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José María Rotellar

El inasumible incremento de gasto y la bomba de relojería de los intereses de la deuda

En menos de dos décadas, el incremento del PIB en valores absolutos ha sido de casi el doble: desde los 307.871 millones de 2003 hasta los 586.389 millones de 2020.

En menos de dos décadas, el incremento del PIB en valores absolutos ha sido de casi el doble: desde los 307.871 millones de 2003 hasta los 586.389 millones de 2020.
Pedro Sánchez se coloca la mascarilla después de intervenir en un acto | Europa Press

La tendencia política en España —y en gran parte del mundo, por no decir que en todo— es la de incrementar el gasto público. Los responsables políticos no dejan de hacer ver siempre que hay que incrementar el gasto para dar servicios a los ciudadanos, cuando, realmente, con su actitud, están poniendo en riesgo el mantenimiento de dichos servicios esenciales al destinar gran parte del incremento del gasto a cuestiones no necesarias, sin hacer las reformas precisas para que el gasto importante pueda ser mantenido.

Eso podemos verlo si analizamos los datos. Si comparamos el peso del gasto público sobre el PIB actual con el de la última administración que lo redujo —la del presidente Aznar—, podemos comprobar que dicho peso ha aumentado desde el 38,40% del PIB del año 2003 (el último ejercicio completo de aquel mandato) hasta el 52,30% actual para 2020.

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Eso, ni más ni menos, supone un incremento de casi el doble en valores absolutos, desde los 307.871 millones de 2003 hasta los 586.389 millones de 2020.

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Pues bien, si analizamos la evolución de gasto esencial, como es Defensa, Educación, Sanidad y Pensiones, solo este último sube porcentualmente sobre el PIB de manera apreciable, haciéndolo Sanidad moderadamente, teniendo en cuenta que gran parte del incremento de ese gasto sanitario actual se deriva de la excepcionalidad de la pandemia.

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Ahora bien, el conjunto de estos gastos (pensiones, defensa, educación y sanidad) ha subido en 129.118,1 millones de euros, mientras que el gasto total se ha incrementado en 278.518 millones de euros, es decir, hay 149.400 millones de euros que han incrementado el gasto público sin ir a esas partidas de gasto esencial.

De ellos, 25.889 millones se debe al incremento en prestaciones por desempleo, motivado por el fuerte impacto en el desempleo y en ERTE de la pandemia, pero, aun así, el resto de incremento de gasto suma 123.511 millones de euros, equivalente a once puntos de PIB. De ellos, el pago de intereses de la deuda suma casi tres puntos de PIB (31.547 millones), con un incremento de 11.915 millones desde 2003. Ése es el coste de nuestro desequilibrio presupuestario acumulado.

Y si dicho coste de la deuda no es mayor se debe a que el tipo medio actual es bajo gracias al precio del dinero, que presiona los tipos muy a la baja. El tipo medio total de la deuda en agosto de 2021 es del 1,666%, mientras que en 2003 era del 4,82%. Si retornasen los tipos a esos niveles más normales —cosa que sucederá en cuanto la política monetaria vuelva a la ortodoxia—, en lugar de 31.547 millones de euros de coste de la deuda, tendríamos ahora un coste de la misma de 91.270 millones de euros, lo que muestra lo insostenible del incremento de gasto.

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Como se ha dicho, de este incremento de gasto, 25.889 millones se debe al gasto en prestaciones por desempleo, que muestran la mala evolución de la actividad económica; 11.915 millones se deben al coste de la deuda, que muestra lo peligroso que resulta vivir por encima de nuestras posibilidades, y 111.596 millones de euros se debe al incremento de otro gasto no esencial, que deja claro que el gasto público ha aumentado al menos en diez puntos más allá de lo esencial, a lo que habría que añadir el evitable punto de incremento de coste de la deuda si hubiésemos sido ortodoxos en las cuentas públicas y habernos mantenido, así, en el equilibrio presupuestario, y al menos 25.889 millones de incremento de prestaciones si hubiésemos sabido mantener la economía en los niveles de baja tasa de paro de 2003 (otros 2,3 puntos de PIB).

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Todo ello muestra que, en primer lugar, es inasumible el incremento de gasto que se genera; en segundo lugar, que no se hacen las reformas necesarias para garantizar la viabilidad de lo esencial, como el sistema de pensiones; en tercer lugar, que los intereses de la deuda son una bomba de relojería que se pueden casi triplicar con este nivel de deuda en cuanto se regrese a una política monetaria ortodoxa (imaginemos el incremento si se sigue acumulando más deuda pública, como todo parece indicar según los desequilibrios presupuestarios previstos); en cuarto lugar, que hay cerca de diez puntos de PIB de incremento de gasto en la parte no esencial del mismo, y en quinto lugar, que o se vuelve a la senda de estabilidad y se realizan las reformas necesarias o corremos un grave riesgo de que la Unión Europea termine imponiéndonos ajustes mucho más severos, dado el perfil de insostenibilidad de gasto, déficit y deuda públicos.

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