La cascada de malas noticias económicas para España parece no tener fin. Atrás quedan las "medallas de oro" que nos colgaba el presidente del Gobierno y los datos "históricos", tanto en empleo como en muchos otros indicadores, que han tratado de vendernos durante los últimos meses.
La realidad española es tozuda: Eurostat ya nos ha confirmado como el país con la mayor tasa de paro de toda Europa; somos la economía que más cayó en 2020 y la que peor se está recuperando en 2021; todas las previsiones nos señalan como el país con mayor déficit este año, y hace tan sólo unos días el INE registró la mayor rebaja de los datos de crecimiento económico de toda su historia. Y todo lo anterior sin entrar en el detalle de la cantidad de empresas que están haciendo un ERTE, la decisión de cerrar todas las tiendas propias de una de las compañías más importantes de telecomunicaciones como es Vodafone o el enorme estropicio que está haciendo la inflación en el bolsillo de los hogares y sobre la competitividad de las empresas.
España no va bien. Europa ya nos mira con recelo, y la crisis financiera ni tan siquiera ha asomado la pata fuera de China. La realidad es que tenemos los motores económicos gripados, acumulamos vulnerabilidades y nos hacemos débiles cada vez que tomamos decisiones como la confiscación de beneficios en el mercado eléctrico, la subida del SMI, la posible contrarreforma laboral, etc.
Madrid despunta
Pero aún queda una aldea gala de resistencia, en el centro del país, que, además, es el motor económico nacional. Me refiero a Madrid. Un lugar que concentra el 14% de la población, el 17% de los afiliados a la Seguridad Social, el 19,3% del PIB nacional, el 50% de las grandes empresas y el 75% de la inversión extranjera nacional.
Una región, porque no olvidemos que Madrid no deja de ser una comunidad autónoma (y ni tan siquiera la más poblada), que tuvo muy claro desde el principio de la pandemia que encerrar a la gente en sus casas y cerrar negocios con el BOE en mano era un F-R-A-C-A-S-O (sí, con todas las letras) colectivo que no pudimos evitar en mayo de 2020, pero no podía volver a repetirse.
Un lugar que consiguió evitar decretos abusivos, un estado de alarma ad hoc que fue declarado ilegal, ataques injustificados desde todos los lugares del país donde los socialistas se sentían cómodos y fuertes gobernando bajo medidas totalitarias… Un lugar, en definitiva, que apostó por la libertad individual. Y en el que la gente respondió con más responsabilidad que nunca.
Las consecuencias de esas decisiones aún las observamos hoy. Madrid fue una de las pocas regiones que no tuvo que acudir al déficit en 2020 para afrontar la terrible pandemia. Merece la pena recordar que en el último trimestre del año pasado ya salvó a España de entrar en una situación de recesión económica y, tal y como analizamos en esta columna, se salvaron hasta 300.000 empleos durante los primeros meses del año.
Pero aún hoy, un año y medio después de todas aquellas decisiones históricas, la capital continúa ejerciendo de motor de recuperación económica. Mientras el INE ha rebajado el crecimiento del PIB en el segundo trimestre al 17,5% interanual, Madrid está creciendo al 31,7%. O, lo que es lo mismo, duplica el ritmo de crecimiento nacional.
Los últimos datos que hemos conocido, además, esta semana, señalan hacia un agravamiento de esta situación, a pesar de la apertura del resto de regiones: Las ventas del comercio minorista están creciendo al 10% en lo que va de año (el doble de la media española) y Madrid es la única región que ha recuperado los niveles prepandemia en este indicador.
Crea empleo y sanea cuentas
Y ¿qué hay del empleo? Atención especial merece este indicador por ser la política social más importante. Y la comunidad tampoco sale mal parada: desde que Ayuso asumió las riendas de la pandemia en septiembre, más de 180.000 personas han encontrado un empleo o han vuelto a sus puestos de trabajo y la Comunidad de Madrid ha sido 1 de las 8 regiones en las que se han recuperado los niveles de empleo efectivo (esto es, descontando los ERTE) de hace dos años. Concretamente, en Madrid se han creado más de 7.500 empleos mientras que en España se han destruido más de 124.000 con regiones como Cataluña, con similar peso en el PIB, registrando pérdidas de afiliación efectiva de casi 55.000 personas.
Madrid ya era motor económico antes de la crisis del covid-19, y, cuando todo este huracán pase, verá reforzada esa posición a nivel nacional. ¿Efecto capitalidad? ¿Dumping fiscal? No. Políticas liberales, responsabilidad y sentido común.
Ni el efecto capitalidad ni el mal llamado dumping fiscal van a convertir a Madrid en la puerta de entrada en Asia para muchos viajeros americanos. Quienes sí lo han hecho han sido los políticos sectarios que gobiernan en Cataluña y tienen ramificaciones en Madrid, que han rechazado una inversión de 1.600 millones de euros para ampliar El Prat.
Como tampoco tienen nada que ver la condición de capital en el hecho de que Madrid registró, incluso en un año tan difícil como el 2020, un déficit del 0% del PIB, y con los datos que vamos conociendo de 2021 es la región que más deuda está amortizando, tanto en términos intertrimestrales como interanuales, según los datos que publicó el pasado jueves el Banco de España.
Madrid es líder económico por méritos propios. Porque lleva 17 años bajando impuestos, porque es la región del régimen fiscal común con el menor endeudamiento y porque no se deja llevar por los cantos de sirena del gasto público como solución fácil para comprar voto y generar redes clientelares.
Esta semana la presidenta Ayuso ha estado en Estados Unidos escuchando lo que tanto hemos advertido aquí: que Madrid es un oasis de libertad, que ha de seguir así, pero que no es suficiente. España es un país en el que la actividad privada y el ahorro están muy penalizados, y con un mercado laboral muy rígido.
Madrid es el motor de la recuperación y el ejemplo a seguir. Cada paso que da deja en evidencia el fracaso de las políticas socialistas, y por eso es un botín político de primer orden para Sánchez y su tropa de Moncloa.
Porque si el pasado 4 de mayo las urnas hubieran arrojado cualquier otro resultado, nuestro caso estaría siendo estudiado en los manuales de economía como el país que se autoinmoló en menos de dos años. Y eso que las curvas no han hecho más que empezar.