Los datos son concluyentes, y pese a que se esté produciendo un rebote fuerte de la economía, con crecimientos interanuales intensos del PIB y mejora en la creación de empleo, fruto del efecto estadístico al venir de un cierre total en la comparativa interanual y de duras restricciones en la comparativa mensual y trimestral, lo cierto es que Sánchez ha llevado a la economía española a una posición extremadamente frágil, sin posibilidad de reacción en el corto plazo, ayuna de reformas estructurales que la debilitan más.
En primer lugar, el intenso incremento de gasto de Sánchez hace que España sea el país de la UE con mayor déficit en 2020, un 11% del PIB.
Siendo esto grave, lo peor es el carácter estructural del mismo. Mientras otros países han gastado coyunturalmente, Sánchez ha generado gasto permanente, que provocarán un incremento del desequilibrio de manera estructural. Si las recomendaciones de la UE siempre se fijaban en el déficit estructural español, el cual pedían que se redujese en siete décimas en 2019, ahora el desequilibrio es mayor: hemos pasado de un 3,7% de déficit estructural (es decir, el saldo presupuestario que se alcanzaría empleando todos los factores de forma eficiente en el nivel potencial de la economía) al 5,2% previsto para 2021.
Todo ello, eleva la deuda española y la sitúa como una de las mayores de la UE, con el 120% del PIB en 2020, subiendo más en 2021.
Ese gasto al que Sánchez se niega a poner freno y a reducirlo tras el soporte de la economía durante la pandemia, genera dicho problema estructural, que piensa cubrir subiendo los impuestos hasta niveles casi confiscatorios, que no generan crecimiento, sino que suponen un freno al desarrollo español. De esa manera, el PIB per cápita en paridad del poder de compra de España, tomando como base 100 la media de la UE-27, ha bajado del 93% de dicho índice del último año completo antes de llegar Sánchez a la presidencia, a bajar al 86% en este último ejercicio cerrado.
Eso no es fruto de la casualidad, sino de una peor gestión de Sánchez, orientado plenamente a llevar a cabo una política de gasto estructural con subida de impuestos. Pues bien, ¿qué conseguirá eso? Atrasar a la economía española, como podemos ver que ya ha empezado a suceder: mientras que Irlanda, con una política de ajuste del déficit y de impuestos bajos crece en PIB per cápita en paridad del poder de compra, España cae de manera importante.
Esto es el fruto de las políticas económicas de Sánchez, que nos lleva a un quebranto económico importante, que malgastará el rebote potente del corto plazo de la economía española, pues para que sea estable y estructural precisa de reformas, cosa que Sánchez no parece que vaya a realizar.