La crisis de los microchips está causando estragos en los mercados mundiales, acaparando titulares y centrando las miradas de miles de analistas. Pero, ¿qué está sucediendo realmente con estos componentes? ¿Por qué llevan tantos meses siendo noticia? ¿Cuánto recorrido le queda a su escasez?
Qué son los microchips y para qué se usan
En primer lugar, debemos comprender qué es exactamente un microchip, conocidos también como circuitos integrados o, simplemente, chips. Estos son, en esencia, pequeñas piezas planas de un material semiconductor (generalmente, silicio) sobre las que se montan un conjunto de circuitos electrónicos. Estos circuitos están compuestos principalmente por diminutos transistores, que serían algo así como neuronas digitales.
En cuanto a su finalidad, se conciben dos tipos de circuitos integrados: los chips lógicos y los de memoria. Dentro del primer grupo, se encuentra los procesadores (CPU) de los dispositivos electrónicos o las unidades de procesamiento gráfico (GPU), mientras que la segunda categoría se refiere a las memorias de trabajo (RAM) y las flash (NAND).
Por otro lado, el grado de sofisticación de un chip suele medirse por el espacio que separa los dientes de los transistores: cuanto menos espacio vacío haya, más rápido circula la información y más componentes caben en una misma placa. Así, en la actualidad, este espacio se reduce hasta apenas 2 nanómetros en los artefactos semiconductores más punteros, donde un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro.
Desde su aparición a mediados del siglo XX, los microchips han ido volviéndose cada vez más pequeños y eficientes, extendiendo su utilidad a cada vez mayor cantidad de objetos. De hecho, cada día es más difícil encontrar un aparato eléctrico que no contenga algún tipo de chip. Desde teléfonos móviles hasta ordenadores y tablets, desde microondas y hornos hasta neveras, pasando por automóviles y vehículos de cualquier tipo, juguetes, videoconsolas, televisores, equipamiento médico y militar…
Adicionalmente, el creciente uso de internet experimentado en las últimas décadas ha requerido la instalación de nuevos y gigantescos servidores y centros de datos capaces de almacenar y procesar tanta información, para lo cual se requiere de microchips de última generación.
Coronavirus: una tormenta perfecta
La llegada de la pandemia del coronavirus ha potenciado precisamente este último fenómeno: ante el cierre transitorio del mundo físico, se abrió un nuevo y extenso espacio virtual, en el que el trabajo, la educación y el ocio pasaron a ejercerse en línea. Según IDC, el mercado mundial de servicios en la nube se disparó un 24% solo en 2020. Paralelamente, este acontecimiento ha incrementado el uso de ordenadores y aparatos inteligentes, contribuyendo todo ello a una demanda de microchips intensificada. En este sentido, solo en 2020, las compras de ordenadores crecieron un 11%, según Canalys, y se espera un crecimiento del 8% en 2021.
Asimismo, existen otros factores que impulsaron, y siguen impulsando, el crecimiento de la demanda de microchips. Entre ellos, destaca el lanzamiento, por parte de Microsoft y Sony, de las nuevas videoconsolas de Xbox y PlayStation, respectivamente, a finales del 2020. De igual manera, el despliegue de la infraestructura 5G en las economías avanzadas está provocando una demanda extra de chips. Al mismo tiempo, el ascenso en el precio de las criptomonedas ha redoblado el interés en la minería de este tipo de activos, intensificando la adquisición de equipos informáticos dedicados a tal fin.
La confluencia de estas causas ha provocado que, a día de hoy, se requieran tiempos de espera superiores a las 20 semanas desde que se pide un chip hasta que se recibe, como apreciamos en el siguiente gráfico cortesía de Bloomberg.
Llegados a este punto, la pregunta que muchos pueden hacerse es: ¿por qué los tiempos de espera no han dejado de aumentar? ¿Por qué, más de un año después de los peores momentos de la pandemia, los chips siguen escaseando?
El desacople de la oferta
Si nos remontamos a las primeras etapas de la pandemia, el panorama económico se antojaba desolador. Con la actividad productiva cerrada en medio mundo y miles de millones de ciudadanos sometidos bajo restricciones sanitarias, la gran mayoría de empresas recortaron sus pronósticos de ventas y, redujeron sus pedidos de suministros, incluidos los de microchips.
Ante esta tesitura, los productores de semiconductores sabían que la demanda de sus productos se reforzaría por el lado de la digitalización y la nube, pero esperaban que se viera compensada por una fuerte y prolongada caída de las ventas destinadas a sectores como el automovilístico.
Sin embargo, el rápido desarrollo de las vacunas, unido a los potentes estímulos monetarios y fiscales desplegados por bancos centrales y gobiernos han relanzado vigorosamente la actividad económica a lo largo del mundo. Como muestra de esto, destacamos que el nivel de gasto en consumo en EEUU ya es sustancialmente superior al registrado antes de la pandemia.
