El Gobierno ha pergeñado los Presupuestos más populistas y fantasiosos de la democracia. En las centenares de páginas en las que se desmenuzan resulta casi imposible encontrar una cifra creíble; salvo las del gasto público: adictos al despilfarro, los social-comunistas piensan dilapidar nada menos que 458.970 millones de euros... y lo harán al más puro estilo peronista.
Siguiendo al pie de la letra el modelo kirchnerista, PSOE y Podemos no escatimarán en gastos a la hora de premiar a sus amigos y acogotar a los enemigos. Usarán el dinero del contribuyente para comprar el apoyo de los golpistas catalanes dando a Cataluña el doble de fondos para inversiones públicas que a Madrid. Ignorando por completo el interés general –y los ratios de PIB/población–, Cataluña recibirá 2.431 millones, más del doble que Madrid (apenas 1.151 millones), que recibe incluso menos que el año pasado.
El cheque cultural y el del alquiler, con los que pretenden comprar el voto juvenil, también forman parte de este escándalo. El gran objetivo de estas subvenciones insensatas es que los social-comunistas sigan extendiendo sus redes clientelares. Las pensiones, las prestaciones por desempleo, el sueldo de los funcionarios y el pago de los intereses de la deuda ya suponen el 52,96% del gasto total. La estrategia social-comunista pasa por seguir aumentando su peso año a año, por ejemplo, con una nueva subida del sueldo a los funcionarios o con la revalorización de las pensiones al paso de la subida del IPC. Así, mientras el asfixiado sector privado se ahoga, PSOE y Podemos siguen cebando el clientelismo del siglo XXI.
El Ejecutivo ha armado las cuentas de 2022 bajo la delirante premisa de que la economía española va a crecer un 6,5%, ignorando por completo las más recientes evaluaciones del INE y el FMI. Que siga obcecado en mantener ese desfasado cuadro macro no es más que otra prueba de la falta de credibilidad de estos Presupuestos.
Por el lado de los ingresos, las cuentas de la lechera del Gobierno no hay por dónde cogerlas. Hacienda dice que la recaudación será maravillosa en todos los impuestos. A pesar de la crisis energética, de la ralentización del crecimiento y de la inflación galopante, el Ejecutivo se atreve a afirmar que los ingresos tributarios alcanzarán la insólita cifra de 232.352 millones en 2022. Y no es que el Gobierno no vaya a esquilmar cuanto pueda a empresas, trabajadores, autónomos y ahorradores con nuevas subidas de impuestos, que también, sino que la economía nacional está tan agotada que no hay cómo saquearla de esa forma.
La burda treta de las cuentas del Gobierno consiste en inflar los ingresos para justificar los gastos. Otra cifra sobreestimada es la que asegura que el déficit bajará el año viene hasta el 5%. Aunque para María Jesús Montero es motivo de orgullo dejar al Estado con un agujero equivalente de 66.000 millones, ni siquiera eso logrará. Y no es que sus cuentas estén plagadas de un optimismo exacerbado, no. Es que son una auténtica tomadura de pelo.