento" por todo el territorio japonés. Sin embargo, a día de hoy solo han logrado sobrevivir 2.000, y actualmente se encuentran atravesando una crítica situación que podría mermar todavía más su presencia en el país del Sol Naciente.
El motivo de esta amenaza para este tradicional negocio no se encuentra en las medidas sanitarias, que han logrado sortear y cumplir, sino en el precio del petróleo que influye en el precio del combustible que usa la caldera para calentar el agua de las bañeras.
Tal y como informa Reuters, algunos establecimientos como el Dai-ni Takara-yu, uno de los más tradicionales y que lleva abierto desde 1949, están teniendo que pagar hasta un 50% más para calentar el agua de sus bañeras con respecto a los precios que abonaban el año pasado.
Otro tipo de negocios pueden traspasar este coste al precio final que pagan los clientes. Sin embargo, los baños públicos japoneses son una cuestión estatal y es, precisamente, el Estado el encargado de fijar los precios que los clientes deben abonar. Por tanto, el margen de beneficios se reduce e incluso los lleva a incurrir en pérdidas al tener que asumir el coste del aumento de la energía manteniendo los mismos precios finales.
El propietario del Dai-ni Takara-yu, Tokuji Ito, explicaba a Reuters que las facturas para calentar el agua en los meses de invierno ascienden a los 450.000 yenes mensuales, unos 3.500 euros, frente a los 300.000 yenes (2.340 euros) del año pasado. "Es realmente difícil", asegura Ito. "Para una gran empresa, quizá no sea un gran problema, pero para un lugar pequeño y familiar como nosotros, es realmente difícil".
Además, los "sento" vienen de una situación complicada que arrastran desde comienzos de 2020, cuando los confinamientos y restricciones se abrieron paso. Estos baños públicos debieron permanecer abiertos por orden del Gobierno, pese a que el número de clientes bajó considerablemente lastrando las cuentas de estas empresas, que en su mayoría son pequeñas.
Ahora, el aumento de los precios de la energía unido a la política estatal de fijación de precios puede suponer una gran amenaza para este tipo de establecimientos que, si bien se popularizaron en el siglo XX, sus orígenes se remontan al siglo XVI.