Esta inesperada recuperación, que ha llevado a retomar el impulso en los niveles de demanda de microchips dependientes de sectores tradicionales (sin menoscabo del segmento de la nube) ha dejado a los productores de microchips con el pie cambiado, no pudiéndose acoplar la oferta a la incesante demanda y provocando el encarecimiento de estos componentes y las largas listas de espera para obtenerlos. Aun así, la aparente escasa reacción por parte de la oferta no puede explicarse sin tomar en cuenta dos elementos característicos del mercado de microchips:
- La construcción de nuevas fábricas de microchips no es sencilla ni instantánea. Las plantas pueden tardar hasta 2 años en ponerse en funcionamiento y su desarrollo requiere de inversiones milmillonarias. Esto se explica por el completo grado de robotización del proceso de fabricación, la complejidad de los equipos utilizados, así como por los muy exigentes protocolos de limpieza y seguridad requeridos.
- La excesiva concentración de proveedores. Tal y como revela The Economist, pese a que la cantidad de empresas dedicadas al sector de semiconductores se viene incrementado en los últimos años, la creciente complejidad de fabricación provoca que solo 2 compañías tengan la capacidad real de producción de los mismos: la taiwanesa TSMC y la norteamericana Intel. Pero no es sino la holandesa ASML quien ejerce el dominio en la sombra: se trata de la única empresa capaz de fabricar las máquinas fotolitográficas necesarias para la elaboración de los chips más avanzados. Estos costosos aparatos, del tamaño de un autobús, se encargan de imprimir, mediante haces de luz ultravioleta, los minúsculos patrones que dan forma a las placas de silicio. Solo Canon y Nikon ejercen cierta competencia.
Si tomamos en cuenta tanto el shock de demanda de microchips como las dificultades de la oferta para adaptarse rápidamente, es fácil entender el porqué de la actual crisis. Tampoco contribuyen a su resolución los problemas logísticos derivados de la ralentización de las cadenas de suministro, el encarecimiento de los combustibles o la saturación de los puertos marítimos.
Aun así, la moderación de los tiempos de espera observado en los meses recientes, hace indicar que podríamos encontrarnos ya en el pico de la crisis de semiconductores. Las inversiones en nuevas fábricas anunciadas por los grandes fabricantes a principios de año deberían ayudar a reducir la tensión del mercado a lo largo del 2022, a la par que la recuperación económica y el empuje del consumo tenderá a relajarse una vez pierda fuelle la reapertura post pandemia, normalizándose la demanda de microchips.
Sea como fuere, lo cierto es que, por el momento, la cantidad de sectores golpeados por la crisis de los microchips es elevada. A continuación, destacamos algunos de los más afectados:
- Automóviles. Según la Asociación Europea de Proveedores de Automóviles, el sector de automoción en Europa supone el 37% de la demanda de microchips. Se trata de una industria habitualmente regida por modelos de producción just in time, en la que los fabricantes evitan tener excesivas provisiones almacenadas a fin de ahorrar costes. Esto ha ocasionado que, ante la rápida recuperación de la demanda de automóviles, los fabricantes no hayan estado suficientemente provistos de microchips, cada vez más presentes en los vehículos actuales. Prácticamente todas las marcas de vehículos afrontan problemas de suministro y se han visto obligadas a efectuar ERTES. Según AlixPartners, la crisis de los microchips costará a los fabricantes 179.000 millones de euros en 2021, y reducirá 7,7 millones de vehículos menos. Por el lado del consumidor, esto supone pagar precios más elevados y tiempos de entrega que pueden alargarse hasta casi un año para algunas marcas y modelos. Paralelamente al mercado de utilitarios, el segmento de los camiones y los vehículos industriales es unos de los más castigados por la escasez de chips, existiendo varios meses de espera para la compra de camiones nuevos y forzando a los compradores a dirigirse al mercado de segunda mano.
- Videoconsolas. Las ventas de la PlayStation 5 de Sony se han visto afectadas por la escasez de semiconductores, siendo habituales los episodios de falta de stock del producto. En el último semestre, se han vendido 7,8 millones de unidades de PS5, casi las mismas que de la PS4 (7,4 millones). En el mismo sentido, Microsoft padece problemas similares con sus últimas videoconsolas. Su Directora Financiera, Amy Hood, explicó en mayo que "la demanda significativa de Xbox Series X y S seguirá estando limitada por la oferta".
- Móviles, PC, TV y dispositivos inteligentes. Unas de las compañías más afectadas por la escasez de microchips ha sido Apple, que podría perder entre 3.000 y 4.000 millones de dólares ingresos por esta causa. "Nuestro mayor problema está en los chips de nodos heredados, que están siendo usados, ya no solo en nuestra industria, sino en otros sectores", afirmó su CEO, Tim Cook. De igual forma, otras compañías del sector, como Samsung, Xiaomi o Fagor Electronics también se están viendo afectadas con un incremento de los costes y menor capacidad de producción. Por su parte, los mayores proveedores de chips para teléfonos móviles, Intel y Qualcomm, esperan que la escasez pueda alargarse hasta 2 años más.
- Electrodomésticos. Frigoríficos, lavadoras, hornos o microondas, aparatos cada vez más inteligentes e interactivos, también se están viendo afectados. Algunos productos, como los frigoríficos de dos puertas, son casi imposible de encontrar. Fábricas como la de BSH en Zaragoza, que suministra a Balay, reconoce que ha permanecido 2 semanas sin producir lavadoras. LG, por su parte, afirmó en mayo estar "monitoreando de cerca la situación, porque ningún fabricante se va a librar del problema".