Antes de empezar, advertencia: si alguien se merece que le metan mano a sus beneficios son la mayoría de las empresas del Ibex 35. Y todavía más aquellas que llevan años medrando alrededor del BOE y haciendo campañas para demostrar lo buenas-medioambientales-comprometidas que son (y lo malos que somos sus clientes) en vez de dedicarse a lo que deberían: mejorar el servicio que ofrecen a sus usuarios.
Dicho esto, uno de los aspectos más incomprendidos de la economía es el papel de los precios, su importancia como medio para señalizar e informar. Que sí, que hay industrias con más concentración-intervención que otras y en las que los grandes jugadores pueden jugar a subir sus tarifas a nuestra costa, apoyados por la legislación. Pero son menos de las que parecen y las alternativas de los usuarios son más de las que casi siempre valoramos. Cada día más, los monopolios me parecen un problema de definición.
Pero hoy no quiero meterme en ese debate. Sino en la locura de lo que está ocurriendo en las últimas semanas con los derechos de CO2 en Europa y, sobre todo, en España. La teoría es la siguiente:
- Contaminar es una externalidad negativa (de acuerdo). La empresa que emite internaliza los beneficios (produce con la fuente de energía que quiere) y externaliza los costes (los derivados de esa contaminación).
- Para situar las cosas en su justo término, hay que cobrar a esa empresa algún tipo de precio-tarifa (lo que se conoce como impuesto pigouviano) por esa contaminación (también de acuerdo, incluso aunque sabemos que los gobiernos usarán la excusa para ir 200 veces más lejos o caro de lo que deberían).
¿Y la práctica? Pues en la UE decidieron hace años que se articularía alrededor de los derechos de emisión de CO2 que en las últimas semanas tan famosos se han hecho, porque parecen ser uno de los componentes fundamentales (junto con el alza en el precio del gas en el mercado internacional) de la subida de la factura de la luz. Aquí la información que la propia Comisión Europea ofrece al respecto sobre la naturaleza de este mecanismo.
¿Objetivos? Sus promotores declaran que, fundamentalmente, tres:
- Penalizar las tecnologías más contaminantes, para que no entren en el mix y, si lo hacen, lo hagan a un precio muy elevado
- Premiar y atraer, mediante unos beneficios muy altos, la instalación de fuentes de producción de energías no contaminantes
- Incentivar a los consumidores (hogares y empresas) a usar de forma más eficiente la energía, especialmente en los momentos de elevada demanda y reducción del peso de las fuentes más limpias
Pues eso es lo que está pasando ahora. Como apuntábamos hace unas semanas, si alguien debería estar contento con los altos precios de la energía son aquellos que llevan décadas reclamando "esfuerzos", "sacrificios" y "cambios de modelo productivo" para "luchar" contra el cambio climático.
Pero más allá de la discusión filosófica sobre la incoherencia del votante-manifestante medio. Lo marciano es lo de los políticos. Porque fueron ellos los que se inventaron este modelo, los que nos dieron lecciones sobre la necesidad de incentivar los cambios y de castigar a los que más contaminan. Y ahora que sus derechos de CO2 hacen exactamente aquello para lo que fueron diseñados, empiezan a hablar de "beneficios caídos del cielo", a subvencionar a los consumidores para que paguen menos y a penalizar a los que les hicieron caso (e instalaron fuentes de electricidad no contaminantes).
De nuevo, la incomprensión de los precios. Lo elevado de los precios de los derechos de CO2 no se debe a que haya unos pocos agentes en el mercado manipulando este mecanismo. Sino a que hay escasez de los mismos: muchas industrias quieren contaminar y, para hacerlo, ven que tienen que pujar por unos derechos que cada vez son menos. O dejan de contaminar o pagan una pasta (a los gobiernos, por cierto, pero esto de cómo se están forrando con esto lo dejamos para otro día). Y si hay especuladores metidos en esto, es porque piensan que habrá todavía más escasez en el futuro, con lo que contaminar saldrá todavía más caro. ¿Tampoco nos gusta eso? Pero, ¡¡si los inventamos con esta finalidad!!
El encarecimiento de los derechos de CO2 manda una triple señal a cada uno de los agentes implicados:
- Estamos contaminando en exceso. Y hay muchas industrias que prefieren contaminar y pagar a reducir sus emisiones.
- No hay suficientes tecnologías limpias y, cuando el consumo está en máximos, tenemos que tirar de gas o carbón.
- Los consumidores (hogares y empresas) no adaptan sus hábitos ni siquiera con precios más elevados
¿Solución? Si la prioridad real fuera la lucha contra el cambio climático, la solución debería ser que se encarecieran todavía más los derechos y las facturas. Porque si el día que los precios y los beneficios son más altos cambian las reglas del juego para evitar precisamente ese encarecimiento, ni los consumidores aprenderán ni los inversores apostarán.
