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De la ciencia a la política: lo que dice el IPCC, lo que no dice y lo que no debería decir

En la información sobre el cambio climático se mezclan datos, opiniones y propuestas sin que esté muy claro dónde empiezan unos y otros.

En la información sobre el cambio climático se mezclan datos, opiniones y propuestas sin que esté muy claro dónde empiezan unos y otros.
Una imagen de la presentación del informe del IPCC | EFE

"Un baño de realidad", "código rojo para la humanidad", "nadie está a salvo", "toque de alarma"...

Este lunes se publicaba el sexto y último Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC) de la ONU. Y, como es habitual en estos casos, la retórica se ha disparado. Nuestros líderes, empezando por António Guterres, secretario general de la ONU (el del "código rojo"), y siguiendo por Joe Biden ("no podemos esperar más) o Ursula von der Leyen ("todo el mundo debe actuar") parece que competían para aparecer como el más implicado, preocupado y decidido en la lucha contra el calentamiento global.

También los medios de comunicación ponían de su parte. El País, por ejemplo, titulaba este martes a toda página "La humanidad ha causado ya daños irreversibles al planeta". The Guardian, en Reino Unido, mostraba una fotografía muy impactante de los incendios en Grecia bajo la que se leía "Crisis climática global: inevitable, sin precedentes e irreversible".

Desde hace años, estamos acostumbrados a que las publicaciones sobre el cambio climático vayan acompañadas de este tono apocalíptico. Quizás por eso cada vez llaman menos la atención (por cierto, a lo mejor sus promotores deberían darle una vuelta a este punto, porque llega un momento en el que la acumulación de adjetivos deja de surtir efecto). Pero, incluso así, sabemos que muchas de las medidas que se tomarán en los próximos años, y que nos afectarán decisivamente, tendrán como justificación lo publicado esta semana.

Por eso, el primer objetivo separar lo que dice el IPCC y lo que no dice (y lo que no debería decir), lo que es ciencia y lo que no, lo que se sabe y lo que se intuye.

1- Los datos del pasado

Aunque en el cambio climático se habla mucho del futuro, en realidad lo único que podemos saber con relativa certeza es lo que ocurrió en el pasado. Decimos "relativa" porque, cuanto más nos alejamos de nuestra época, tenemos menos datos, mediciones menos fiables y más incertidumbre. Aunque también es verdad que cada vez disponemos de mejores técnicas a nuestro alcance para saber cómo se comportó el clima y cómo han evolucionado las temperaturas en los últimos siglos.

Por eso, en este punto hay poca discusión y en general se asumen sin problemas las principales conclusiones del IPCC. En este informe, son las siguientes:

  • Estamos en el período de temperaturas más altas de los últimos 2.000 años. De hecho, el IPCC cree que probablemente estemos en el período de calentamiento global más intenso desde el máximo climático del Holoceno (hace 6.500 años). O, lo que es lo mismo, el período más cálido de los últimos 100.000 años.
  • Y el hombre ha sido responsable, "de forma innegable", de este calentamiento, que ha sido provocado sobre todo por el incremento de las emisiones de combustibles fósiles.
  • En la última década, la temperatura global ha sido 1,1 grados más elevada que la media del período 1850-1900. Eso es lo que ha supuesto el cambio climático hasta ahora.
  • La concentración en la atmósfera de dióxido de carbono supera las 410 partículas por millón; es la mayor tasa de los últimos dos millones de años.
  • Los fenómenos meteorológicos extremos son más frecuentes. Y afectan a todas las regiones del planeta.
  • Algunas consecuencias son "irreversibles" y continuarán incluso si reducimos de forma drástica nuestras emisiones. Por ejemplo, el informe asegura que los glaciares de montaña y los polos van a seguir derritiéndose durante décadas incluso en el mejor de los escenarios.
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En estos dos gráficos podemos ver el mejor resumen de este incremento de las temperaturas y de la comparación entre lo que los científicos de la ONU creen que habría pasado sin intervención humana respecto a lo que ha ocurrido en la realidad (página 8 del resumen ejecutivo del IPCC). Y sí, llama la atención que estemos en un nivel desconocido en los últimos dos milenios.

2- Las previsiones a futuro

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Estos son los famosos cinco escenarios. El IPCC plantea diferentes proyecciones sobre las emisiones de CO2 (ver en la imagen de la derecha). En el mejor supuesto -el SSP1-1.9- las emisiones totales comienzan a descender en esta década e incluso entramos en emisiones netas negativas: con la captura de más CO2 de la atmósfera del que emitimos (una tecnología que ya está en marcha) y con la ayuda del incremento de la masa forestal (algo que, aunque apenas se comente en los medios, también lleva décadas ocurriendo en muchas regiones del planeta).

