"Si tanto te gusta Cuba, vete a vivir allí".
El argumento no es original, pero sigue teniendo fuerza. En las discusiones tuiteras, es un recurso básico. Y aunque en cada caso concreto puede ser un poco demagógico (es como si a mí me dijeran, "si tanto te gustan Suiza o Irlanda, vete allí a vivir"; y sí, me gustan las cosas que leo del sistema político o económico de uno u otro, pero sigo pensando que no hay lugar con más calidad de vida que España), en el agregado no hay mejor arma retórica. Déjense de comparar cifras de PIB, rankings sobre servicios públicos o datos de productividad: el mejor indicador del fracaso del comunismo fue que nunca nadie quiso ir a vivir al Paraíso y tuvieron que construir muros para los que querían escapar de allí.
Éste es un punto del que nos gusta tirar a los liberales, porque el voto con los pies no engaña. En las encuestas sí, ahí somos capaces de decir cualquier cosa sobre el país en el que nos gustaría vivir. O sobre lo muy concienciados que estamos de lo necesario que es pagar impuestos: por eso muchos aseguran con vehemencia "que es necesario que los que más tengan, contribuyan, incluso aunque me toque a mí". Incluso cuando votamos nos mentimos, porque sabemos que nuestra papeleta nunca será decisiva, como explica Brian Caplan en El mito del votante racional (aquí el programa que le dedicamos en Economía para quedarte sin amigos). Pero cuando decidimos irnos a estudiar a Boston, aceptar un empleo en Zurich o viajar a Londres tras la carrera, ahí es cuando, como les gusta decir a los economistas, revelamos de verdad nuestras preferencias. O como decían nuestras abuelas: del dicho al hecho... Pues eso, que en los países que nos gustan y que siguen un modelo económico más liberal (de Suiza a Singapur, de Irlanda a Australia) se agolpan los que quieren entrar, mientras que en los Venezuela o Argentina la pelea es por escapar.
Por supuesto, la socialdemocracia también tiene sus referentes. Y también funcionan. Otra discusión es el motivo real por el que funcionan: los liberales aseguramos que es por sus economías desreguladas, los socialistas ponen el acento en la presión fiscal, la intervención del Estado o la redistribución. Y otro debate sería si esos impuestos tan elevados son sostenibles o si el efecto llamada de los subsidios y subvenciones se puede mantener en el tiempo. Pero mientras discutimos sobre esto, debemos aceptar que en Suecia, Dinamarca, Finlandia o Noruega la calidad de vida debe ser igual de alta que sus impuestos. Digo que "debe" porque nunca residí allí, pero si tantos lo intentan, incluso aunque el clima o las diferencias culturales no ayuden, es porque sienten que merece la pena. La gente no es imbécil y los inmigrantes que buscan donde asentarse, menos.
Por cierto, esto me recuerda una de mis obsesiones. Las enormes posibilidades que tendría España (uno de los lugares con más calidad de vida del mundo, por clima, costumbres, cultura, gastronomía, etc.) si acercase su normativa económica-laboral-empresarial a la de países como Suiza o Irlanda. Al igual que en EEUU los estados que más crecen son desde hace años los que han impulsado una entorno más liberal, en la UE España tendría una oportunidad de oro para posicionarse. No tengo muchas esperanzas, la verdad.
Ximo y Madrid
Todo esto viene a cuento de las palabras de la semana pasada de Ximo Puig sobre la Comunidad de Madrid y la necesidad de un impuesto especial para penalizar a la región por beneficiarse, en teoría, del efecto capitalidad. Que ni es el primero ni el último que dice algo parecido. De hecho diría que es el argumento más recurrente del socialismo patrio en lo que tiene que ver con los impuestos: el PP ha convertido Madrid en un paraíso fiscal, compite deslealmente con el resto de autonomías, hay que legislar para armonizar al alza los tributos en manos de los gobiernos regionales...
Dejando a un lado (y es mucho dejar) la incoherencia de que los que quieren meterse en los asuntos de Madrid sean quienes pides más autonomía en todos los demás ámbitos (porque, además, cualquier competencia que pase del Estado a una región se pierde para siempre; en los últimos 40 años, nunca se dio el caso de un movimiento en sentido contrario... hasta ahora si los socialistas lo logran con los impuestos). Bien, pues incluso dejando esto a un lado, me llama la atención lo poco que se señala lo más obvio: cada vez que un líder del PSOE pide subir impuestos a Madrid lo único que muestra son sus complejos y la falta de confianza en sus propuestas.
Se supone que el debate político en Europa desde 1980 va de esto. Opciones liberales reales no hay. Nos movemos entre socialdemocracia progre y socialdemocracia de centro (sea lo que sea eso). Ayuso es de estas últimas. Ni desmantelar el Estado ni nada parecido. Pequeños ajustes y poco más. Alguna bajadita de IRPF y pare usted de contar. Pero incluso así, el PSOE, Podemos y sus altavoces mediáticos claman contra el modelo del PP madrileño. Antes de las últimas elecciones madrileñas, un grupo de ¿intelectuales? firmó un manifiesto en el que denunciaba los "26 infernales años de atentados contra los derechos y la dignidad de la mayoría ciudadana" que había sufrido Madrid con los gobiernos de los populares.
Entonces llega Puig (o Rufián o Montero o Iglesias...) y dice que Madrid hace "dumping fiscal". Y la pregunta debería ser: ¿Y? ¿Por qué te molesta? Porque si fueran coherentes con su discurso, los socialistas deberían estar encantados con Ayuso. "Tú baja impuestos en Madrid, destroza tus servicios públicos y convierte tu región en un ‘infierno", deberían decir, "y yo desde Valencia, con mis maravillosos servicios públicos, mi sociedad más equitativa, mi paraíso socialdemócrata, me aprovecharé de tus errores y atraeré a todos aquellos a los que tú expulsas".
Que tampoco son los únicos. Detrás de las propuestas del G-7 para armonizar impuestos a escala internacional o de los intentos de la UE de perseguir a Irlanda se esconde una pulsión parecida. Como no son capaces de hacer sus paraísos socialdemócratas lo suficientemente atractivos, atacan a los que se salen, aunque sea un poquito, de la norma.
Como ya estamos acostumbrados a que las quejas lleguen siempre del mismo sitio, no le damos ni una pensada, pero sería como si el gobierno irlandés protestase por las subvenciones que se dan en Suecia: "Estos suecos me hacen dumping social y se llevan a todos los trabajadores cualificados prometiéndoles ayudas para las guarderías y límites al precio del alquiler".
Porque, además, en la discusión sobre el Impuesto de Sociedades y las multinacionales, se podría decir (y lo dicen continuamente) que los Google o Facebook se aprovechan para hacer negocios en un país pero se llevan los beneficios a otro (esto es muy debatible, pero lo dejamos para otro día). Pero en el caso español no hablamos de nada parecido. El que paga impuestos en Madrid es porque tiene allí su residencia. Paga impuestos y recibe los servicios de Madrid; o paga impuestos y disfruta los servicios de Valencia. Desde hace décadas, los que han votado con los pies en España han tendido a escoger Madrid. Luego, muchos de ellos ponen a parir a Ayuso o al PP de Madrid mientras se toman un gin-tonic en Malasaña. Porque no les gusta nada el modelo... pero es donde viven. ¿Y Ximo? Acomplejado. Como no puede competir porque sus soluciones no funcionan, piden que los demás tengan que imitarle, o por convicción o a la fuerza. Socialistas por decreto. No vaya a ser que alguien se pregunte algún día por qué el infierno tiene tantos solicitantes en la puerta.