¿Que la mejor manera de luchar contra el cambio climático sin poner en riesgo el suministro es con la nuclear? Sí. ¿Que los objetivos de emisiones de la UE son absurdos? En mi opinión, también. Pero éstas son otras discusiones. Una vez que están puestos y fijado el mecanismo de ajuste, que suban los precios de ese ajuste sólo es un indicador de que todavía preferimos contaminar y pagar, antes que luchar contra el cambio climático.
"Caídos del cielo"
Aunque ya sé lo que me dirán: que las industrias paguen por el CO2 emitido está bien. Lo malo es lo de los "beneficios caídos del cielo". Tan absurdo e incoherente como todo lo anterior.
En primer lugar, porque si hay empresas que obtienen beneficios derivados de esos altos precios de los derechos de CO2 es porque han hecho exactamente lo que se les pidió: no emitir gases contaminantes. ¿Cómo vas a incentivar la instalación de más energías limpias si castigas los beneficios de los que lo hicieron en el pasado? Pues sólo de una manera, a la española: garantizando una rentabilidad al que invierta, sea necesaria o no su inversión. Te saldrá más caro, entre otras cosas porque te cargas cualquier atisbo de mecanismo de mercado (si podemos llamar así a esos precios por contaminar) y, además, sacas de la ecuación a las opciones limpias que no se ajustan a tu BOE.
Pero, además, porque esto de los "beneficios groseros" que decía Yolanda Díaz o el "se lo pueden permitir" de Pedro Sánchez también tiene miga.
¿Qué es un beneficio "extraordinario" o "demasiado alto"? Las empresas, cuando invierten (y más aún cuando invierten a largo plazo como las eléctricas), lo hacen asumiendo una incertidumbre sobre el futuro y sobre un mercado que nunca tienen la certeza de cómo evolucionará. Las proyecciones incluyen cientos de escenarios: del optimista (precios altos y beneficios elevados) al horrible (demanda deprimida y costes fijos que se comen mis ganancias).
Para luchar contra el miedo de los inversores a que se produzca más de lo segundo que de lo primero, muchas de estas compañías diversifican: en el tiempo y en el espacio. Si mi inversión se tiene que recuperar a 30 años vista, sé que habrá ejercicios horribles y otros favorables. Unos compensarán a los otros y (espero) que haya más de los buenos. Lo mismo ocurre con la geografía: si me meto en 10-15 países, sé que en algunos me irá bien y en otros no tanto. La idea es equilibrar (más bien a mi favor) los buenos mercados con los malos.
En España, hemos decidido penalizarles por sus beneficios actuales, porque creemos que son muy elevados. Pero, ¿elevados respecto a qué? ¿Los hemos comparado con las posibles pérdidas pasadas? ¿Qué rentabilidad han obtenido? ¿Y en comparación con el riesgo asumido? ¿A qué plazo se hicieron esas inversiones? El mensaje que lanzamos está muy claro: invertir en nuestro país es doblemente arriesgado, porque si pierdes, te comes los números rojos (nunca vi a un presidente salir a decir que una compañía "no se puede permitir esas pérdidas" tras un año malo); pero si ganas, te recorto los negros. ¿El resultado previsible? Menos inversión a largo plazo ¿Problemas de suministro? ¿Sólo instalará nueva potencia aquel al que le aseguremos los beneficios con esquemas ruinosos como el de las primas a las renovables? Recordemos que tenemos uno de los sistemas eléctricos más consistentes y sólidos del mundo, a prueba de Filomenas y de olas de calor. Mucho cuidado con las cosas de comer, que el día que comienzan los apagones y los problemas de suministro, luego no es tan sencillo ni rápido revertirlos.
Me temo, además, que no estamos solos en esto. Quizás sí somos los más ruidosos. Pero leyendo las reacciones en otros países de la UE o los mensajes que llegan desde Bruselas, intuyo que no tenemos la exclusiva del populismo energético. Crearon los derechos de CO2 para castigar a los que emiten, premiar a los que no lo hacen y disciplinar a los consumidores. Y justo cuando el mecanismo que se sacaron de la manga hace aquello para lo que fue diseñado, cambian otra vez las reglas del juego. Luego nos dicen que su prioridad número 1 es la lucha contra el cambio climático y que harán "todos los esfuerzos" que sean necesarios. Y no, no era necesario que ocurriese esta crisis energética para que supiéramos que era mentira, simplemente otra excusa para aumentar su poder y reducir el nuestro. Lo único que incentiva la política energética europea desde hace años es la estupidez... y lo peor, es que muchas veces somos los que nos quejamos los que lo aprobamos con nuestro voto.