A pesar de lo poco que me gustan algunas de las cosas que hace y dice Vox –me pasa con todos los partidos, no se lo tomen por lo personal–, hay que reconocer que los de Abascal cumplen, al menos, una función básica en la democracia, y diría que hasta vivificadora para el sistema: decir cosas que nadie más se atreve a decir.
La última vez en la que ha ocurrido esto ha sido, está siendo, con la plusvalía municipal, el impuesto declarado ilegal por el Tribunal Constitucional que Marisú Montero se ha apresurado a reponer en el tiempo que le queda libre entre conversación tabernaria y mitin político, que la pobre ya no distingue bien una cosa de la otra.
Lo peor no es que un personaje como la ministra de Hacienda –a cuyo lado Vlad el Empalador es un generoso donante de sangre condecorado por la Cruz Roja– corra que ni Usain Bolt a sacarnos la pasta, lo peor es el consenso que tal cosa ha provocado en todos los partidos, con la heroica excepción de Vox, como les decía.
Nadie ha pedido disculpas a los ciudadanos por haberlos sangrado ilegalmente durante años, nadie excepto Vox ha sugerido ni siquiera en voz baja y disimulando que igual una solución era que los ayuntamientos rebajaran su nivel de gasto. No, aquí lo que han pedido todos es un mecanismo rápido para poder seguir quitándole su dinero al contribuyente. Y ya, que para eso sí que hay consenso.
Lo más obsceno de todo esto es que esos mismos políticos son los que, día sí día también, se muestran públicamente muy preocupados –deeply concerned– por los problemas de acceso a la vivienda de los más desfavorecidos. Pero vamos a ver, hijos de mil meretrices, ¿y si empezáis por dejar de poner impuestos que hacen la vivienda mucho más cara?
No, eso no, al contrario, comprar y vender una vivienda está sujeto a una serie de cargas fiscales que la encarecen notablemente: si es nueva tiene usted que soltar un 10% de IVA, y si es de segunda mano un Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y el de Actos Jurídicos Documentados, que, entre los dos y dependiendo de la generosidad de la comunidad autónoma en la que usted resida, le va a soplar otro 10% a poco que se descuide. Y por supuesto gracias a Marisú Montero la plusvalía municipal, y si tiene mala suerte con la autonomía Patrimonio, y en cualquier caso IBI; y si le alquila la casa a alguien paga, y si no la alquila también paga; y como se le ocurra morirse sus herederos pagan, y si se la cede antes de morirse paga usted y pagan sus herederos.
Si existe eso que llamamos "bienes de primera necesidad", está claro que la vivienda es uno de ellos, quizá el más importante, pero eso no arredra a los políticos ni disminuye un ápice su voracidad, porque en realidad a ellos no les preocupan nuestras necesidades primeras o segundas, sólo las suyas, que son básicamente una: sacarnos todo lo que puedan, tal y como se ha visto en estos últimos días, con auténticas cataratas de munícipes de uno y otro color completamente consternados ante la posibilidad de tener que aflojar un pelín las tuercas con las que aprietan nuestros cuellos y nuestros bolsillos.
Son una pandilla de atracadores, salteadores de caminos, bandoleros que en lugar de arrimarte un trabuco o una navaja te endosan una ley cocinada a toda prisa y por la vía de urgencia. Pero midamos nuestras palabras y no ofendamos gratuitamente, que hay una diferencia importante: al menos el ladrón que te asalta por la calle es más honesto y no intenta convencerte de que lo hace por tu bien.