Suele decirse que los billetes emitidos por los bancos centrales forman parte del pasivo de dichos bancos centrales; sin embargo, no estoy de acuerdo con esta afirmación.
Un billete emitido por un banco central, o de emisión antes de la aparición del monopolio de emisión en favor de los centrales, era un pasivo mientras dicho emisor tuviera la obligación de entrega, a simple requerimiento del tenedor del billete, de una cantidad fija de un activo concreto representado por dicho billete. Tradicionalmente ese activo ha sido un metal precioso: el oro o la plata.
La imposibilidad de entrega del activo no quería decir que el obligado al pago no pudiera satisfacer al tenedor del billete de otra manera, sino que no le podía satisfacer de la manera acordada. Así, bien pudiera ser que el banco de emisión en lugar de oro pudiera entregar suelo y por valor suficiente, pero eso no era lo acordado. No otra cosa era (y es) una suspensión de pagos, bancaria o no bancaria. La quiebra es un paso más: no hay valor suficiente en el activo para hacer frente a las obligaciones contraídas.
En la actualidad, un billete emitido por un banco central no puede ser redimido por el emisor a simple petición del tenedor por ninguna cantidad de ningún activo concreto. Es decir, cualquiera que tenga un billete, por ejemplo, de 50 euros del BCE sólo podrá obtener otro billete distinto de 50€, o cinco de 10€, o 10 de 5€ o dos de 20€ y uno de 10€, o... cualquier combinación que se les ocurra si los billetes suman 50€. Es decir: el emisor no está obligado a restituir nada ni a remunerar nada al tenedor del billete. Y puesto que no está obligado ni a restituir ni a remunerar, de acuerdo con la Normativa Internacional de Información Financiera (y de acuerdo con la lógica) no hay pasivo. De hecho no hay vencimiento, pero no porque sea a la vista, como ocurriría si hubiera la obligación de entregar algo a simple requerimiento, sino porque el billete se amortiza a voluntad del emisor cuando este quiere. La cuenta de billetes emitidos no representa, por tanto, un pasivo sino una parte del patrimonio neto del emisor.
El emisor ha entregado estos billetes a cambio de activos concretos: préstamos y bonos de estados y entidades, normalmente. Tiene más activo cada vez que adquiere bonos y concede préstamos a cambio de sus billetes, pero no más obligaciones, por lo que experimenta un incremento de su patrimonio neto igual a los billetes que entrega. Billetes que no tiene siquiera que cancelar cuando venzan los bonos y préstamos que adquirió con los mismos. Así, los billetes emitidos por un banco central son parte de su patrimonio neto pero no son acciones o títulos de capital de dicho banco, porque no otorgan derechos políticos ni económicos sobre el mismo.
Así, la expansión monetaria reciente, en la que los bancos centrales adquieren cada vez más activos les está convirtiendo en grandes propietarios a cambio, únicamente, de surtir de medios de pago al resto de los agentes económicos. Dos peligros veo en esta actuación.
El primero es la temida inflación de origen monetario que, bajo mi punto de vista, es la única que existe. El resto de inflaciones, como por ejemplo la que estamos viviendo por el componente de los costes energéticos y los fletes marítimos, no es más que un ajuste de precios relativos que favorece a unos y desfavorece a otros. La inflación de origen monetario se produce como consecuencia de que, como es lógico, la utilidad marginal de los medios de pago es decreciente. O dicho de otro modo, a mayor abundancia, menor valor. Es una forma de verlo. Otra sería reflexionar sobre la calidad de los activos que adquieren los bancos centrales. Una vez que adquieren los de más calidad con las primeras emisiones, probablemente vayan adquiriendo activos de peor calidad, que, ante su agresiva demanda, se sobrevaloran en la adquisición; o dicho de otro modo, pagan por ellos lo que no valen. Si el dinero fuera un pasivo, esta última actuación podría generarle pérdidas a un banco central al tener que restituir el mismo, pero como no lo es, simplemente sería, de registrarlo contablemente, un ajuste por valoración en el resto de sus cuentas de patrimonio neto. Es decir: una transferencia de patrimonio desde sus accionistas a aquellos que le han colocado los activos (a menudo coinciden, aunque no en importes, en el caso del BCE).
El segundo peligro es la emisión de una opción de compra que, de manera implícita y gratuita, hace el banco central en favor de los emisores de los títulos que adquiere. Estos le colocan sus títulos y se los pagarán a vencimiento (recompra en el fondo) si valen más de lo que tienen que pagar por ellos. En caso contrario, no los recomprarán. Para que los mismos valgan, en ausencia de variación del riesgo de impago de dicho emisor, sólo se necesita que los tipos hayan bajado que es en lo que estamos.
¿Quiere todo esto decir que el dinero fiduciario no tiene valor ninguno? No, para nada. Al margen del valor que le podamos asignar por ser generalmente aceptados, tienen otro que se mantiene mientras goce de algunos privilegios legales, como ser el único medio para liberar deudas, especialmente las tributarias, dentro de un territorio.
Pero al menos que no nos insistan en que es un pasivo de un banco central.
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Rubén Manso Olivar, diputado por Málaga en el Congreso de los Diputados (forma parte del Grupo Parlamentario de VOX), es doctor en Ciencias Económicas y Empresariales (UCM), inspector de Entidades de Crédito del Banco de España (excedente), profesor de la Universidad de Alcalá (excedente) y capitán (RV) del Ejército de Tierra.