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El 'baile' PSOE-Podemos con la reforma laboral: dos años de tensión y teatro en el Gobierno

El choque de Yolanda Díaz con Nadia Calviño no es nuevo. Tampoco la indefinición de Pedro Sánchez. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario.

El choque de Yolanda Díaz con Nadia Calviño no es nuevo. Tampoco la indefinición de Pedro Sánchez. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario.
Nadia Calviño, junto a Pedro Sánchez, que conversa con Yolanda Díaz, este jueves en Trujillo, durante la XXXII Cumbre Hispano-Portuguesa. | EFE

Hay quien dice que fue la primera canción del verano. Desde luego, era pegadiza, aunque quizás las nuevas generaciones nos miren con cara un tanto extraña si les hablamos de aquello de "Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un dos tres..." En cualquier caso, se ha quedado como una frase hecha. Cuando no sabe hacia dónde marcha uno, que apunta a un lado y sale por el contrario, que dice que va pero se queda... se dice que está haciendo "la Yenka". Un poco como el PSOE y la contra-reforma laboral, que los lunes dice que no será, los martes que quizás, los miércoles que sí seguro y los jueves que habrá que esperar.

Esta semana, el nuevo enfrentamiento entre Nadia Calviño y Yolanda Díaz ha venido propiciado, de nuevo, por la reforma laboral. Un mínimo repaso a lo ocurrido estos días, con sólo algunas de las declaraciones, reuniones, idas y vueltas dentro de la coalición de Gobierno: (1) A mediados de la semana pasada, la vicepresidencia de Asuntos Económicos, en manos de Calviño, envía a los ministerios una comunicación sobre los pasos a dar durante la negociación en materia laboral; (2) Podemos salta y acusa a la vicepresidenta de "injerencia"; de hecho, hace público su malestar en las redes sociales (algo bastante habitual entre los morados) y convoca una reunión de la mesa de coordinación del acuerdo de coalición; (3) Sánchez respalda a Calviño, niega intromisión, dice que negocia todo el Gobierno e indica que es lógico que exista coordinación por parte de Economía y de la vicepresidencia primera; (4) Díaz se reafirma en su posición en el Congreso de CCOO y dice que derogará "toda la reforma laboral" a pesar de "todas las resistencias"; unas horas antes, era Adriana Lastra la que había asegurado que derogar la reforma del PP "lo va a hacer el PSOE"; (5) siguen las declaraciones cruzadas, Calviño asegura que estamos sólo ante un debate sobre metodología y coordinación dentro del Gobierno, mientras Díaz habla de diferencias en el contenido; (6) Sánchez se ve obligado a hacer algo y busca una imagen de unidad: primero, con la convocatoria, para el próximo martes, de una reunión entre Calviño y Díaz para fijar posturas antes de la reunión de la mesa del diálogo social que se reúne el miércoles; (7) la segunda maniobra de Sánchez es una foto, en Trujillo, durante la cumbre bilateral España-Portugal, entre sus dos ministras; (8) por último, en la rueda de prensa posterior a la Cumbre, Sánchez vuelve a hablar de la necesidad de "coordinación" y apela a buscar el "consenso" en la coalición, algo que parece un respaldo a Calviño, aunque también asegura que su intención es "agotar la legislatura" y defiende que la relación entre los socios es buena.

Parece mucho, pero es sólo un resumen. Y muy concentrado. Incluir todas las declaraciones, contra-declaraciones, acusaciones, tuits, filtraciones, fotos, convocatorias... sería casi imposible. Pero ya llevamos así más de una semana y no tiene pinta de que esto vaya a terminar pronto. Se intuye que será el gran tema de los próximos meses y es lógico que así sea, porque es una cuestión muy sensible en el Gobierno de coalición y en la que las dos partes quieren marcar territorio. En el caso de Podemos, la cosa está más clara: oposición frontal a todo lo que no sea derogar por completo y en todos sus puntos la reforma de Fátima Báñez en 2012. Para el PSOE las cosas no son tan sencillas.

Los puntos conflictivos

¿Qué es lo que se supone que hay que tocar de la reforma de 2012? Cuatro puntos destacan sobre los demás: (1) Prioridad de los convenios colectivos sectoriales o de ámbito superior sobre los de empresa; (2) Ultraactividad; (3) Coste del despido; (4) Modalidades de contratación. Además, (5) también está sobre la mesa la posibilidad de limitar el porcentaje de temporales en las plantillas de las empresas: otra exigencia de Díaz que no convence ni a Calviño ni a los empresarios, que recuerdan que en sectores como el agroalimentario o el turismo sería casi imposible de conseguir.

En teoría, los puntos 3 y 4 son menos conflictivos: uno porque no se tocará salvo sorpresa (el coste del despido en 33 días para los improcedentes) y el otro porque hay un cierto consenso en que España debe simplificar las opciones en cuanto a los tipos de contrato.

En los otros apartados, sin embargo, no está tan claro: aunque los titulares se los llevó la reducción en los costes del despido (de 45 a 33 y con más opciones y más claras para el despido objetivo), lo cierto es que la clave de la reforma estuvo en los convenios. Al permitir que las empresas se descolgasen del convenio de ámbito superior cuando su situación lo requiriese y eliminar el blindaje-chantaje de la ultraactividad, la reforma dotó de una flexibilidad novedosa al mercado laboral. Por eso, aseguran sus defensores, desde 2013 España crea mucho más empleo en relación al crecimiento que antes de la reforma. Y sí, esto también ha podido observarse durante esta crisis del Covid 19.