Enfrente, en el peor de los escenarios -el SSP5-8.5- las emisiones de CO2 y otros gases contaminantes más que se triplican respecto a la situación actual.

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Para cada uno de esos cinco escenarios de emisiones, los miembros del IPCC calculan una evolución posible de las temperaturas que puede verse en la tabla de la derecha (click para ampliar).

En el escenario de emisiones SSP1-1.9, el incremento de las temperaturas en 2100 respecto al período 1850-1900 estaría en un rango que va de 1.0 a 1.8 °C más que en 1850-1900, con una proyección de 1,4°C como la "mejor estimación". El IPCC no dice que esto fuera a ocurrir seguro, pero sí que sería "muy probable" que las temperaturas estuvieran en ese rango planteado anteriormente.

En el peor escenario, el SSP5-8.5, el rango de incremento de las temperaturas estaría entre 3,3 y 5,7°C más que en 1850 y 1900, con una subida de 4,4°C como "mejor estimación". Esta cifra, de 4,4°C de incremento de las temperaturas ha sido bastante repetida esta semana en algunos medios de comunicación.

El escenario central, SSP2 implica, en términos de emisiones de CO2, una pequeña subida desde ahora hasta 2050 y un desplome de las mismas a partir de entonces. En ese caso, la subida de temperaturas respecto al período 1850-1900 sería de 2,1-3,5°C (con un valor de 2,7°C como "mejor estimación").

Y un apunte importante: el incremento de las temperaturas previsto para 2050-2100 siempre se mide respecto al período 1850-1900. Lo que quiere decir que 1,1°C ya se ha producido. Si nos vamos a los 2,7°C que pronostica el IPCC en el escenario central, lo que tendríamos es una subida de 1,6°C en lo que queda de siglo.

Y otro apunte: tener una temperatura media 1,1°C superior a la que disfrutaban nuestros tatarabuelos hace 150 años no parece que haya desatado ningún apocalipsis. Antes al contrario, vivimos en el período de más crecimiento económico y prosperidad de la historia. Es verdad que los efectos no tienen por qué ser lineales. Puede que si pasamos de un determinado límite, la situación no tenga marcha atrás. Pero calentamiento y desastre no han ido de la mano en las últimas décadas (y sí, éste es otro elemento para el debate).

3- Lo que no son ni datos del pasado ni previsiones

Hasta aquí, la "ciencia". Unos expertos se reúnen y miden (con bastante grado de certidumbre) lo ocurrido con las temperaturas a nivel global en el pasado.

Y hacen sus predicciones (con menos certidumbre, como es evidente; pero podemos asumir que también con las mejores herramientas disponibles y todo su conocimiento científico) sobre lo que ocurriría en el futuro según cómo evolucionen las emisiones de CO2.

Incluso esto debería estar sometido al control constante de otros expertos, a la posibilidad de falsación, a refutación por quien crea haber encontrado otras pruebas, etc. Pero podemos decir que lo anterior es lo que está aceptado de forma mayoritaria. En este tuit, Michael Shellenberger, autor de "No hay apocalipsis: Por qué el alarmismo medioambiental nos perjudica a todos" resume la postura escéptica a la perfección: "El planeta se calienta; los humanos causan/contribuyen a ese calentamiento; el calentamiento genera riesgos; deberíamos intentar reducir esos riesgos".

El problema con el calentamiento global y con los informes del IPCC es que se mezcla lo anterior (la recogida y análisis de datos de las temperaturas a nivel global) con conclusiones que poco o nada tienen que ver con las "evidencias científicas". Aquí pasamos de la ciencia a la política o la economía; y en ese salto mortal es en el que quedan desacreditados muchos expertos, en el que comienza el escepticismo y en el que las ruedas de molino son más complicadas de ingerir.

El IPCC se divide en tres grupos de trabajo. El Grupo 1 es el que presentó su informe ayer. Se dedica a los aspectos científicos del cambio climático. El Grupo 2 estudia "la vulnerabilidad de los sistemas socioeconómicos y naturales al cambio climático, sus consecuencias y las opciones de adaptación". Por su parte, el Grupo 3 tiene como misión "evaluar las opciones para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero así como otras políticas de mitigación del cambio climático". Los grupos 2 y 3 presentarán sus documentos en los próximos meses.

