La cumbre del clima climático, que diría el recordado Moratinos, es un evento que trata de reforzar entre la población mundial la amenaza de un cataclismo inminente por culpa de nuestros pecados capitalistas. La pobreza intelectual de los discursos de los mandatarios y expertos reunidos en Glasgow solo es equiparable a su falta de decoro, porque no es fácil reñir a la humanidad por el uso de la energía fósil a bordo de una flota de aviones privados y automóviles de alta cilindrada, fingiendo preocupación por las emisiones contaminantes que se lanzan diariamente a la atmósfera.
Esta reunión de gobernantes, millonarios y profesionales de la subvención se nos presenta como "la última oportunidad de salvar al planeta", un lema bastante inmodesto, sobre todo porque la Tierra se ha salvado de las ochocientas amenazas de extinción anunciadas con anterioridad por la ONU y sus expertos en clima. Algunas de las más celebradas las recogimos en Libre Mercado, a saber:
- 1967: "Hambruna terrible para 1975"
- 1969: "Todos desaparecerán en una nube de vapor azul para 1989"
- 1970: "Edad de hielo en el año 2000"
- 1970: "América sufrirá racionamiento de agua en 1974 y racionamiento de alimentos en 1980"
- 1974: El agujero de ozono es un "gran peligro para la vida"
- 1980: "La lluvia ácida mata la vida en los lagos"
- 1988: Las Maldivas estarán bajo el agua en 30 años
- 1989: La subida del nivel del mar "destruirá" a la mayoría de países en el año 2000
- 2000: "Los niños no sabrán qué es la nieve"
- 2004: Gran Bretaña tendrá clima siberiano para 2020
- 2008: El Ártico se quedará sin hielo para 2018
- 2009: El Ártico se quedará sin hielo para 2014
- 2013: El Ártico se quedará sin hielo para 2015
- 2014: Tan sólo restan 500 días antes del "caos climático"
La humanidad, por un azar incomprensible, ha conseguido superar todas esas catástrofes anunciadas, pero los ultimátum se renuevan constantemente extendiendo en el tiempo la fecha del apocalipsis total.
Este año, de hecho, las playas del Mediterráneo tendrían que haber desaparecido, las riberas del Ebro y el Guadalquivir estar anegadas por la subida del nivel del mar y 1.600 millones de terráqueos tendrían que haber dejado de producir su huella carbónica al morir de inanición. Lo predijo la ONU y pidió 100.000 millones a los Estados para combatir esas tragedias. La organización trincó la pasta y nada de lo que aseguró que pasaría ha ocurrido. Da igual. Sus medios siguen con la matraca del calentón terrestre y renuevan prácticamente a diario las previsiones catastróficas de los paneles de expertos para mantener la tensión.
Mucha gente está realmente traumatizada por esta campaña de terror global y hay ya quien pide comerse a los bebés para evitar que la Tierra se caliente medio grado dentro de un siglo. A ese nivel de histeria colectiva se está llegando con el calentón climático, una cuestión que solo debería angustiar a los veganos y senderistas que votan al Pacma porque, lo cierto, es que no hay racionalmente ninguna razón para tanto alarmismo.
Pero mientras estas campañas internacionales no van a tener ningún impacto en los acontecimientos futuros (solo hay que ver el grado de acierto de las predicciones anteriores: 0), sí lo están teniendo y muy directo en las condiciones de vida presentes. El precio de la energía, situado a niveles prohibitivos y con tendencia a seguir escalando, está afectando gravemente al nivel de vida de las personas con menos recursos, que se enfrentarán a un largo invierno con la necesidad de racionar las horas de calor de sus viviendas.
Los ancianos que viven modestamente en el macizo galaico o la cordillera central tendrán dificultades para poder calentarse estos próximos meses. Alguno, tal vez, morirá. Pero ese es un precio que los multimillonarios reunidos en Glasgow y los que les aplauden están dispuestos a pagar.