A la izquierda y, casi tan importante, a los sindicatos, estos argumentos no les convencen. Quieren devolver a las centrales el poder perdido en 2012 en favor de los sindicatos de empresa y de los representantes de los trabajadores a pie de planta. Su teoría es que los empresarios fuerzan condiciones en las negociaciones con sus trabajadores reales que no podrían sacar a las grandes organizaciones. Enfrente, la idea tras la reforma de Báñez era que cada empresa y sus trabajadores ajustasen sus acuerdos a sus condiciones reales y no a las que pactan patronal y sindicatos en una mesa alejadísima de su realidad. En este contexto, no es causalidad que Díaz hiciese sus declaraciones más contundentes en el Congreso de CCOO, una organización que ansía volver a la situación previa a la reforma.

¿Y PSOE? Pues está un poco en tierra de nadie. Hay una parte del partido, y esto no es sólo en estas semanas, que no quiere arrasar con la reforma de 2012. Quizás sí tocar algunos puntos, pero mantener buena parte de sus aspectos más importantes. En su momento, ya explicamos que, al menos en materia laboral, lo que el PSOE pactó con Ciudadanos en 2016, en lo que terminó siendo la primera investidura fallida de Pedro Sánchez, no era muy diferente a lo que Ciudadanos acordó con el PP unos meses después.

Además, está el factor Bruselas: España vive y sobrevive del apoyo y el aval de sus socios, de las compras de deuda del BCE y del dinero de los fondos de recuperación, que irá llegando en los próximos meses. Es cierto que tampoco es que nuestros socios comunitarios hayan sido muy exigentes en el pasado ni parezca que lo vayan a ser en el futuro. Pero algo hay que hacer. Al menos mantener el teatro, un poco de paripé, aparentar que nos importa lo que digan la Comisión y sus hombres de negro. Y, en este punto, derogar la reforma laboral sería un pésimo mensaje. Con razón o sin ella, a Bruselas le encanta, cree que es la clave de la recuperación del empleo a partir de 2013 y no quiere ni oír hablar de volver a la situación previa. Si acaso, lo que dicen los informes de la Comisión es que hay que avanzar más en la dirección de lo aprobado en 2011, no desandar el camino.

Por último, está el cada vez más presente escenario electoral. Podemos y PSOE son socios (a regañadientes) en el Gobierno, pero también rivales en las urnas. Ahí quieren marcar territorio. El PSOE busca aparecer como la parte sensata del Ejecutivo, la que saca adelante las reformas, los que convencen a Bruselas de que suelte el dinero. Podemos, que, como todos los socios minoritarios en una coalición, corre el riesgo de ser engullido, quiere marcar terreno a la izquierda. Porque, además, pocos temas hay que unifiquen más a la izquierda española que el odio al PP y a sus reformas para salir de la crisis en 2012-13. Decir algo a favor de la reforma laboral de Báñez, aunque te lo creas, es tabú en cualquiera de los dos partidos.

Aquí Podemos lo tiene más sencillo. Tira a degüello contra todo. ¿La reforma de Báñez? Hay que acabar con ella, cuanto antes y en todas sus dimensiones. Salvar aunque sea un artículo supondría un engaño a los votantes. El PSOE tiene que manejarse entre dos aguas. Por eso, los días pares sale Calviño a decir que habrá retoques y los impares Lastra a asegurar que serán ellos los que entierren para siempre la herencia pepera.

Hasta ahora, en la mayoría de los pulsos dentro del Gobierno, ha ganado casi siempre Díaz. Desde el PSOE aseguran que no están preocupados, porque las encuestas dicen que, incluso así, el que capitaliza más voto dentro de la coalición sigue siendo el partido mayoritario. Pero para sus compañeros en el Consejo de Ministros no debe ser fácil que los focos, las fotos y los titulares siempre caigan de su lado. Al fin y al cabo, Calviño sigue siendo la vicepresidenta primera. Pero ante la opinión pública, las grandes batallas (la última, la del SMI) se las lleva Díaz. La gallega, además, se perfila como rival de Sánchez en la izquierda de cara a las próximas elecciones. Y esto ya son palabras mayores: una cosa es meterle el dedo en el ojo a Calviño y otra alimentar a la que puede quitarte la merienda del electorado progresista en unos meses.

Por último, un tema del que apenas se habla, metidos todos en el toma y daca político, pero que es clave: ¿está funcionando la reforma de 2012? ¿Lo está haciendo ahora? ¿Se puede permitir el Gobierno tocar un marco de relaciones laborales que funciona en plena crisis? Porque alrededor de estas preguntas sobrevuela una incoherencia a la que nadie da respuesta. Cada mes, cuando se conocen los datos de paro registrado, o cada trimestre con la EPA, los ministros encargados de la parte laboral salen a defender su ejecutoria. Y nos aseguran que esta crisis está siendo diferente porque la destrucción de empleo es mucho menor, si la comparamos con la caída del PIB, que en ocasiones precedentes. El problema es que este Gobierno no ha aprobado nada nuevo en materia laboral. Todas las iniciativas de las que ha tirado, empezando por los ERTE, fueron creaciones de Báñez, mecanismos de flexibilidad que fueron muy atacados por la izquierda cuando se aprobaron pero que han servido para contener el desastre en el empleo en los últimos trimestres. ¿Se puede uno ponerse la medalla por los datos de empleo al mismo tiempo que desprecia la totalidad de la legislación vigente y que ha permitido esos datos de empleo? Sí, se puede.

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