Como vemos, los objetivos, las materias de estudio e incluso la metodología de unos y otros no tiene nada que ver. Pero en demasiadas ocasiones se mezclan, de forma interesada, las conclusiones. Además, cualquier crítica a las medidas propuestas por los Grupos 2 y 3 (que no dejan de ser medidas económico-políticas) se asocia al negacionismo (palabra muy fea) de lo dicho por el Grupo 1.

Pero, sin tocar ni una cifra del documento del lunes, hay muchas preguntas que es pertinente hacerse y sobre las que deberemos volver cuando en las próximas semanas el IPCC despliegue sus recomendaciones políticas:

- ¿Es malo que hayan subido las temperaturas 1,1 °C respecto del período 1850-1900? ¿Cómo es el mundo de 2021 respecto al de 1850?

Incluso si uno piensa que ese fenómeno en concreto si es negativo y habría sido bueno mantener la senda natural, sin intervención humana, la pregunta tiene otra derivada: teniendo en cuenta los beneficios que han aportado los combustibles fósiles, ¿el efecto neto es positivo o negativo?

Es decir, desde 1800, el crecimiento económico derivado en buena parte del uso intensivo de las nuevas fuentes de energía ha tenido consecuencias positivas (progreso económico, menos pobreza, mayor esperanza de vida, mejoras en el nivel educativo...) y negativas (cambio climático – calentamiento global). ¿Preferiríamos vivir en un mundo mucho más pobre, con más mortalidad infantil, menos desarrollo económico, menos población... pero con una temperatura media más parecida a la de 1850?

- Mirando a 2050: ¿debemos sacrificar crecimiento económico para limitar el calentamiento?

A los políticos les encanta responder que se pueden tener las dos cosas. Pero eso es trampa, al menos en el corto plazo. Debe intentarse, pero no es seguro que lo consigamos. Puede que a varias décadas vista las energías limpias contribuyan también a un mayor crecimiento. Ahora mismo, el cambio en el sistema productivo cuesta dinero y puntos de PIB de crecimiento cada año.

La decisión, sobre todo para los países más pobres, se mueve entre dos alternativas complicadas: una energía más cara y menos emisiones vs energía más barata y más calentamiento, ¿qué es preferible? ¿Y quién paga?

- ¿Cuál es el escenario más probable de los cinco planteados por el IPCC? Se da por hecho que es el 3, el central, pero no tiene por qué ser así. Lo que parece extremadamente improbable es que nos situemos en el Escenario 5 que es, sin embargo, el que recogen muchos medios como "posible" y que habla de subidas de las temperaturas cercanas a los cinco grados a final de siglo. Porque para casi cuadruplicar nuestras emisiones en las próximas décadas tendríamos que cambiar por completo la tendencia de los últimos años. Eso significaría que en Occidente volviéramos a usar la energía como hacíamos hace 40-50 años; que los países pobres más poblados (China o India) seguirían incrementando sus emisiones incluso cuando fueran mucho más ricos que ahora; por el lado demográfico, la población mundial debería crecer a tasas muy superiores a las actuales...

Es verdad que hay zonas del planeta, sobre todo en África, que podrían incorporarse a la industrialización y seguir el patrón visto en China desde los años 80-90. Pero lo lógico es pensar que en las regiones en desarrollo (Latinoamérica, el sureste asiático, etc) ocurra lo contrario. Como se puede ver en Our World in Data, en Europa y EEUU hace varias décadas que alcanzamos nuestro pico de emisiones y no hay nada que nos lleve a pensar que en China o la India no pueda ocurrir lo mismo en un futuro más o menos cercano.

- ¿Qué pasaría si no hiciéramos nada? Para los políticos (y para la mayoría de la opinión pública y también muchos economistas) esto sería un desastre, porque creen que las emisiones se dispararían. Pero no tendría por qué ser así: el día que la energía eólica o solar sean más baratas que el petróleo o el carbón, todo el planeta se pasará en masa a estas opciones. ¿No haciendo nada se conseguiría esto? Hay quien cree que dejar al ser humano tranquilo genera más crecimiento, innovación y desarrollo tecnológico que cualquier política de impulso.

