Se ha extendido en España el mantra de que los PGE "expansivos" son aquellos en los que el gasto público se incrementa. Algo rotundamente falso. Serán expansivos para el Estado, sus gobernantes y satélites afines, pero no para el ciudadano de a pie.
Y digo más: un Gobierno que presenta los Presupuestos con mayor techo de gasto de nuestra historia y con el mayor déficit previsto para toda la Eurozona es una irresponsabilidad mayúscula que pagaremos todos, como ya hicimos en la crisis de 2008. El documento aprobado esta semana son los Presupuestos de la ruptura y decadencia de España. Solo contentan a los socios separatistas y a los amiguetes que Sánchez tiene repartidos en sus chiringuitos.
La España con mayor tasa de paro, con la peor recuperación económica y con el mayor déficit de toda la zona euro lo último que necesita es populismo y funambulismo parlamentario. Sánchez debería seguir la estela de los líderes europeos que están bajando impuestos, reduciendo gasto superfluo y eliminando burocracia. Y, sin embargo, lo que hace es espantar inversión, destruir riqueza y enviar gente al paro con sus decisiones y pactos de gobierno.
En las últimas semanas hemos visto cómo:
- Se ha generado un agujero para las eléctricas de más de 7.000 millones de euros en bolsa para copar portadas y medios afines. Unas semanas después, se ha dado marcha atrás porque una expropiación, bajo cualquier forma jurídica, no tiene cabida en ninguna democracia liberal.
- Se ha pactado una ley de vivienda absolutamente involucionista y contra los intereses generales de la población, a pesar del precedente de Barcelona, donde las mismas medidas han provocado una reducción en la oferta de vivienda nueva del 40%. Unos días después se ha dicho que apenas va a tener efectos prácticos.
- Se ha impuesto un tipo mínimo del 15% sobre la base imponible a las empresas, con mucho ruido y jolgorio en medios afines, pero que —afortunadamente— apenas va a tener impacto sobre el tejido industrial… porque ya estaban pagando más que eso.
La lista es extensa, pero con estos dos ejemplos son buenos para justificar que España necesita menos marketing, más gestión. Menos compra de votos con el dinero ajeno, más responsabilidad. Menos comunismo y más, mucha más, libertad.
Miedo a la estanflación
Unos Presupuestos generales que parten de la base de que en 2022 vamos a crecer al 7% son papel mojado. Con China inmersa en una de las peores crisis financieras de su historia, con Estados Unidos generando dudas por el techo de deuda y con cada vez más agentes internacionales hablando de una inflación "más estructural de lo previsto", las condiciones para la estanflación están servidas, y veremos si en 2022 no tenemos problemas de financiación en los mercados financieros internacionales.
El BCE seguirá comprando bonos, pero podríamos copar ya el 30% que tiene como límite en sus estatutos, lo cual nos dejaría sin el principal comprador de nuestra deuda. El Gobierno de España lo sabe y, sin embargo, ha lanzado unos Presupuestos con la mayor estimación de ingresos de toda la historia.
Un escenario que sólo se cumplirá en el caso de que la inflación se dispare de tal manera que las bases imponibles crezcan a un ritmo casi exponencial e impuestos como el IVA o el de matriculación de vehículos logren cifras de recaudación récord. La gran pregunta es: ¿qué tiene el saqueo a las clases medias vía el impuesto de los pobres de "social"?
El Gobierno de España afirma que con un 14% de paro (superior a la de 2019), 50.000 empresas menos y con la recaudación de los nuevos impuestos (tasa Google, tasa Tobin, etc.) siendo un estrepitoso fracaso vamos a ver unos ingresos tributarios inéditos el año que viene.
Todo para justificar un techo de gasto absolutamente inasumible, seguir copando portadas y evitar los necesarios ajustes que necesita nuestro país… y, quién sabe, allanar el terreno para un adelanto electoral.
Las medidas estrella de estos Presupuestos son populistas y contraproducentes. Los jóvenes necesitan un empleo, y no bonos culturales de 400 euros. El impulso a las renovables y al vehículo eléctrico viene de un mercado eficiente, que cuente con los incentivos adecuados, y no de hachazos fiscales y regulatorios que espantan la inversión y paran la actividad de los parques renovables…
Y, por supuesto, el problema del paro no se resuelve con empleo público. El Gobierno se jacta de que va a aprobar la mayor oferta de empleo público de la historia: un 8,5% más de plazas que en 2020. Otra falacia propagandística que esconde el drama del sector privado: los datos hechos públicos por la propia Seguridad Social reflejan una pérdida de 260.000 empleos en el sector privado durante los últimos 2 años y de 140.000 desde el inicio de la pandemia.
La situación de España es de extrema vulnerabilidad: somos el país con mayor paro, el que más ha incrementado su endeudamiento durante la pandemia, el que mayor déficit va a mantener en 2022 (incluso en un escenario optimista como el del Gobierno) y el que peores cifras está presentando en la recuperación económica de toda la zona Euro.
En 2022 la FED ya ha dicho que va a subir tipos. Aunque creo que es lo adecuado, desconozco si finalmente lo ejecutará, y si eso tendrá un efecto de contagio sobre el Banco Central Europeo. Lo que tengo claro es que al viento de cola que suponían los tipos de interés ultrabajos ya se ha acabado y España ha encontrado un suelo en los desembolsos por pago de la deuda. Esto, junto con el incremento en las pensiones, las prestaciones por desempleo y los salarios públicos, nos llevan a un incremento del déficit estructural español.
Por lo tanto, a partir de ahora, el mejor de nuestros escenarios pasa por la estabilización en los niveles actuales, y la sensibilidad a un incremento de los tipos de interés, bien vía BCE u oscilaciones de mercado por un empeoramiento de las condiciones de crédito, es muy elevada.
Mientras el Gobierno de España presenta unos Presupuestos muy cercanos a unas elecciones pero muy alejados de la realidad, las cifras económicas en Europa empeoran, la bomba de relojería china sigue aumentando su carga explosiva, y el deterioro económico en Estados Unidos se agrava.
Franklin Roosevelt puso en marcha el New Deal en 1933 para paliar los efectos de la crisis económica que sufría el país desde 1929. Con él, el presidente trató de redefinir el concepto de "libertad", de tal forma que el Gobierno podía garantizar seguridad económica y prosperidad. Y así fue cómo la libertad política pasó a ser libertad para el Estado. Pero el New Deal fue más un éxito político que económico. Antes de la Gran Recesión el Gobierno de Estados Unidos gasta el 12% de la riqueza nacional. En la década de los ’70 era el 40%. Entre medias, durante la presidencia de Eisenhower, la normalización de una cada vez mayor intervención gubernamental y del estado de bienestar abrió la puerta para presionar por cambios más radicales. Así surgió la Nueva Izquierda (New Left), que denominaba como neoliberal todo lo que no estuviera próximo a las ideas económicas de Marx.
¿Les suena de algo? Pues bien, el desenlace de todo aquello fue una época de alta inflación y altos niveles de desempleo (estanflación), un país a la deriva y un presidente, Ronald Reegan, que acudió a las políticas de oferta para recuperar su liderazgo tras 50 años de irresponsabilidad económica y Presupuestos "expansivos".
Pero de eso hablaremos en otro artículo. Esta pequeña rémora histórica tan sólo pretende ser un argumento más para justificar los Presupuestos de la decadencia de Sánchez.