Las pulsaciones suben en los monitores de pulso de los mercados financieros internacionales. Ya hablábamos en esta columna la semana pasada de Evergrande como la punta del iceberg de una situación cada vez más preocupante en China, pero es que esta semana las autoridades chinas también han decidido escindir la división financiera (de crédito) de Alibaba (el Amazon chino) ante el riesgo desmesurado que acumula y un cada vez más probable aumento de los créditos morosos.
O, dicho de otra manera: a la desaceleración económica que llevamos advirtiendo meses se le suman cada vez más señales de crisis bancaria. Por el momento, es cierto, que es un fenómeno doméstico y localizado en China. Pero también es cierto que el riesgo se incrementa, y el tiempo cada vez apremia más.
Hay veces que merece la pena echar la vista atrás y ver lo que llevamos recorrido. A finales del año pasado ya hablábamos de un repunte de la inflación y de un riesgo de crisis bancaria como dos de los grandes hándicaps de la economía global para 2021. A día de hoy, la estanflación es prácticamente un hecho, y nos queda por ver los efectos del empeoramiento de la situación en los mercados financieros internacionales que ya se está produciendo.
Lo que más me preocupa a día de hoy es la situación en la inflación. Como ya ha ocurrido tantas veces a lo largo de la historia, la reacción de los bancos centrales y analistas mainstream durante los últimos meses ha sido: 1) No hay inflación; 2) Es transitoria; 3) Hay riesgo de que se convierta en estructural; 4) (esto es lo que nos queda por llegar) Ehm… esto…. No sé cómo ha podido ocurrir.
Ahora estamos en la asunción de riesgos. Y en este punto, debemos decirlo claramente, los bancos centrales (especialmente el BCE) lleva avisando desde hace meses: debemos evitar los efectos de segunda ronda para impedir que la inflación se convierta en un elemento estructural. ¿Qué son los efectos de segunda ronda? Subidas de salarios para evitar la pérdida de poder adquisitivo, incremento de las pensiones vinculadas al IPC, etcétera. Les suena de algo, ¿verdad?
Esta misma semana el Gobierno de España ha subido el SMI, sin acuerdo con la patronal y sin unanimidad dentro del seno de gobierno, y a la factura (ya de por si elevada de las pensiones) debemos añadir otros 2.100 millones de euros ya en 2021 como consecuencia del repunte en la inflación.
Hay algunos economistas que llevamos meses advirtiendo de que las variables más importantes que han impulsado la inflación durante los últimos meses permanecen intactos. Si, además, añadimos presiones por la parte de la demanda agregada, como los que acabo de señalar anteriormente, la espiral es prácticamente imparable.
La subida del salario mínimo interprofesional no es una buena noticia para nadie. Ni tan siquiera para quien lo cobra. Los 130.000 empleos que se puede llevar por delante en un país que tiene 4 millones de parados ya debería ser un drama de magnitudes relevante. Pero es que, además, incluso quienes lo están cobrando ya estarán experimentando el miedo de poder perder sus empleos cuando, en el mejor de los casos, no va a evitar la pérdida de poder adquisitivo.
Las políticas intervencionistas dicen querer proteger a los más pobres. Y, sin embargo, son a los que más perjudican. Porque imprimir dinero de forma descontrolada para pagar abultados déficit públicos supone la zombificación de la economía y siempre lleva a un fenómeno inflacionista. Porque encerrarnos en casa y restringir la actividad económica, aún en un contexto de crisis sanitaria, conlleva la ruptura de las cadenas de valor, paro y, por supuesto, inflación. Y porque controlar e intervenir sectores estratégicos, como es el eléctrico, de una forma arbitraria, autoritaria y veremos si ilegal, sólo puede conllevar pobreza, incertidumbre…. E inflación.
¿Saben lo que va a ocurrir cuando las nucleares/renovables dejen de producir como consecuencia del decretazo del Gobierno? Que tendremos que importar más electricidad, sobre todo de Francia, con el consiguiente riesgo de incremento de precio, e incluso de cortes de suministro.
Inflación, pobreza y pérdida de control sobre nuestras vidas. Pero ya saben, el malvado capitalismo y los salvajes (nótese la ironía) beneficios de las empresas son los culpables de todo. Y los fenómenos extraordinarios, como es una inflación fuera de control, siempre perjudican a los mismos: a los más vulnerables. La pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores con menores salarios en Estados Unidos ha sido del 2% como consecuencia de la inflación de los últimos meses, mientras que la media ni tan siquiera ha llegado al 1%.
Necesitamos hacer política económica. Un rumbo responsable y sólido que nos permita evitar la próxima crisis, que ya da claros síntomas de explotar en breves.
España entró en la crisis de 2008 con un 40% de deuda pública y las finanzas públicas saneadas. Los desequilibrios estaban en la balanza comercial y en el endeudamiento privado, especialmente las familias.
El problema es que ahora el endeudamiento privado es más bajo, pero la tasa de paro duplica a la de 2007, el endeudamiento público es el triple y, sobre todo, el país lleva sin hacer las reformas estructurales pendientes desde hace varios años.
Europa lo sabe, y por eso apremia a hacer las reformas que necesitamos. También, por eso nos dan 9.000 millones de los Fondos Next Generation UE mientras que a Italia le dan casi 25.000. Personalmente, me avergonzaría ser la próxima Grecia o Portugal de Europa. Pero mucho me temo que llevamos exactamente el mismo camino y estamos profundizando en los errores.
La inflación importa. La situación de los mercados de crédito también. Apalear la economía a cualquier coste para presentarse como la solución apaleándola aún más es un error grave que pagamos los de siempre: Usted y yo.