- ¿Cómo alcanzar el Escenario 1? Supongamos que nos ponemos todos de acuerdo en que lo mejor es alcanzar ese SSP1-1.9 que implicaría que las temperaturas medias apenas subirían (lo harían 0,3°C de aquí a final de siglo). Pero la pregunta de cómo lograrlo no es tan sencilla de responder:

  • ¿Apostando por la nuclear?
  • ¿Subvencionando las renovables? Cuidado, este mismo lunes podíamos leer esta noticia de The Wall Street Journal: "El boom de la energía solar en Occidente se levanta sobre una montaña de carbón chino". Es decir, buscando reducir las emisiones de CO2, podemos estar incrementándolas sin darnos cuenta.
  • O quizás lo que hay que hacer es fomentar el crecimiento económico. En los países occidentales, las emisiones de CO2 llevan cayendo en términos absolutos desde los años 90. Es cierto que este descenso ha sido más que compensado por el crecimiento en China. Pero la pregunta es: ¿cómo lograr que China y otros países pobres reduzcan sus emisiones: con pactos internacionales o incentivando su crecimiento económico? En teoría, según se acerquen a los niveles de renta de las regiones más avanzadas, su uso de la energía también debería equipararse al de éstas.
  • ¿Impuestos al CO2 y a otros gases contaminantes? Aquí estamos ante una externalidad negativa de manual: el productor internaliza los beneficios (energía más barata) y reparte los costes (contaminación). La teoría nos dice que esto se soluciona con un impuesto que le obligue a tener en cuenta también esos costes. Pero, ¿cómo aplicarlo? ¿En qué países? ¿A qué tasa?
  • ¿Centrar todos los esfuerzos en las tecnologías de captura de CO2? Sería la opción menos dolorosa (no tienes que hacer ningún ajuste) pero también la más peligrosa (si no logras la tecnología o no alcanzas las cantidades requeridas, puede que cuando quieras reaccionar sea tarde). Por cierto, para avanzar en esta dirección sí hay que hacer algo, porque nadie va a investigar en cómo capturar CO2 de la atmósfera si no tiene un incentivo (sueldo, precio por tonelada capturada, etc). Lo están haciendo muchos gobiernos, pero también grandes empresas y asociaciones privadas y casi diríamos que este último sector es más activo en este punto (por ejemplo, Bill Gates es un ferviente creyente en las posibilidades de esta tecnología). Y también hay muchos críticos que dicen que esto es como el cuento de la lechera del CO2 y que usamos un futuro fantasioso que no sabemos si llegará para retrasar las decisiones dolorosas en la actualidad.
  • ¿Sirven de algo los acuerdos internacionales, de Kioto o París, o son simples lavados de cara?
  • ¿Cuál es el coste neto del uso de energías contaminantes? Por un lado, aportan crecimiento económico y todo lo que éste lleva aparejado: salud, educación, esperanza de vida, menos pobreza... Por el otro, adaptarse al cambio climático que provocan y luchar contra los fenómenos meteorológicos extremos puede suponer un golpe importante para la economía mundial en el próximo siglo.

Por otro lado, está la pregunta de quién debe soportar estos costes: en el año 2100, nuestros nietos serán mucho más ricos que nosotros. ¿Podrían adaptarse a vivir en un mundo 1,5°C más cálido que el actual? ¿Cuánto les costaría? ¿Podrían, con la tecnología a su disposición (que será mucho más avanzada que la actual) revertir el proceso?

Lo ocurrido este verano con la subida del precio de la luz debería servir como advertencia: los mismos que se manifestaron en las calles para recibir a Greta Thunberg cuando visitó Madrid hace un par de años protestan ahora por el encarecimiento del recibo. Pero, ¿no hemos dicho que "hay que hacer sacrificios", "no hay vuelta atrás", "tenemos que actuar ya"... para salvar el planeta? ¿Y qué creemos que son esos "sacrificios"? Pues sí, una energía más cara que sirva como incentivo para reducir las emisiones. Lo otro es engañarse a uno mismo y decir que está "comprometido" en una batalla que en realidad no quiere luchar.

Otro punto interesante del debate tiene que ver con esos fenómenos extremos que tanto juego dan en los medios. Huracanes, incendios, lluvias torrenciales... son muy dañinos en todos los sentidos (vidas humanas, devastación económica, etc). Pero son más dañinos cuando golpean regiones pobres que no tienen las infraestructuras de todo tipo (transporte, prevención, información, sanitarias) que se requiere en estos casos. ¿Priorizamos el crecimiento para que estén mejor preparados o recortamos emisiones desde ya incluso arriesgando ese crecimiento?

Son muchas preguntas y sin una respuesta sencilla. Pero no son ciencia. Son política, economía e ideología. Y plantear alternativas a las soluciones del IPCC no le convierte a uno en negacionista de nada salvo del rodillo de lo políticamente correcto.

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